Park Jimin es un chico universitario común, todo en su vida es perfecto hasta que un día se ve infectado con la penosa enfermedad de Hanahaki. Esta enfermedad que provoca a la persona toser y vomitar flores al tener un amor no correspondido; Solamen...
Hay cuentos que no son cuentos... Hay leyendas que son reales, pero sobre todo hay secretos que no deben ser contados.
Este es el caso de la enfermedad de Hanahaki, ¿Quién creería que podrías vomitar flores? Sobre todo... ¿No sería eso demasiado extraño e impactante? Es mejor guardar el secreto y no hablar mucho sobre la penosa enfermedad. Por eso nadie nunca escuchaba sobre ella. No tenía explicación, simplemente sucedía, o al menos eso pensaban las personas comunes; otras creían que era un castigo celestial y otros creían que eran de esas cosas raras, sobrenaturales que tenían que ver con brujerías.
Pero Jimin nunca escuchó sobre aquello.
Park Jimin tuvo una vida normal, no fue el mejor estudiante del colegio, pero tampoco fue el peor. Así fue como logró asistir a una universidad con una media beca, que le permitía trabajar para sostenerse. Tendría que mudarse de ciudad, pero valdría la pena.
Tuvo que cortar con su novio, de todas formas jamás creyó que fueran a tener un final feliz de película, no lo amaba; él simplemente quería tener a alguien con quien tener sexo y pasar el rato. No le importó que el chico sí lo amara a él y mucho menos le importó haberle roto el corazón el día que terminó con él, al menos le agradeció por todo lo que compartieron juntos, esto incluía la primera vez del chico. El chico no dijo nada, pero por dentro ese día algo murió en su interior, no volvería a amar de la misma forma, no luchó ya que creyó que Jimin lo dejaba por la beca y un futuro mejor. Jimin se encargó de al menos decirle eso.
Vaya mentirita piadosa...
Pero a veces el karma te juega la vuelta y tal vez Jimin no debió fingir amor por alguien y mucho menos debió romperle el corazón. Especialmente porque nunca se sabe cuando los dioses te querrán enseñar una lección. Nunca se sabe cuándo estás siendo observado y sobre todo: nunca sabes cuando has sido maldito por los cielos.
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