Capítulo diecisiete

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La serpiente y el perro.

Hermione se quedó helada, literal y metafóricamente cuando una bola de nieve chocó contra su nuca.

-¡Sirius!- Se quejó. Pero al hombre poco le importo.- Eres cómo un niño.- Masculló quitándose la nieve de su espalda.

-Soy peor.- Bromeó mientras sus ojos brillaban con una vitalidad que la dejaron atónita y maravillada. Hermione le sonrió divertida y lo abrazó con fuerza. Sirius no resultaba tan pueril cómo parecía a simple vista, simplemente era una persona alegre y vital; y eso reconocía que era una de las cosas que le gustaban de él. A pesar de todo por lo que había pasado, y sufrido, seguía sonriendo y eso... Sinceramente; le llegaba al corazón.

Caminaron abrazados todo el camino de vuelta al castillo, paseando tranquilamente dando un gran rodeo, disfrutando del pueblo, del tiempo y de la cita en general. De vez en cuando Sirius comentaba algo gracioso, o gastaba alguna broma que Hermione no podía evitar reír.

Estaba muy a gusto con él, sus nervios hacía tiempo que se habían esfumado. No sentía remordimientos, ni culpabilidad por estar disfrutando de su tiempo con él. Igual que tampoco se arrepentía lo más mínimo de haberlo besado. De hecho... Estaba segura de que lo volvería a hacer en unos segundos, unos minutos, o unas horas, pero lo volvería hacer.

Sirius dio un grito en el aire cuando una gran masa de nieve cayó sobre su cabeza. Miró hacia arriba, no había nada sobre sus cabezas. Un gemido delator a su lado le indicó lo que había pasado. La joven se había separado un poco de él, llevándose las manos a la boca tratando de tapar la sonrisa traviesa y la risilla que pugnaba por salir de su garganta.

-Traidora.- Encaró divertido.- Me has atacado cuando tenía la guardia baja.

-Esto es por lo de antes.- Se burló sacándole la lengua.- Aún tengo la nuca fría.- Le reprochó. Sirius la miró con tanta intensidad que la respiración de Hermione se cortó. Black la agarró por la cintura, la giró rápidamente y la apretó contra uno de los tronco de árbol que flanqueaban el camino. Agachó sus labios a los de ella y la besó. La verdad es que con extremado placer se perdería en aquellos labios para siempre. Hermione sonrió al sentir las cosquillas de la barba. Nunca había besado a un hombre con barba hasta hacía unos minutos, eran tan diferente, y le gustaba tanto... Le daba la sensación de estar con alguien maduro. Agarró a Sirius del cuello, enredando una mano en su pelo y otra cogiéndolo de la nuca para apretarlo contra ella con posesión y un deseo incipiente que jamás había sentido.

De nuevo se separaron, sólo que esta vez el exagerado rubor que cubría las mejillas de Hermione no eran provocadas por el frío.

Siguieron avanzando por el camino hasta llegar al castillo.

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Hermione salió de la chimenea refunfuñando y tratando de quitarse el hollín de sus ropas. Odiaba la red flú por eso.

-¿Y Sirius?- Preguntó Ginny mientras levantaba la vista de una revista de Quidditch que estaba leyendo. ¿Ni un qué tal?, o ¿todo bien? No; ¿Y Sirius? ¿Eso era todo lo que le interesaba a su amiga cotilla?

-¡Ginny!- Le reprochó divertida mientras le tiraba un cojín y se alejaba un poco.- Me voy a la cama, estoy cansada. Te veo mañana...

-Pero...- Protestó. Pero la bruja ya había desaparecido escaleras arriba con una amplia sonrisa.

Llegó a su habitación, se tumbó sobre la cama con la ropa y trató de reprimir un grito de entusiasmo mientras se tapaba la cara con la almohada. Había sido una tarde espectacular. Y para que engañarse, no había sido lo que esperaba.

El último añoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora