Capitulo 5

224 11 0
                                    

    El tiempo nos traicionaba, y debajo de su alegría por ir a encontrarse con el hombre que amaba; muy en el fondo sentía dejarme ahí sola, antes de dejarla el burdel me preguntó si existía la posibilidad de que Julia regresara y me hiciera daño. La miré confundida, por qué insistía en hacerme eso, no contesté, lo que haría Julia siempre había sido impredecible para cualquier persona. Entendió a la perfección, se quedó inmóvil y me mando a regresar al apartamento, la miré y sonreí, pero no la obedecí en lo absoluto, esperó unos segundo y cuando se percató de que la estaba mirando, me respondió a la sonrisa y me volvió a insistir para irnos, moví de un lado a otro la cabeza, y noté su decepción, tal parecía en su teatro que quería en realidad permanecer a mi lado.

    -Qué pasa, vámonos o estás esperando algo.

    -Niña, hoy viene él a verte, no puedes estar conmigo.-no pronunció palabra alguna, abrió sus ojos como lechuza de las montañas y asombrada por mi clarividencia siguió esta vez sin máscaras.

    -Cómo sabes que viene a verme hoy.

    -Tu mirada, solo brilla cuando él viene a verte.

    -Eso no tiene importancia, si quieres que esté a tu lado él que espere, al final...

    -Al final yo soy quien paga.

    -No quise decir eso, no eres tan terrible después de todo, eres tolerable, así que un favor puedo hacerte.

    -Yo te voy a hacer el favor de no verme ni un minuto más, Anna nunca pongas en segundo lugar tus sentimientos, él por mucho que me duela es lo único bueno que tienes, no lo pierdas por lástima hacia mí.

    -Yo, Alex, yo no sé que me pasa, a veces creo que inevitablemente hay un nosotras, pero termino haciéndote daño, igual que ella, y me odio por jugar con lo que sientes, pero es algo que no noto, que no controlo, prométeme que nunca te voy a perder, que nunca me vas a abandonar.

    -Anna, que más quisiera yo decirte que siempre voy a estar a tu lado, que no me importa cuanto me dañes yo te sigo queriendo, pero no va a ser eterno lo que siento por ti, yo soy una persona, y necesito de vez en cuando que alguien me quiera, y tú no eres esa persona.

     -Quiero besarte, te prometo que no estoy fingiendo, contigo no lo consigo.

     -Ves, para ti es un deseo pasajero, algo del momento; para mí besarte es más de lo que puedo soportar. Es mejor que bajes antes de que esto se salga de nuestras manos.

     -Sí, es lo mejor, ni yo soy la mujer de tus sueños, ni yo quiero serlo.

     Sentí en ese instante que todo pudo haber sido muy distinto de haberla besado, pero era mejor verla partir a tiempo, ella no era la mujer de mis sueños, por mucho que lo intentáramos, era imposible un nosotras en esa vida. Ella entró a verse con él, y yo me sumergí en lo mejor que pude hacer, el lo mejor que hago, trabajar, y trabajar; hacer dinero se me daba bien, al menos eso, ya que mi vida era un desastre. Fui a mi habitual visita familiar, y nuevamente la conversación del matrimonio, los maridos, y los hijos, me marché antes de que mi padre muriera de un infarto, y simplemente caminé, seguí caminando para ver si mi suerte cambiaba y por lástima al menos dios me ponía alguien en mi camino; claro, fue en vano, ella no salía de mi mente, y yo me sentía malgastando mi tiempo, y pensando que distinto hubiese sido todo si la hubiera besado esa noche, si no me aterrara tanto el perderla sin haberla tenido nunca. Marcaba mi reloj y mi calendario de compinche dos semanas que no la veía, me dolía recordarla ahí, esperando el desayuno, su humor negro, su sonrisa, incluso sus indirectas, su forma de atacarme, de ofenderme, extrañaba que me recordara a cada rato que no me quería, porque el no escucharla me hacía pensar que era todo mentira. Mis ganas de verla se multiplicaban, y yo convencida en que pasaría hacía oídos sordos a los gritos desesperados de mi corazón. Hice lo mismo que hizo mi padre al descubrir que ya no amaba a mi madre, me fui de lleno al trabajo, a los negocios, a las cenas de alta alcurnia, a las inauguraciones de esto y lo otro, a la falsedad a la que estaba acostumbrada desde que nací, porque yo era así, al menos antes de conocerla. La veía en cada mujer, en cada persona, en cada papel que revisaba, a veces aparecía en mis sueños, pidiéndome ese beso, y la incertidumbre de qué estaría haciendo me atacaba, añoraba que el destino nos encontrara por la calle, decirle hola, solo hola, y perderme en esa mirada. La vida ya no era lo mismo, sin ella nada era lo mismo, ni el sexo, ni esas trivialidades irónicas que te obligan a aprender; todo ese tiempo que estuve sin ella pude percatarme de algo, yo comencé a vivir cuando la conocí, y era esa la razón por la cual era incomparable con otra mujer.

Invítame a ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora