Martín
Hace tan solo un par de años estaba deseando jamás haber llegado a esta ciudad, lo único que me ayudaba a sobrellevar un poco la situación era una linda chica de cabello rizado. Mientras el bravucón de la escuela se dedicaba a molestarme de todas las maneras posibles, ella me alegraba el día con solo sonreír.
¿Y ahora? Lo normal, esa chica es mi mejor amiga y el acosador es mi novio. Absurdo, ¿verdad? Ni me lo digan.
Aunque parezca loco, muy tóxico, la típica historia cliché de libro adolescente y todo lo que se les ocurra, ha sido una de las cosas más maravillosas en mi vida. Amo a Ernesto, y sé que él me quiere de la misma manera. Puede que no haya sido la mejor forma de atraer mi atención, y no negaré que tuve mucho miedo al inicio, pero si debo recalcar que de cierto modo le funcionó. No malinterpreten, no desarrolle síndrome de Estocolmo ni nada de eso, lo que me enamoró de él fueron todas esas cualidades que ocultaba tras esa máscara de terror, esa misma que por años lo mantuvo en el ojo del huracán.
Por fuera solo aparenta ser el típico chico rudo, al que llaman fuck boy con su cabello negro alborotado, el ceño siempre fruncido y mirada dura. Pero lo que casi nadie conoce, es al verdadero Ernesto. Un chico de corazón dulce, brillantes ojos cafés, lleno de carisma y bondad, abdomen bien marcado, piel suave, labios gruesos y deliciosos... ¡Lo siento, estoy divagando!
Lo que quería decir es que, pese a todos los cambios y problemas, me siento bien conmigo mismo y con lo que soy, aunque no todos estén de acuerdo con ello. La sexualidad es algo que sigue siendo un tabú en la sociedad, sin importar cuanto avance esta con el correr del tiempo. Muchos siguen estancados en épocas pasadas donde solo se aceptaban relaciones heterosexuales, donde las mujeres no podían opinar porque solo «están para atender el hogar». Estoy harto de eso, de la gente homofóbica y machista.
¿Lo peor de todo? Mi papá es uno de ellos, y tengo miedo de lo que pueda pasar cuando se entere de mi relación con Ernesto, con otro hombre.
Él dice estar orgulloso de mí, de las cosas que he logrado. Obtuve un buen puntaje en el examen de estado, eso me permitió entrar a la universidad a estudiar la carrera de mi preferencia, y en este primer semestre he tenido las mejores calificaciones de mi grupo. Pero también hace ciertos comentarios que, a decir verdad, me duelen más de lo debido.
Ernesto
Mi vida nunca fue color de rosa, aunque eso ya lo suponen viendo mi historial. A los 15 años descubrí que no era como los demás, lo que mucho llaman ser «normal». Me gustaban los hombres y no veía ningún problema con eso, pero no todos piensan de esa manera. En aquel entonces, me gustaba un chico de mi escuela. El niño nerd, el que sacaba las mejores calificaciones y abusaban de su timidez para sacar provecho de su intelecto. Un día me harté de eso y lo defendí, mi primera pelea y amonestación.
Desde ese día no lo molestaron, nos hicimos muy cercanos hasta el punto que me enamoré de él. Total, y perdidamente, por lo que decidí confesarme cierto día durante el receso. Mi primer error, confiar demasiado pronto. Al día siguiente era la burla, el hazmerreír de la escuela. Aquellos que lo molestaban, ahora se mofaban diciendo que él era su nuevo mejor amigo, me golpeaban e insultaban delante de él, ¿Y qué hacía? Lo observaba todo mirándome con asco.
Por obvias razones me cambiaron de escuela justo a mitad de año, por lo que al principio estuve en boca de todos. ¿Un chico nuevo a estas alturas del año? Sí, era muy poco común que sucediera y por eso hablaban a mis espaldas. Fue ahí cuando cambié, decidí que jamás se volverían a burlar de mí, y si era necesario pasaría de ser acosado a ser el acosador. Desde entonces me convertí en la piedra del zapato de los maestros y estudiantes, su peor pesadilla.
Estaba en detención por lo menos dos veces al mes, atraje al «circulo del mal» a otros estudiantes, quienes se convirtieron en mis mejores amigos y le hacíamos la vida imposible a los más tontos. Puede que suene injusto para ellos, pero creía que era la única forma de hacerme respetar. Si no lo hacían voluntariamente, que el miedo los motive.
¿Por qué no me echaron? Por mis calificaciones. Para la escuela era más importante tener el mayor número de estudiantes con altas capacidades intelectuales, y todo por el «prestigioso» ranking de las mejores escuelas según el ministerio de educación. Al parecer, eso es más importante que la misma seguridad de sus alumnos.
Sin embargo, eso no fue impedimento para que obtuviera mi matricula condicional cuando entre a décimo año, una más y mi «reinado del terror» se acabaría. Tras una larga conversación con psicólogos, maestros y mis padres, me vi obligado a comportarme. Mi sexualidad no era problema, ellos se enteraron al suceder aquel incidente. Claro está que no fue nada fácil, papá se alejó de mí casi por un mes, estaba molesto por todo lo que ocurrió y me dolió, creí que me rechazaría el resto de mi existencia.
Pero no fue así, con ayuda de mamá pudo entender que los tiempos cambian, las personas se abren más al mundo y nuevas cosas están saliendo a la luz. Que a un hombre le guste otro no es sinónimo de maldad o aberración; amor es amor, aunque no todos lo vean así. Generar odio hacia los demás solo porque tienen opiniones diferentes, si lo es.
Todo estaba realmente aburrido, comportarme de forma «correcta» se convirtió en algo tedioso. Me limitaba a conversar, intimidar con la mirada, burlarnos de los demás, pero desde lejos, nada de contacto físico.
Hasta que él apareció.
Esos ojos azules me idiotizaron, sus labios rosados me tentaban con solo verlo hablar y esa sonrisa... ¡Demonios! Su sonrisa me volvía loco, desesperada e irracionalmente loco. Martín se convirtió en mi tormento con solo poner un pie en la escuela, me encantaba verlo reír y me dolía que no fuese conmigo. Y lo peor, era que siempre estaba con ella.
Por eso no actuaba de forma racional, volví a ser el mismo busca pleitos del colegio, pero solo me centraba en él. ¿Por qué? Era la única forma que conocía para llamar su atención. Aunque muchas veces, y por el bien de todos, trataba de ignorarlo y que pasara de largo; pero no podía, cada vez se me hacía difícil el verlo con ella y me llenaba de rabia.
Hasta que no pude más y lo besé.
No voy a mentir, me sentí mal por haberlo forzado a eso, porque vi el miedo reflejado en sus lindos ojos. Pero tampoco negaré que me encantó, el sentir sus labios y degustar su boca fue como probar droga, me quedé adicto a su sabor. Por eso cambié; lo trataba de forma diferente, quería demostrarle quien soy de verdad, que dejara de tenerme miedo, que me amara como yo lo estaba haciendo. Pretendía acercarme a él poco a poco, pasar más tiempo a su lado, no solo durante las clases de artes. ¿Mi estrategia? Usar como excusa uno de mis castigos para que lo asignaran como mi tutor de piano. Fue fácil, la maestra se vio entusiasmada de que mostrara interés en algo, por eso no hizo demasiadas preguntas cuando lo sugerí.
Y lo logré, con una que otra lágrima y un mal entendido de por medio, pero funcionó. Ahora esa chica, Lizbeth, es una gran amiga y soy completamente feliz con Martín. Es por eso que, después de año y medio de relación quería que las cosas fuesen realmente oficiales, lo que implica presentarlo ante mi familia.
Se que lo amarán, o por lo menos mamá y mi hermana lo harán. De papá no lo sé, pero rezaré por ello.
Nota: si, por fin me digne a escribir y publicar esta historia. No me maten, esta vez será más largo que la primera parte y con muuucchhoo más sentimiento.
Espero lloren... digo, les guste. Besos.
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✅2. Yo, Soy Tuyo (Bilogía Mío)
RomantizmLa historia de Ernesto y Martín aún no termina, todo lo contrario, apenas está empezando. Los verdaderos obstáculos están por llegar a sus vidas, problemas que pondrán en la cuerda floja su relación. Porque, aunque todo parezco color de rosa, manten...