Capítulo 10

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T/N POV

El vestuario de las chicas era bastante pequeño y las filas entre las taquillas son bastante estrechas. Afortunadamente, mi taquilla estaba al final de la fila, así que tenía un poco más de espacio.

Ariana volvió a mi taquilla con un botiquín que tomó de la entrada del vestuario. Me miré en el espejo y pude ver que mi mejilla estaba hinchada y que tenía un pequeño corte, pero nada profundo, lo suficiente como para desangrarme un poco.

La esquina de mi mejilla estaba magullada y comenzaba a ponerse morada. Había sangre en el cuello de mi camisa blanca del uniforme.

Me senté en el banco que estaba frente al espejo. Ariana sacó una toallita desinfectante y se sentó a mi lado.

—Esto puede picar un poco.— Era muy gentil y suave en su movimiento como si yo fuera la cosa más frágil del mundo.

La toallita picaba, pero me aguanté, pero aún así me estremecí, lo que hizo que Ariana me quitara rápidamente la toallita de la mejilla.

—Está bien, Ari.— Ella procedió a intentarlo de nuevo, hice lo mejor que pude para no estremecerme esta vez.

Cuando terminó, sacó una pequeña tirita para colocarla en mi corte.

—Necesitas un poco de hielo.— Dijo, con una voz muy baja. Su voz aún sonaba rota. Odiaba verla así. Solo quería verla sonreír de nuevo.

—Déjame ponerme una camisa nueva y vayamos a por hielo.— Las conversaciones eran incómodas. Sabíamos que teníamos que hablar de lo que acababa de pasar pero ninguna de nosotras se sentía preparada para hacerlo.

Esta pequeña charla era una mala solución para evitar lo obvio.

Abrí mi taquilla y cogí una camisa nueva. Por suerte estaba limpia y ya estaba planchada, así que no tenía que preocuparme. Ariana estaba sentada en el banco, mirando a sus pies y limpiándose las mejillas con la manga.

Me quité la chaqueta y me desabroché la camisa blanca. Me encontraba en sujetador al lado de Ariana y de repente me sentí muy cohibida y expuesta.

Rápidamente saqué mi camisa nueva de la percha y me la puse. Miré a Ariana de nuevo esperando que no me viera. Me encontré con su mirada por un rápido segundo.

Había estado mirándome y se estaba sonrojando. Yo me sonrojé a su vez, también me sentía halagada de que alguien como ella pudiera sonrojarse por alguien como yo.

Terminé de abotonarme la camisa, me puse la chaqueta y la corbata y cerré mi taquilla.

—¿Estás lista para irte? Gracias por desinfectarme ese corte.— Intenté sonreír. Ella sonrió débilmente a cambio, pero rápidamente se desvaneció al ponerse de pie.

Nos dirigimos al bar. Era casi la 1 de la madrugada, así que sabía que no habría nadie en el bar o en el restaurante.

Ariana se sentó en el taburete del bar mientras yo iba a buscar hielo a la máquina de hielo. Encontré un paño, le puse hielo y me lo apliqué en la mejilla. Se sentía maravilloso.

Ariana me miró, intensamente, si puedo añadir. Sus ojos aún estaban muy vidriosos por el llanto y sentí que podía empezar de nuevo en cualquier momento.

Había habido silencio por un tiempo. Encendí la cafetera y dejé que el ruido llenara el espacio que nos rodeaba.

Se mordió el labio mientras parecía que intentaba evitar decir algo. Pero permaneció en silencio. Miré hacia otro lado y centré mi atención en la máquina.

Una vez que el café estaba listo, le ofrecí la taza de café.

—¿Supongo que leche de soja o de avena?— Pregunté. Ella asintió en silencio.

—De soja estaría bien.— Dijo con una voz muy débil. Le puse el cartón de leche de soja a su lado para que lo añadiera a su gusto, así como azúcar si lo deseaba.

Después de eso, hubo un silencio durante unos minutos. Me concentré en hacerme un poco de té mientras Ariana tomaba su café.

—Te has hecho daño por mi culpa, pero sigues cuidando de mí. Tienes un alma tan cariñosa.— Su voz finalmente se quebró.

—No hago eso por nadie, ¿sabes?— Añadí, sonriendo. —Generalmente no me va bien con la gente, pero por la gente que me importa; daría mi brazo a torcer.

Miró hacia el mostrador, casi avergonzada.

—Esta noche no va como esperaba.— Dijo todavía mirando el mostrador. 

—¿Y cómo esperabas que fuera?— Pregunté, sacando la bolsita de té de mi taza y tirándola a la basura. 

—Bueno, no con Pete irrumpiendo y casi noqueándote. Solo quería que fuéramos las dos, riendo, hablando, tú trabajando y yo sentada frente a ti trabajando en una canción. Disfrutando de la compañía de la otra.— Estaba jugando con el dobladillo de su manga y en la última frase que dijo me miró de nuevo. 

—Aún no es ni siquiera la 1 de la mañana. ¿Qué nos impide aprovechar al máximo esta noche?— Sonreí tomando mi taza y caminando. —¿Sabes lo que nos animará? Unas patatas fritas. O al menos a mí, no sé tú— Me reí.

—Definitivamente lo hará.— Se rió y pareció relajarse más al escuchar mi risa. 

—Vamos Mopey, encendamos la freidora.— Extendí mi brazo hacia ella y lo rodeó con sus brazos. 

—Así que ahí está tu lado rebelde. Pensé que no se te permitía usar las freidoras y los electrodomésticos después de las horas de trabajo.— Dijo, claramente burlándose de mí. 

—Bueno, definitivamente no se me permite dormir en la cama de una huésped, y mucho menos con la huésped a mi lado. Estoy bastante segura de que no se me permite ser agresiva con la gente que entra en el hotel... pero aquí estamos.— Le sonreí, asegurándole que no quería decir todo esto de forma acusatoria.

Llegamos a la cocina y encendí la freidora.

—Estás demostrando ser una verdadera James Dean.— Me dio un codazo. 

—Esperemos que esta James Dean no se estrelle y me deje sin trabajo.— Ariana se quedó sin aliento ante mi comentario. —¿Qué? ¿Demasiado pronto? ¡Han pasado más de 60 años!— Se rió.

Me di cuenta de lo mucho que extrañaba su risa. Su risa me cosió el corazón de nuevo.

Meridian (Ariana/tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora