Prólogo

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Aro

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Aro

Las columnas de la sala se alzaban hacia el techo con gran majestuosidad. Esas columnas del tipo dórica siempre me habían representado. Admiraba la hermosura y la sencillez de ellas. Levanté mi cabeza para contemplar el techo, alto e impactante. Cerré los ojos y cogí todo el aire que pude. La estancia entera olía al mejor perfume amado por un vampiro. Las diferentes esencias se mezclaban haciendo un coctel de sabores, de olores. Era embriagador, abrumador y horriblemente exquisito. Apreté con fuerza los párpados para volver a oler de una manera profunda. Me gustaba sentir el ardor en mi garganta, era una de las pocas cosas que hacía que me sintiese vivo, si se podía decir vivo dado que era un ser congelado en el tiempo.

Bajé la vista y contemplé con magnificencia la estancia. Un centenar de cuerpos humanos estaban esparcidos por todo el salón. Las paredes, blancas de mármol estaban bañadas en sangre. Recorrí con mi mirada cada cuerpo reconociendo quién de mis hermanos se habían alimentado de ellos.

Allí representado estaba la gracilidad de Jane, la brutalidad de Félix, la delicadeza de Alec, el desprecio de Cayo, el pasotismo de Marco. Cada uno matábamos a nuestra comida de una manera u otra. Con más compasión o con violencia. A mí me gustaba la precisión. En mis pies descansaba cuatro cuerpos suavemente posicionados. Me gustaba morderles suavemente su cuello y observar.

¿Sabéis ese mito que se cuenta, de que cuando estás al borde de la muerte, ves tu vida en imágenes pasar? Es completamente cierto. Ese momento me encantaba ser espectador. Con mi don podía ver cualquier pensamiento que había tenido. Veía sus sentimientos en su pasado lejano, pero a la vez podía ver casi al instante esas imágenes que viajaban por su mente.

Era como si estuviera en un cine. La película era sus últimos momentos felices vividos y mis palomitas el rico fluido que sacaba de sus venas. Así que, cada vez que cazaba, era algo más que alimento, si no, diversión.

Hoy había algo distinto en el ambiente. Desde que empezó la caza no me pude concentrar. Un humano asistente en la sala había captado mi atención. Se había mantenido firme en su sitio, a pesar de que se había desatado el mismísimo infierno a su alrededor. No pude descifrar su reacción ¿Estaba en estado de shock o nos observaba para ver si tenía alguna posibilidad de escapar?

Miré con determinación al humano que estaba de rodillas ante mí. Él se mostraba demasiado calmado. A pesar de que acababa de saciar mi sed, ver ante mí aquel humano con el sonido de un tentador corazón, se me hacía la boca agua.

—Nos ha quedado uno — soltó Cayo.

Corrí hacia el superviviente y gruñí a mis hermanos, señal de que era mío. Ellos no protestaron y se sentaron en sus tronos. Jane y Alec se mantenían a mi lado derecho como si fueran estatuas. Estaban así para controlar sus emociones dado que se morían por hincar el diente a mi bocadillo.

El humano, a pesar de la matanza que había presenciado, me miraba con desafío y no con terror. Me acerqué y le cogí la mano y pude escuchar todos sus pensamientos. Tenía algo especial, algo sobrenatural, era lo que estaba buscando durante éstos últimos años. No me equivoqué en observarle durante todo éste tiempo. Él me iba ayudar a conseguir lo que más ansío. Éste insignificante humano era mi salvación.

—Creo que tú y yo seremos buenos amigos — dije con mi voz cantarina acercándome lo máximo posible a su rostro.

Él ni siquiera parpadeó y vi en sus pupilas mis ojos rojos reflejados. Abrí mi boca y le enseñé los dientes. Esperé que me suplicase por su vida, pero no lo hizo. Cada vez me caía mejor éste humano.

—Algo me dice que me necesitas... — dijo en un susurro — porque si no, hubiera acabado como esos de allí atrás.

Señaló a los cuerpos sin vida que se situaba detrás de mí.

—¿No tienes miedo? — pregunté observando cómo la vena de su cuello palpitada lento y pausado — ¿No piensas que somos monstruos?

Él sonrió, pero no le llegó a los ojos. Tal como había visto en sus pensamientos el criterio del miedo, terror, asesinato y dolor eran muy diferente al ser humano promedio. Sus valores eran parecidos a los míos.

—Nada de lo que sea testigo o de lo que me hagas puede ser peor de lo que puedo llegar hacer yo — dijo mirándome sin tapujos y seguidamente desviando su mirada hacia mis hermanos.

Le dí la espalda haciendo una gran carcajada. Marco y Cayo me miraban impasibles. No tenían ni idea de lo que pretendía, pero confiaban en mí. Así que decidieron disfrutar del espectáculo que se les ofrecía.

Valoré los pros y los contras de lo que quería hacer con éste humano. Él me ayudaría a conseguir mi objetivo tan deseado. Verdaderamente valía la pena. Así que volví a girarme y cogí al humano por el cuello alzándolo del suelo.

—Si te digo que puedes ser peor, pero teniendo al mundo a tus pies para toda la eternidad ¿Aceptarías el trato que te ofrezco?

Apenas le estaba apretando el cuello, pero sentía que se estaba ahogando. El forcejeaba, pero no chillaba, ni tampoco pretendía sacarme la mano. Sabía perfectamente que yo tenía más fuerza que él, no quiso intentar escaparse. Chico listo.

—¿A cambio de qué? — Preguntó con dificultad.

Enseñé los dientes con simpatía. Sabía que había ganado.

—De tu lealtad.

Se quedó callado un buen tiempo, lo justo para que sintiese que ya no le llegaba oxígeno. Decidí aflojar mi agarre, pero no le volví a poner en el suelo. Hasta que no me contestase no lo haría.

—Quiero una cosa a cambio — dijo con seguridad, aguantando las ganas de toser.

Le miré extrañado, dado que ya le había ofrecido lo mejor que tenía. La vida eterna.

—Pide — dije deseando acabar con esto.

—Libertad — dijo secamente — libertad para no sentirme culpable por lo que soy, por lo que hago. Por ser una maldición andante.

—¡Hecho! — dije bajándole al suelo y separándome un poco de él — Jane...

Entonces mi bella Jane hizo los honores. El humano comenzó a retorcerse de dolor a causa del don de mi vampiresa. Me acerqué a él. Le cogí en brazos y olí su cuello. Sabía que no podía detenerme mucho, dado que si lo hacía lo acabaría matando. Lo necesitaba vivo y sediento. Sentí como la ponzoña llenaba mi boca, ya estaba listo.

Así que miré a mis hermanos dándole permiso por si no pudiera controlarme a pararme y mordí con ganas al cuello. Él chilló aún más de dolor. Succioné un poco de su sangre. Su sabor era ácido pero placentera. Reconocía éste sabor. Todos los que formaban parte de mi guarda se asemejaban a éste. Era el sabor de un ser excepcional, con un don hermoso y que será para mí.

Bienvenido a mi corte de Vampiros extraordinarios — pensé.

Seguidamente me separé de él volviendo corriendo a mi trono y dejando al humano retorcerse de dolor empezando su transformación.

Seguidamente me separé de él volviendo corriendo a mi trono y dejando al humano retorcerse de dolor empezando su transformación

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Luna Azul // FanFic de CrepúsculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora