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El juicio fue llamado "El juicio del ángel caído" por parte del el concejo y las autoridades, llamado así por el bondadoso acto de amor del demonio híbrido para poder salvar al ángel que amaba. La diosa terrenal declaró que al demonio Luzu ya no se le consideraría un demonio, solo un ángel de alas negras o un "Ángel caído", de ahí el nombre de aquel tragico día.

Ahora las dos almas en penumbra estaban separadas, una en el  río de Erebo y la otra en el inmenso castillo de Gaéan, los dos acompañados de otras almas que vagaban por la eternidad.

El dios Erebo...Un día, el Dios Erebo, Dios de la soledad y oscuridad, creó la dimensión Erebus. Al principio, Esa horrible dimensión solo era oscuridad y vegetación horrorosa, pero luego, Erebo conoció a Gaéa, Diosa del caos, y ambos se casaron. Gaéa con su cetro, llenó el Erebus de bestias y de criaturas horribles, sembrando el caos. El río de las almas del Erebus era custodiado por Erebo, cuidando que estás no escaparan o que nadie las robara.

Gaéan y Gaéa, son hijos de la Diosa de la bondad Edilia y el Dios de la Guerra, Bert. Gaéa es la Diosa del caos, y Gaéan es el Dios de la guerra justa, pero tiene algunos desbordes. El castillo de las almas de Gaéan, aprisiona a las almas condenadas a la muerte por las flechas de la misma. Así mismo su castillo también sirve para apresar a los ángeles condenados o a los demonios corruptos. El castillo de las almas de Gaéan era una prisión que él regía con fuerza, firmeza y justicia, aunque algunas de las almas apresadas estuvieran ahí injustamente, al igual que la suya misma.

Ya en su gran templo, la diosa terrenal no dió explicación a nadie de a dónde iba, solamente entró en ese gran y horrendo portal verde y apareció en la horrorosa dimension del Erebus. Todo en esa dimension iba en contra de ella y de sus poderes, como diosa de las cosas hermosas de la tierra, ir al Erebus le daba miedo y hasta asco. Ver todas las bestias y el ambiente lúgubre se le hacía repulsivo.

Pronto, después de perderse muchas veces entre las distintas capas de tierra, encontró el río de las almas del Erebus, y un poco más allá una pirámide enorme hecha de arena y arenisca mohosa, con muchos rios de lava y agua sucia. Entró a aquel castillo, los guardias de la entrada reconocieron a la deidad y permitieron el paso de ella. Se pasó hasta el salón del trono en el que en efecto, estaba el Dios de la soledad y oscuridad. Erebo se personificaba en un hombre delgado y barbudo que pasaba su vida en la penumbra de su mundo, tenía la piel morena y los ojos café claro. Siempre andaba bebiendo algún licor que le traían de contrabando desde el mundo humano

—Terra…esperaría la visita de Heberon antes de la tuya—Soltó una vez la vio frente a él.

—Erebo—soltó el aire contenido—, Necesito un favor.

—¿Aún quieres cambiar la vegetación, Terra? Porque si es por eso, desde ahora diré no.—Espetó.

—No, no es eso—Aclaró viendo como el contrario se levantaba del trono—Es que, hay un alma en tu río que quiero llevarme—Explicó. Esta vez la cara del Dios de la soledad era de curiosidad—Murió por amor.

—Terra, si quieres esa alma, tienes que darme algo a cambio. Sabes cómo funcionan los tratos—Habló acercándose a donde ella estaba—Reactiva mi portal a tus tierras, y te doy al alma que murió por amor.

—…Está bien, pero que no se repita lo de la última vez—Se cruzó de brazos y miró amenazante—Su nombre es Willy, el ángel albino Willy.

El moreno no dijo más palabra y solo atinó a caminar hasta el gran río de almas que custodiaba. Tomo uno de los frascos que usaba para sacarlos con cuidado y a los pocos minutos le dió a la castaña un frasco con una esfera verde brillando en su interior. Ella iba a decir gracias, pero él ya se había metido al castillo una vez más. Como divinidad de palabra, le concedió a Erebo el permiso para poder acceder a la tierra y luego salió lo más pronto de aquel desolado mundo. Tenía otro lugar al que ir.

[...]

Las puertas del castillo de Gaéan fueron abiertas abrupta e inesperadamente, una deidad había entrado buscando algo y no se iría con las manos vacías. La diosa de cabellos castaños y ojos verde pasto se abrió paso entre los guardias del castillo y llegó hasta la torre más alta de este. Allí estaba el Dios de la guerra justa, con su piel de color trigo y cabellos negros y oscuros como la noche, junto a esos ojos azul mar brillantes, llevaba puesta una armadura negra.

—Lamento haber interrumpir lo que sea que estés haciendo—Habló la castaña llamando la atención del azabache.

—Hola, Terra. Yo estoy bien, ¿Cómo estás tú?—Burló mientras se volteaba a mirarla, a mirar esos ojos verde pasto.

—Me encuentro bien, y me encontraría mejor si pudieras hacerme un favor.—Insinuó con desdén.

—No estoy del todo seguro de lo que insinúas—Le dijo con aquel tono burlón que caracterizaba a la deidad.

—Estoy del todo segura de que estás del todo seguro de lo que insinuo—Reclamó con más fuerza está vez.

—¿Qué quieres ahora, Terra?—Pidió explicación con cansancio.

—Al igual que a mí, sé que no te gustan las injusticias—Comenzó a explicarle. Él por su lado soltó un leve "ajm" de manera afirmativa—Una de las almas que habita tu castillo está aquí por una injusticia.

—No puedo sacar almas de mi castillo, se supone que ya deberías saberlo—Frustrado pasó por un lado de la divinidad decidido a bajar de la torre.

—El fue condenado a estar aquí porque amó a quién estaba prohibido amar—Exclamó viendo como el azabache bajaba. Al oírla paró su caminar— Así como tú estás condenado a cuidar a estas almas solo por amar a quien no debiste. Déjame salvarlo a él, ya que contigo no puedo...Gaéan, por favor.

—¿Cuál es su nombre...?—Preguntó sin mirarle.

—Es el demonio híbrido de ángel, Luzu—Explicó suplicante.

—Lo liberaré por tí, pero eso no significará nada. Aún no consigo perdonarte, lo lamento.—Al terminar la oración, siguió bajando cabizbajo las largas escaleras hasta llegar al salón del trono de aquel castillo con la diosa terrenal detrás de él.

Luego de unos minutos en los que Gaéan tenía los ojos cerrados, en su mano apareció de repente un frasco con una esfera en él, que tenía un color extraño, era como si el azul y el rojo se pelearán por existir en el pequeño ambiente. Gaéan le dió el frasco a Terra y ella susurró un gracias antes de marcharse de aquel gran castillo, ahora iba con dirección a su templo. Habían cosas que tenía que acabar.

Demons N' Angels [Luzurex]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora