Mi abuelo dice que el ajedrez cuenta la historia del jugador. Optar por una posición defensiva o no corresponder al ataque, es producto de su educación, lealtad y empatía. Claro que solo es un juego.
Un grupo juega partidas rápidas bajo la sombra de los arces rojos en pleno Boston Common. Salí temprano a correr por el parque. Joan, mi amiga y capitana del equipo de atletismo, me instó a que espabilara o me daría la patada, literalmente. Su competitividad no tiene límites, y más aún desde lo de su hermana.
Hace dos semanas, admitieron con honores a su hermana mayor en Berklee, una universidad de renombre dentro del mundo artístico. Y aunque no quiere admitirlo, no haber sido la primera en cruzar la meta, no le hace especial ilusión. Siempre tuvo claro que la música clásica no era su vocación. A su juicio, su mundo es demasiado elitista para ella.
Escucho "Something's Triggered" de Cecilia Krull en mi móvil de vuelta a la residencia Ianson. Mientras subo las escaleras, mi vecina, la Señora Dumsay, me regala su fría mirada matutina. Una mujer de setenta años que dedica la mitad de su día a criticar a medio vecindario. Es dueña de un par de adosados al final de la calle, y por ello cree que tiene el derecho a juzgar a aquel que pase delante su puerta.
Acelero el paso, incómoda. Nada más llegar, guardo las deportivas en el zapatero de la entrada.
—¡Feliz cumpleaños! —anuncia Alanah entrando al recibidor.
Los Ianson y mi madre la siguen con sombreros de fiesta desde el salón. Alanah sostiene una pancarta con mi nombre en mayúsculas. Yacob, a quien no parece hacerle mucha gracia, sujeta el otro extremo con Timothy en su hombro. Me pregunto si todos los camaleones te observan tan fijamente.
—¡Dime que te hemos sorprendido! Mi padre no sabe guardar un secreto, pero esta vez me he encargado de que no lo estropease—dice.
—Sigues castigada, pero hoy puedes hacer un descanso—añade mi madre.
Me quito los auriculares sin saber exactamente qué decir.
—Gracias. En serio. Pero tengo que ducharme y he quedado para hacer un trabajo así que...—comienzo a subir las escaleras.
—¿En tu cumpleaños? Si hay tarta y aún tienes que soplar las velas—dice Alanah.
—Es que no puedo saltármelo, pero de verdad que gracias a todos. Por todo esto y, me ha encantado lo de los sombreritos.
Subo un par de escalones hasta que mi madre me detiene. Se apoya en la barandilla de la escalera.
—Kara, solo será un momento.
—Es que llego tarde. Lo siento—me aparto subiendo al segundo piso.
Una hora más tarde estoy sentada en la cafetería junto al instituto. Joan teclea desde su portátil añadiendo información al trabajo de historia. Sept se dedica a revisar redes sociales cada cinco minutos. Si algo ocurre en el instituto, ella lo sabrá. A veces es peor que Mya, y eso es mucho decir.
Doy vueltas al lápiz entre los dedos. Quizás no debí haber sido tan borde con los Ianson, pero lo que menos me apetecía era quedarme en casa. Al final es mi día, ¿no? Técnicamente, yo puedo decidir una vez al año, así que escojo no celebrarlo.
—¿Hoy es veinticuatro? —pregunta Sept arrugando la nariz.
—No—miento.
—Kara, ¡es tu cumpleaños! —se levanta de la silla—Esto es un desastre. Tenía todo preparado. Iba a comprar cupcakes y llevaríamos globos con purpurina dentro.
—¿Purpurina? —hago un mohín.
—Puedo ir y volver a casa en treinta minutos. Joan, encárgate de que no se mueva de la silla.
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Por todas aquellas razones
Teen FictionKara y Noah tienen algo de historia juntos, y ahora que han vuelto a coincidir, su intención es que nadie sepa de ella. *** Tras volver de un intercambio escolar en el extranjero, Kara descubre que su madre va a casarse con, ni más ni menos, el padr...