Capítulo 2

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  Pasó una semana y no tuve el valor de aparecerme por ese lugar, pero la curiosidad me ganó, entré como si se tratara de cualquier lugar de ambiente, vi los hombres babearse por las stripper, vi como las mujeres andaban desnudas por el gran salón dorado, unas de policías, otras de enfermeras, y hasta de colegialas, que mundo, diablitas, monjas, cerdas, perras, seguí caminando, simplemente viendo el mundo en el que ahora yo formaba parte, que me diferenciaban de esas personas, si la alta clase estaba ahí, jueces, diputados, doctores, hasta curas. Subí las escaleras vacilante de lo que encontraría ahí arriba. Enseguida divisé a la madame, y confiada me le acerqué, me recibió con un enorme beso cerca de mis labios, el cual me encendió, y me invitó a cambiar ambiente. Seguimos subiendo y yo seguí observando ese fascinante mundo. Llegamos a un salón completamente distinto, solo habían mujeres, eso me gustaba más, las mujeres lucían más hermosas, tanto clientas, como empleadas. Me llevó a un reservado, nada se veía, nos sentamos y me presentó una a una a todas las chicas que yo tenía a disposición esa noche. Las había de todos los tipos posibles, rubias, morenas, mulatas, pelirrojas, nuevas, menos nuevas, casi niñas, pero dentro de todas una me gustó más, me miraba a los ojos, eso me gusta. La elegí a ella, y mandé a despachar a las demás. Solo nos quedamos nosotras, la miraba fijamente y notaba su nerviosismo, estaba más nerviosa que yo, y era difícil ser más nerviosa que yo. Tomé un que otro trago y solo me limité a preguntarle de su vida, y a pesar de que me evitaba las respuesta en la entrada de la noche conseguí que me tratara de tú. Me condujo a un tipo de habitación donde se supone uno debe tener sexo, no sabía como mirarme, ya no era la misma del reservado, yo me puse cómoda, me saqué la camisa de los jeans, y me senté placenteramente en la cama. Ella en cambio se acercó más coqueta de lo común, se quitó lo que llevaba encima, y solo se quedó con una lencería de lo más provocativa. Me besó con ganas de más, besaba de maravilla, pero yo quería más que sexo barato, quería que esa prostituta no fingiera, solo quería demostrarme que sí podía satisfacer a una mujer. Dejé sus labios en contra de mi voluntad y comenzó mi terapia.

    -Te puedes calmar un poco-la sorpresa no la hizo ignorar mi deseo, se alejó vacilante, me miró y vi en sus ojos azules su desconcierto.

    -Qué hice mal.

    -Nada, besas de lo mejor, pero antes de seguir, dime, con toda sinceridad, te gustan las mujeres.

    -Por eso estoy en el tercer salón, soy lesbiana.

    -Y yo te gusto.

    -Comparada con cada adefesio que debo satisfacer, eres como mi noche de suerte.

    -Dime, disfrutas cuando estás con otras mujeres.

    -No, una cosa es el trabajo, y otra el placer, yo satisfago, no busco satisfacción.

    -Con cuantas mujeres has estado hoy.

    -Usted...-leyó mi mirada, y siguió-bueno tú eres la primera, la madame nos dijo que eres exigente en todo sentido, así que separó a las muchachas, nosotras no hemos trabajado hoy.

     -Te gustaría hacer qué.

     -Pero...

     -Anda, dime que te gustaría hacer, lo que sea.

     -Yo solo estoy para hacer realidad tus deseos.

     -Mi deseo es que me uses esta noche, qué quieres.-se demoró en responderme, la verdad estaba más que sorprendida, sin habla la verdad. Me miraba sin creerlo. Le sonreí para que aceptara que era hora de pedir, que fuese lo que fuese lo cumpliría, y fue entonces que me dijo.

   -Siempre he soñado con un masaje, que la mujer de mis sueños me da un masaje y luego me quedo rendidamente dormida a su lado, necesito tanto descansar.

Invítame a ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora