Prólogo

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Cuando abrió la puerta de la azotea y entró, una ligera brisa le removió el pelo, brisa que dentro de unos momentos sería insoportable.
Sin prestar atención al frío que sentía en los pies, (sobre todo en el izquierdo, su calcetín derecho abrigaba más) se arrimó al borde; había gente en la acera de abajo, se sentó, de todas formas, terminaría haciéndolo, y si no era hoy, se sentiría tan cobarde que el arrepentimiento sería insoportable, ese sentimiento le era muy familiar.
Levantó la mirada y vio que la acera de enfrente estaba despejada. Había llegado el momento.
Se puso en pie. Se dio cuenta de que se había acercado demasiado al borde cuando vio a la gente que se arremolinaba enfrente y a las personas que le pedían a los coches que se detuviesen. De los coches también comenzó a bajar gente.
Pensó que ese era el momento, mientras escuchaba gritos amortiguados.
— Si no lo hago ahora llamarán a la policía —, eso fue lo último que pensó en su vida.
Cerró los ojos, y saltó.
Noto una ráfaga de viento incómoda en la cara. Luego un fuerte e intenso pero rápido dolor por todo el cuerpo. Y luego nada.

La Desconocida De Los Calcetines De Colores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora