El ocaso de un largo y agitado día en tierras therianas mostraba un escenario sin precedentes, hacia el norte de la capital, en algún punto a las afueras de la misma, con un clima frío como suele ser en ocasiones, se alcanzaba a ver una gran edificación, o lo que quedaba de ella.
Aún podía notarse entre los escombros de aquel lugar una de las banderas con un escudo que representaba a la organización de mayor poder en el reino, después de la élite Neo Génesis.
El lugar que se avistaba era el fortín militar de uno de los oficiales de alto rango de la Orden Fénix Negro, Dobre.
Sin embargo, lo que más destacaba dentro de aquella escena de destrucción era la presencia de ciertas personas.
Dos jóvenes frente a frente, muy cerca de los escombros del edificio, y algunos metros más alejados, otras cuatro personas podían distinguirse.
El viento soplaba con una intensidad media, los dos jóvenes permanecían quietos, se podía sentir cierto grado de tensión en el lugar.
– Ahhhh ¿crees que puedes intimidarme con esa sonrisa? – preguntaba Jayla, cerrando los ojos y con un tono burlesco que fácilmente podría hacer enfadar a la más tranquila de las personas.
Ahora mismo el rostro de Milo mostraba una expresión seria, pues aquella sonrisa anterior solo había durado unos instantes.
– No sé qué clase de misterios nuevos ocultas – continuaba hablando la joven –, pero sea como sea, te daré una última oportunidad de atacarme, pero eso sí, espero que sea lo mejor que puedes hacer, de lo contrario terminaré con este juego aburrido.
– De acuerdo – contestó al instante Milo –, tomaré la oportunidad con mucho gusto.
Diciendo esto último, Milo enfundó nuevamente la espada que en aquel momento empuñaba.
– ¿Heeh? ¿Ya no piensas usar tu arma? ¿Aun cuando fue lo único rescatable de tus pobres intentos por tocarme?
Tiene un excesivo nivel de confianza, es el momento perfecto para conseguir ganar, no hay margen de error – pensó Milo.
El sol comenzaba a ocultarse tras las montañas, y la oscuridad poco a poco se hacía dominante del momento.
Hana levantó la vista al cielo de manera disimulada, porque ahora sabía muy bien que la oscuridad era un perfecto aliado de Milo.
Tal vez haya una posibilidad – pensó en ese momento.
– Pues entonces... muéstrame lo último que tienes – dijo Jayla, cruzada de brazos.
Tan pronto como terminó de hablar la joven peli rosa, el cuerpo de Milo se encendió con el aura gris que en muchas ocasiones había utilizado.
– ¡¡¿Qu...?!! – la expresión de Jayla cambió por completo al ver aquello.
– ¿Q-Qué es lo que está pasando? – preguntaba Aiko, observando sorprendida la escena, pues era la primera vez que la niña veía a Milo usando aquella extraña habilidad.
– Acaso tú... – antes que Jayla terminase de hablar, Milo desapareció de su vista. – ¡¡¡...!!! ¡¿Dónde?!
Volteando intempestivamente hacia atrás y sin tener visión de Milo, la joven golpeó el suelo con el taco de su bota, y al instante un gran número de rocas solidificadas en forma de puntas crecieron desde su punto expandiéndose en todas las direcciones, con la intención de evitar que Milo se acerque hasta ella.
La acción resultó, ya que Milo tuvo que esquivar las púas quedando al descubierto. Sin embargo, comenzó a desplazarse con rapidez por entre todas las rocas.