Dejé el corazón en ese baño, me fui sin aire, caminé por pasillos de ese hotel, y tomé no sé de donde una botella de licor. Subí a la recordada azotea y vi la noche más nublada de mi vida, después de los tres primeros tragos vi la solución en tirarme de esa altura, la muerte era la paz que mi vida nunca había encontrado, me sonreía contenta y expectante a que corriera a sus brazos, era tan hermosa, con su traje negro y su palidez enfermiza, me paré peligrosamente en el filo de ese inmenso abismo, recordé todas las veces que sufrí, recordé a todas esas mujeres que al menos una noche fueron mías, siempre las vi como mis víctimas, pero eran ellas las que me veían como un objeto. Recordé a Julia, una sonrisa asomó a mis labios, me di otro trago, miré la altura, sería imposible sobrevivir a esa caída. Recordé mi niñez, mi oscuro pasado, mis obsesiones, mis errores, mis amores, tarde vine a descubrir lo que era sufrir por amor, me dije, y maldita la hora en que entregué mi corazón. Me quedé apoyada en un solo pie, tenté al destino, y extrañamente a pesar de mis copas no perdí el equilibrio, la muerte me sonreía, hasta ella me abandonaba esa noche. Una carcajada se me escapó, Alexandra Santos no moriría en ese mugroso pueblo, por una puta sin alma. Me fui a mi habitación con la extraña situación de estar muerta por dentro y seguir sonriendo. Entré y Anna estaba hablando por teléfono, me vio en ese estado y colgó al instante, se me acercó y me quitó la nueva botella que ya me había robado. Me llevó al baño y sentí el agua como hielo correr por mi cuerpo, no me importaba, yo seguía sonriendo, no paraba de llorar, pero seguía sonriendo. Me acostó y ahí me quedé, desperté a la mañana siguiente, y ella repetía la misma operación, me mandó a bañar, y al salir me esperaba en el balcón, me senté en silencio, esperaba de un momento a otro sus preguntas, o sus reclamos, me tomé sin chistar mi café fuerte, y ella solo me miraba, esperando un paso de valentía. Cosa que no hice por cierto, ni lo iba a hacer.
-Qué pasó anoche.
-Lo de siempre, todas dicen amarme, pero ninguna se atreve a estar conmigo. Qué hago mal.
-Me temo que nada, somos nosotras, que pasó después de que me fui.
-Nos encontramos en el baño, hicimos algo ahí, y luego me propone que sea su amante, por dios.
-Pensé que ella no era así, cuando hablamos estaba dispuesta a dejarte ir, a seguir con su vida.
-Pues mira tú, en el baño no soportaba la idea de verme con alguien más, pero no deja a ese tipejo, no la entiendo.
-Ni yo, Alex, por qué no la olvidas, y te vas de acá, viaja por el mundo, conoce a otras mujeres, vive de nuevo.
-Anna, estoy cansada de este lío que todos llaman amor, de esta vida de mierda, de que me rompan el corazón, de que sin importar lo que haga sea siempre igual, el amor no es para mí, nunca lo ha sido, y nunca lo será.
-Nuestra vida hubiese sido tan distinta si hubiese dicho sí esa noche.
-Estaríamos en un bello hotel en Roma, viendo la puesta del sol en el balcón privilegiado de Pompello, tú me dirías que me amas, y yo te haría el amor cada cinco minutos.
-Ahora estamos en un balcón, es cierto que no te estoy diciendo que te amo, y tú no me harás el amor, pero sigue siendo una ironía caer nuevamente en la misma historia.
-Sientes celos de ella.
-Ni te imaginas, por otro lado desearía que fueras feliz como yo estoy por serlo.
-Crees en serio que lograré encontrar a alguien que me acepte, y no me abandone como ustedes dos.
-Creo que la tienes frente a tus narices y no la quieres ver.
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Invítame a París
RomanceAlex descubre despues d 36 años vividos en la mayor locura lo que es el amor. Ella acostumbrada a solo tener sexo siente atracción casi fatal por una prostituta que la hace descubrir hasta los más desconocidos dolores. Pero será esa mujer la verdade...