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Mis días han estado muy extraños últimamente. Me levanto por la mañana y todo parece diferente, como si algo hubiera cambiado en mi mundo sin que yo me diera cuenta. Ignoro a mis amigos en la escuela, algo que nunca antes había hecho, y me dirijo directamente al salón donde trabajo con Seraphine en nuestro proyecto.

Cuando entro al salón, ella ya está allí, revisando algunos documentos. Me acerco a ella, sintiendo una extraña sensación de nerviosismo en el estómago. Recordando nuestro pequeño encuentro de ayer en la enfermería. Donde por primera vez había reído con ella. 

—Hola.

—Hey.

—¿Cómo esta tu mano?.

—Bien, ¿y tu brazo?.

Ella solo asintió mirándome. Lucia extraña, algo triste y aislada—Le hice unas mejoras al texto— comente.

—Genial, déjame ver.

Puse mi mochila sobre la mesa y de ella saque mi cuaderno que le entregue. Ella leyó atenta cada fragmento que le puse, y aun sin levantar la vista vi como una lagrima se desprendía de su ojo. 

—¿Estas bien?.

—¿Enserio crees que estas cosas pasen en la vida real?—dijo con sus ojos desbordando lagrimas. 

Mire la hoja por unos segundos donde el fragmento se dejaba ver mi letra.

"En un pequeño pueblo, lejos de las luces de la ciudad, vivía Ana. Una joven de mirada triste y paso lento, que siempre intentaba pasar desapercibida. En su casa, el silencio pesaba más que las palabras, y las sombras se alargaban hasta el amanecer.

Detrás de las puertas cerradas, se escondía el dolor que Ana guardaba en lo más profundo de su ser. Su padre, un hombre de manos duras y voz ruda, convertía la noche en un campo de batalla silencioso. Los golpes resonaban en las paredes, mientras ella se acurrucaba en un rincón, intentando no hacer ruido, intentando no existir.

Cada día, Ana se levantaba con el peso de la angustia sobre sus hombros. Cada mirada, cada gesto, era una amenaza silenciosa. Se sentía atrapada en un mundo donde el amor se confundía con el miedo, donde las lágrimas eran su única compañía.

Pero un día, algo cambió. Un rayo de luz se coló por la ventana de su habitación, iluminando su rostro cansado. Ana sintió un fuego arder dentro de ella, un fuego de determinación y valentía. Se dio cuenta de que merecía más, de que merecía ser feliz.

Con paso firme, Ana cruzó el umbral de su casa, dejando atrás el miedo y el dolor. Decidió que ya no sería víctima, que sería dueña de su vida. Buscó ayuda, encontró apoyo en quienes la rodeaban, y poco a poco, empezó a sanar.

Hoy, Ana es un ejemplo de fortaleza y superación. Aunque las cicatrices en su corazón aún duelen, ha aprendido a vivir con ellas, a usarlas como recordatorio de su valentía. Ya no se esconde en las sombras, ahora brilla con luz propia, mostrando al mundo que, incluso en los lugares más oscuros, siempre hay esperanza."

—Claro que si, por algo los cuentos de hadas existen, sino no tendría sentido. 

—Eres un idiota por creer en eso.

—¿Quieres salir de aquí?—ella asintió.

Ambos caminamos fuera del salón dándole a entender al maestro que Seraphine se sentía mal y necesitábamos ir a la enfermería. 

—Dime—hablo después de un largo silencio—¿Por que me odias?.

—Seraphine... no hablemos de eso.

Rompiendo tú Ego. #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora