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Esa mañana, Jimin había despertado de un excelente humor.
Para empezar, su nana le había preparado hot-cakes con arándanos para el desayuno y vaya que era de lo mejor, había tenido tiempo para darse una ducha calientita y pudo untar su cuerpecito de esas cremas y lociones que tanto le encantaba usar para verse bien.

No quería dar una mala impresión a su alfa ¿O sí?

El camino a la escuela fue muy agradable y la gente le sonreía o saludable amablemente mientras le veían pasar. Sigh~ que bueno sería que su alfa le saludara igual.

El pensamiento de cierta personita llegó a su cabeza.
Aquel gatito alfa de melena negra como la noche oscura en noviembre, sus ojos plateados como la luna llena de octubre, su pálida tez como el azúcar, aquella voz ronca dominante y su espalda ancha... Uff.

Muchas personas podían ver a Jimin como un ser inocente, tierno y vulnerable, porque la verdad era que su aspecto era el de todo un angelito.
Aquel rubor que siempre lo acompañaba le daba una apariencia tierna y su aroma aún combinado con leche materna asombraba a demasiados cuando anunciaba su reciente presentación como omega.

Su cabello rosado le ayudaba aún más a su piel de porcelana y su pelaje dorado en sus orejitas y colita contrastaban a la perfección.
¡Y no olvidarse de esos ojitos azules! Dioses, aquel cachorro omega era sin duda un trozo de divinidad.
Lástima –para los demás– que ya había un alfa para aquel angelito.

—Buenos días Seokjinie-hyung~ —saludó dulcemente cuando se encontró a su mayor en la entrada.

—¡Buenos días hermoso bebé! —corrió en su dirección aquel castaño para abrazarlo y acariciarlo cual gatito mimoso.

Un leve ronroneo salió del pechito del más bajito cuando las manos de su amigo se pasearon por detrás de sus peludas orejas, enviándole una descarga de satisfacción por ser acariciado de una manera tan dulce.

—¡Ay mi corazón! ChimChim~ vas a matarme un día de un ataque de ternura.

Y apenas aquellas palabras fueron dichas por los abultados labios de su amigo, el leve tono carmín se pintó en sus cachetitos rellenos como ya era costumbre.

—Es hora de ir a clases cachorro —le anunció el mayor para después darle una palmada en la espalda baja, incitándolo a caminar hacia su aula.

—¡Ya voy Jin-huyng!~

—Eso es bebé, si no tu alfa va a asesinarme por quitarte los ojos de encima.

Y una vez más, damas y caballeros, el sonrojo de Park jimin había regresado.

Haciendo una tierna eyesmilese despidió de su mayor para comenzar el camino a su salón dando brinquitos cual caperucita.
Una vez la figura esbelta del omega abandonó el pasillo, el castaño se permitió respirar tranquilamente y avanzar hacia su respectivo salón, estando seguro de que el trascurso no le sucedería nada a Jimin.

Oh, qué equivocados estábamos.

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¡Hágame su omega Hyung!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora