Primer día

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(Perspectiva Alsira)

Hoy será mi primer día como Doctora en el hospital de Forks, estaba emocionada, pero he de admitir que también estaba nerviosa. Sabia los prejuicios que afrontaría debido a mi edad, era joven, sí, pero estaba bien cualificada, había hecho el MIR en el mejor hospital de Baltimore y las notas habían sido todas excelentes.

También soy consciente de que la teoría y la práctica son dos cosas completamente diferentes y no había dos casos iguales, cada persona reaccionaba de forma distinta ante una enfermedad o tratamiento y eso era lo que más me gustaba, ese reto que suponía encontrar la causa y poder ayudar en la recuperación.

Estaba lista, o eso me decía constantemente a mí misma, llevaba un maletín con los documentos del contrato con el hospital, algunos libros de medicina que había comprado recientemente, una fotografía de mis padres y yo cuando era una niña y por supuesto mis herramientas de trabajo.

Me miré al espejo antes de salir de casa, llevaba una ropa un tanto formal que consistía en unos pantalones de traje negros, una camisa de un azul claro que combinaba con los detalles de mis zapatos, mi pelo rubio seguía igual que siempre, nunca me había atrevido a teñirlo, a mi madre le encantaba y me repetía siempre que una vez comenzase a teñirlo lo estropearía.

Me sonreí una vez más frente al espejo para darme ánimos y me monté en mi coche, el pobre llevaba en la familia más de 20 años, pero aun así me ayudaba mucho tenerlo, sería una lata depender del transporte público para asistir al trabajo y ni pensar en un taxi, sería demasiado caro tomar un taxi a diario hasta el hospital.

No tardé mucho en llegar, al final de cuentas Forks era un pueblo y aunque el hospital estuviese situado a las afueras no suponía más de 15 minutos en coche desde mi casa. Había pocos coches en el estacionamiento, casi todos tendrían el mismo tiempo que el mío.

Al entrar en el hospital, el característico olor a desinfectante me envolvió, era extraño que ese olor, para tantas personas desagradable, a mí me produjese calma, era como un sinónimo de pertenencia al lugar, había pasado cinco años estudiando medicina y uno de pasantía  rodeada de ese olor y ya me había acostumbrado sobre manera.

Una vez dentro del hospital hablé con la recepcionista, la señora Martha Clove, llevaba en ese hospital desde que yo era una niña, así que me recibió con una amable sonrisa y me indicó como llegar al que sería ahora mi despacho y mi consulta.

-Es bueno tenerte por aquí- dijo Martha- se te echaba de menos en el pueblo.

-Algo me dice que echabais de menos los postres que llevaba a las reuniones- dije sonriéndole.

-Eso también- admitió uniéndose a mi risa- es bueno ver que ya te encuentras mejor, lo de tu madre fue duro para ti.

-Lo fue- admití sintiendo ese nudo en el estómago como cada vez que hablaba de ella- pero ella hubiese querido que siguiese adelante y eso he tratado de hacer.

-Lo has hecho muy bien querida- dijo poniendo su mano en mi hombro- estaría muy orgullosa de ti.

-Gracias Martha- dije sintiendo mis ojos un tanto aguados.

-Oh, buenos días doctor Cullen- dijo Martha sorprendida.

Miré en la misma dirección en la que ella lo hacía y por un instante sentí que mi corazón dejaba de latir, frente a nosotras había aparecido un ángel vestido de doctor, era hermoso, su cabello rubio perfectamente peinado, sus rasgos faciales delicados pero masculinos, sus ojos que denotaban preocupación, pero que te atrapaban en ese color ocre imposible y como colofón su voz, dulce, delicada, masculina y con la capacidad de hacer temblar mis piernas.

Mi amanecer eterno ( Carlisle Cullen )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora