Capítulo 11

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Santiago tomó el volante, y los llevó hacia un hotel a las afueras de la ciudad.  La suite que había reservado estaba en el último piso del edificio y tenía una bella vista con grandes ventanales. Al entrar al lugar Regina se quedó sorprendida. Había velas y rosas por todos lados, se escuchaba una melodía romántica, pétalos de rosa guiaban el camino a la cama, sobre en la cual formaban un corazón.   En el balcón una pequeña mesa con la cena para dos y una botella de vino los esperaban.

Regina: Me encanta todo esto ¿A que hora tuviste tiempo para planearlo? (preguntó con una gran sonrisa)

Santiago: Tengo mis trucos (abrazándola por la espalda y besando su cuello)

Regina: De eso no tengo la menor duda (suspirando y recargándose en el)

Santiago la tomó de la mano guiándola al balcón y los dos se sentaron a cenar.

Regina: Amor.. todo esto es tan maravilloso. Gracias.

Santiago: Es lo menos que te mereces, mi bonita.

Regina sonrió tomando de su copa.  Nunca se imaginó una velada así, llena de ese romanticismo que hasta hace poco hubiese llamado cursi, pero que ahora le provocaba mariposas en el estómago de la emoción. Mientras comían Regina estudió su rostro por varios minutos, pensativa, hasta que por fin pregunto lo que había rodado por su mente los últimos días.

Regina: Amor.. ¿Que pasará ahora con nosotros?

Santiago: ¿Que pasará?...  Lo nuestro comenzó como un trato con duración de un año.  Pero yo ya no me imagino mi vida sin ti, mi amor.

Regina: Yo tampoco..  (suspiró)

Regina terminó su copa de vino, y rodeando la mesa se sentó en las piernas de Santiago, sus brazos al rededor de  su cuello, juntando sus frentes.

Regina: Esto que siento por ti me tomó por sorpresa, Santi...  Jamás pensé enamorarme de alguien de esta manera (corriendo sus dedos por su pelo)

Santiago: Regina.. Tu eres la mujer más maravillosa que he conocido, la dueña de todos mis pensamientos.  Te amo tanto como nunca imaginé (la miró a los ojos, su corazón latiendo rápidamente) ¿Te gustaría ser mi esposa? Mi esposa realmente, por decisión propia, no obligada por un contrato. 

Regina acarició su mejilla, mirándolo con adoración.

Regina: ¿Estás seguro de eso? Sabes, puedo ser un poco amargada, y estoy mayor que tu.  No se si has pensado en eso pero quizá ya no pueda darte hijos..

Santiago sonrió, acariciando su espalda.

Santiago: Tu carácter es una de las millones de cosas que me fascinan de ti. Te amo tal cual eres, señora mía.  Y lo de tener hijos.. nunca lo había pensado.  Pero si nos decidimos y no se puede, hay otras maneras.  Yo lo que quiero es pasar el resto de mis días a tu lado. 

Regina: Mi amor.. (besó sus labios tiernamente)  Siento que es una locura, pero si, Santi. Quiero ser tu esposa realmente (dijo riéndose)

Santiago sonrio, y enredando su mano en su pelo la trajo hacia el, uniendo sus labios en un beso intenso que les robó el aliento. El suave roce de sus lenguas encendiendo ese fuego dentro de ellos. Al faltarles el aire se separaron lentamente, y tomándola en sus brazos Santiago llevó a Regina hacia la cama, acostándola en medio de todos esos pétalos.

Esa noche quería demostrarle lo mucho que la adoraba. Entre apasionados besos y caricias se despojaron de la ropa, los dos quedando completamente desnudos. Santiago tomó una rosa, y bajo la tenue luz de las velas la recorrió lentamente sobre cada centímetro de su cuerpo, admirando su belleza. Regina cerró sus ojos, perdiéndose en las sensaciones que le provocaba, su piel erizándose, su respiración agitada. 

Santiago dejó la rosa al lado y sus besos siguieron ese recorrido, bajando lentamente hasta su feminidad.  Regina al sentir su aliento y las caricias de su cálida lengua en esa parte más íntima soltó un fuerte gemido arqueando su espalda, tomándolo del pelo. Santiago introdujo dos dedos, y junto con el dulce tormento de su lengua la llevó hasta el cielo.

Santiago subió sus besos y apasionadamente se apoderó de sus labios una vez más. Jadeando Regina giró sobre el, quedando a horcajadas sobre su cuerpo.

Regina: Usted jovencito, me fascina... (jadeó  moviendo sus caderas seductoramente)

Santiago extasiado gruñó, y sosteniéndola de la cintura entró en ella de golpe, haciéndola soltar un fuerte gemido ante la unión de sus cuerpos.  Regina comenzó a mover su cadera con necesidad, sus gemidos inundando la habitación.  Santiago queriendo más cercanía se sentó, besando su cuello, estrechándola contra su pecho, sus manos apretando su espalda.  Sus movimientos y los gemidos de Regina en su oído volviéndolo loco.  Santiago se apoderó con sus labios de un seno, y ella se comenzó a mover más rápido, sintiendo ese dulce momento acercarse.  Sus cuerpos sudando, la respiración entrecortada, los gemidos que no paraban.  Vivían por esos momentos de entrega, donde expresaban el deseo y amor que sentían el uno por el otro.  Sintiendo sus cuerpos vibrar los dos llegaron a ese inigualable climax, estallando de placer cayeron rendidos, Regina sobre Santiago.  El acariciaba su espalda dulcemente mientras recuperaban el aliento.

Todo era perfecto en ese momento.  Sus vidas habían tomado rumbos distintos a los que habían planeado.  Y sin esperarlo ese profundo amor creció entre ellos, brindando esa felicidad que les hacía falta a los dos para sentirse completos.  Aunque había seres que se oponían a esa felicidad entre ellos y pronto actuarían en su contra para destruir esos sentimientos que tanto le habían costado a Regina aceptar.

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