Capítulo tres

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Para Anita Snape,

Si este fic consigue sacarte una risa, me daré por satisfecha.

Un libro y un reloj

Se levantó feliz aquel 19 de septiembre. Ese día era especial, no era cómo cualquier otro.

Ese día cumplía 20 años. Era una cifra redonda.

Se sentía vieja entre tantos alumnos. Era la mayor de todos los estudiantes. Y si el cierre de la escuela no se hubiera prolongado lamentablemente un año, hubiera empezado su último año con 18, y no con 19 años. Pero no era cómo si pudiera hacer algo con ello, no era culpa de nadie. Suficientes gracias había que dar que la escuela estaba en pie y ella podía estar ahí. Era una privilegiada. Mucha gente no estaba viva para poder hacer lo mismo que ella.

Pero si. Se sentía una estudiante vieja entre tantos niños. Pero había que reconocer que a veces no se sentía cómo una estudiante, sino mas bien cómo una asistente de profesor. Pasaba tantas horas en el despacho de Snape trabajando, que a veces se olvidaba que no era un trabajo como tal, que sólo eran unas prácticas.

Tras aquella extraña situación con su profesor y aquella tarde donde lo había asistido, ninguno de los dos había mencionado nada. Había sido, literalmente, cómo si no hubiese ocurrido. Ella tenía preguntas, pero no se veía siendo una hipócrita preguntándole que era lo que pasaba, que era lo que ocultaba tras aquella cara de dolor y aquella poción transparente, cuando ella misma ocultaba las marcas de su brazo.

Aunque ella tenía una idea de lo que ocultaba él, pero él no tenía ni idea de lo que ella ocultaba.

Despachó esos pensamientos y los sustituyó con cosas alegres, era un día especial. Bajó las escaleras de la sala común. Conociendo a sus amigas la esperarían para felicitarla el cumpleaños con entusiasmo y recibiría las cartas de sus amigos. Eso la hizo sonreír aún más.

Pero desgraciadamente iba a pasar su día de cumpleaños metida en las mazmorras prácticamente todo el día. Es decir...

Involuntariamente iba a pasar su cumpleaños con Severus Snape, por supuesto. Podía haber descansado un poco de él, era viernes y los viernes tenía defensa y tutoría con Snape, pero el profesor Dumbledore había cancelado la clase por un asunto en el ministerio cediéndole sus horas al pocionista: Que maravilloso regalo de cumpleaños, se había dicho a sí misma. Hermione bufó y rodó lo ojos. No iba a amargarse antes de tiempo.

¡Era día de pasarlo bien, de estar con sus amigos y disfrutar!

Llegó a la sala común esperando ver a sus amigas, pero no había nadie. Fue a desayunar al gran comedor, sabiendo que posiblemente ya estuvieran allí. Pero cuando se sentó en la mesa, no había ni rastro de ellas.

Las lechuzas la sacaron de su sorpresa. Era la hora del correo, sonrió al ver a Hollow, la nueva lechuza de Harry. Pero su sonrisa se fue cuando sólo traía en sus patas su habitual periódico.

Ninguna postal, ninguna carta.

Frunció el ceño y se levantó de la mesa.

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-Concéntrese.- Le ordenó mientras notaba cómo la bruja miraba a otro sitio.- ¿Va a contestar hoy o cuando a su eminencia le venga bien?- Soltó con ironía mientras la miraba expectante.- Su falta de concentración me resulta molesta. ¿Algo que decir?

Hermione lo miró y pestañeó. Llevaba un buen rato en otro mundo y no le estaba haciendo el menor caso a Snape.

-¡Granger!- Gritó golpeando la mesa.- Me estoy empezando a cansar. ¿Tiene algo que decir?

El último añoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora