(Volví)
Luego de cinco años encerrada en aquel manicomio, soy libre ¿Pero a qué precio?
Mamá murió hace meses y aunque suene cruel, es lo mejor que me ha pasado. Porque en realidad nunca tuve depresión, solo estuve fustrada y enojada de no haber recibido el suficiente amor que un hijo demanda. Obviamente, la culpable de eso ya no está y con eso vinieron mis ganas de dar lo mejor de mi para poder salir del psiquiatra.
No les mentiré, no fue fácil. No soy una persona con una devoción a la paciencia y amor al prójimo, y en esta situación sentía que todos se ponían de acuerdo para hacerme enojar. Pero, unos libros de Fen shui y varias citas con el psiquiatra asignado me hicieron entender lo importante que era para mi mantener la compostura.
Aquí estoy, ocho meses después de ese gran esfuerzo, dando mi gran paso. Mi gran paso a la libertad. Aunque, no estoy segura de que hacer cuando pise el asfalto con sabor a triunfo, estoy muy emocionada (por primera vez en mi vida) de ver a Lucía de nuevo, conseguir un empleo y tal vez, quien sabe, hacer cosas extraordinarias.
–¡Hey, hey, hey! Mira a quien tenemos aquí.–Maxwell, quien fue mi compañía en estas últimas semanas, me saludaba con mucho entusiasmo. Le mostré una sonrisa y le señale la puerta a mi izquierda de Mr. Gorgs, con quien debía hablar antes de poder cantar victoria. Maxwell, hizo señal de silencio y se escabulló por un pasillo más adelante hacia los comedores.
Entré, no sin antes tocar la puerta, a la oficina del viejo testarudo que todos, incluso los empleados odian, para conseguir mi veredicto final. Mr. Gorgs, quien leía un documento, me vio entrar y me invitó inmediatamente a tomar asiento frente a el.
–Samantha.
–Joseph.
–Es un placer verte aquí, nunca pensé que lo lograrías.–Quería con todas mis ganas responderle de una manera desafinante o simplemente sarcástica, pero mi fuerza de voluntad dominaba mi ser.
–Yo tampoco, pero heme aquí.– Sonreí de manera amigable, a lo que el respondió de la misma manera.
–He analizado tus referencia de las últimas cuatro semana y los estudios de los doctores y debo decir que tu ingreso aqui fue más una rabieta que la supuesta depresión que tu difunta madre alegó.
–Pensé que mi tía había ordenado ingreso aquí.
–efectivamente, pero sin la firma de tu madre y su consentimiento escrito no hubiera sido posible.
–entiendo.
–Eso es todo.– Cerró la carpeta de golpe y me pidió mi muñeca para quitarme el brazalete.–Eres libre, tu tía vendrá a las 5pm hoy, ya había llamado a mi secretaria.
–Bien.–Fue todo lo que dije, pues inmediatamente caminé hacia afuera, especificamente al comedor para ver a Maxwell.
Maxwell era una especie de amigo que había hecho al momento que mi madre murió. Me volvi muy agresiva en esos días, sentía más específicamente la necesidad de desahogarme con cualquiera que se atreviera a hablarme. Maxwell, sin embargo, fue muy paciente conmigo y dejó que lo insultara un millón de veces con tal de poder ser mi amigo.
Eventualmente terminé pidiéndole perdón, pues mi corazón sigue siendo puro a pesar de todo. En cambio el me seguía escuchando, compartiéndome historias de su vida y proporcionandome cigarrillos de los cual nunca pude entender de donde sacaba.
Si me lo preguntan, Maxwell sufre de trastorno bipolar, y muchas veces suele ser muy asvitrario y susceptible. A pesar de que llega a molestar, en cierto punto el me proporcionó la habilidad de ser perseverante para poder llegar a mi destino.
–Maxi Maxi.– Le digo una vez que llego a su mesa. Me siento frente a el y como de sus papas mientras lo miró fijo. El, como siempre, no puede mantener el contacto y desvía su mirada a la ventana. Me río ligeramente.–Me voy.
–¿qué?– Esta vez si me mira y noto tristesa.
–Hoy en la tarde. He pasado todos los examenes, y estoy relativamente sana.
No me dice nada, más bien se para y me da la espalda. Sabia que no sería una noticia fácil, pero no tenía tiempo para formular una manera suave de decírsela.
–Hey, sé que...
–¡No me hables!–Me grita y los guardias se alertan de inmediato.
–Maxi...– Le señalo con mis ojos a los guardias a la derecha y de su disposición a llevárselo si empieza a gritar más fuerte.
–¡No me llames así, no tienes derecho! ¡Eras mi amiga!– Lo toman de los brazos y Comienzan a llevárselo. Lamentablemente, no pude hacer nada por lo que me mantengo mirándolo mientras se va, con mis ojos a modo de disculpa.–¡Eras mi amiga!
Lamentablemente, solo me queda susurrar un débil "lo siento".
°
A las 5pm, como fue prometido, lucía me esperaba afuera en su vehículo. Me sorprendí al verla pues parecia como si hubiera envejecido drásticamente en los últimos ocho meses. Ella por su parte me esperaba con una sonrrisa pero mi cara no pudo ayudar, incluso aun me sintiera feliz de verla.
Intento abrazarme pero sólo le di una pequeña sonrrisa, y luego entré al auto en el asiento trasero. Honestamente, no tenia ganas de nada, no era como si tuviera un sentimiento de rencor contra ella, era solo que estaba vacía; no sabía como responderle.
Ella por su parte solo empezó a conducir sin decir una palabra en todo el camino. Una vez que llegamos a su casa, entré de inmediato, ya que quería darme un baño profundo con agua caliente. Realmente lo necesitaba. Sin embargo, me sorprendí al ver un pequeño pastel en una pequeña mesa en la cocina. Tenía mi nombre en el tope y dos números, probablemente comestibles.
Lucía entró a la cocina en ese momento y me dio una sonrisa. Una muy cálida y reconfortante sonrisa.–Feliz Cumpleaños, dos meses más tarde pero...–Movia sus manos de forma nerviosa y evitaba mirarme fijamente a los ojos.–Ya sabes...
–¿se te olvidó mandarme una carta o, más sensatamente, irme a visitar?
Mi tono fue seco, cortante y sin compasión. Lucía se veia apenada, tomó el pastel y lo entro en el refrigerador sin mirarme en ningún momento.
–Gracias.–Fue todo lo que dije antes de retirarme. No sé cuales eran o son las intenciones de Lucía, pero honestamente no confió en ella nunca más.
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Samantha
Kısa HikayePasó ocho meses encerrada; privada de toda libertad y derecho por culpa de su madre. Pero, ahora ella esta muerta, y Samantha no tiene quien la frene para vivir todo aquello que se le fue arrebatado. Para leer está historia es obligatorio que leas...