Trece

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Después de media hora encerrado en el baño, Haru no tenía ganas de ver a su hermano, pero este no tenía ninguna prisa por dejar el comedor. Hundía la cuchara en su cereal con leche de forma lenta y cuidada, como si hiciera parte de un ritual que sólo él, entendía. 

Haru no lo miraba a la cara. Estaba en pijama y con el caballo mojado por la ducha que se tomó. No tocaba su desayuno. De alguna forma se sintia un poco sucio y de pensar en que Shen, sabía todo lo que hizo para liberarse de ese pequeño incidente; toda su sangre aceleraba su ritmo hacía su cabeza.

-No te sientas mal. Lo que te pasó es muy normal- le dijo Shen, hablando con la boca llena-Y es sólo cosa de...

-¡Cállate!-le grito Haru, con la cara roja a más no poder.

Su nuevo cuerpo era todavía algo problemático y algunas cosas le resultaban un tanto choqueantes. Lo de esa mañana fue una de ellas, pero la verdad es que su inquietud respondía más a lo que sucedió con Whis, la noche recién pasada, que a cualquier otra cosa. Primero ese encuentro con él, después saber que abordo a su hermano al confundirlo con su persona. Todo lo que pensó muerto se agito y  lo tenían bastante aturdido. Si a eso sumamos lo que ocurrió con Akane, todo se enredaba más.

-Pensé que te haría sentir feliz, saber que le gustas- comento Shen.

-¿Qué le gusto?

-Sí, por algo intentó ese acercamiento- continuo- No digo que este enamorado, quizá lo que le atrae de tí ni siquiera eres tú sino lo que hiciste por él, pero ya está enganchado. Ahora sólo tira de él y ve que pasa.

Cuando su hermano dijo eso, Haru imaginó a Whis como un pez atrapado en el anzuelo de una caña de pescar. Sacudió la cabeza para deshacerse de esas ideas y sumergírse en otras.

-Lo que hice por él...-repitió en voz baja.

-Oye...hay personas que cambian su peinado, su forma de vestir y hasta de forma de comer para llamar la atención de quien les gusta. Tú hiciste una remodelación completa y para alguien, como él, por quien nadie jamás hace algo, eso debió ser cautivador.

-No necesita que hagan algo por él- replico Haru.

-Tal vez no, pero es lindo que hagan algo para complacerlo a uno. En especial si no lo pediste...

Haru guardó silencio un momento.

-Quizá sólo debí ponerme el cabello rubio y los ojos azules para intentar gustarle- rio el muchacho.

-Claro y tomar el nombre de Haru como un alterego. Seguro nadie lo hubiera notado- añadió Shen- No hubiera funcionado. A él le gustan los hombres y ahora tú, eres uno.

Haru se sonrió. Era un hombre, casi en un 90% y eso no le molestaba. Se sentía muy cómodo siéndolo, pero aún había cosas que no aclaraba del todo.

-Por cierto, querido hermano ¿Te has preguntado qué pasaría si tú y él llegan a concretar algo.

-Eso jamás pasará. Es un ángel y yo un mortal cualquiera. Sin nada especial.

-Yo diría que en cierta forma si eres especial para él, pero volvamos a mi hipotético escenario ¿Sí? Díganos que formalizan algo y en algún momento deberán intimar y pues si el activo es él, no habrá tanta diferencia. Pero y si eres tú quien...

-¡Cállate,Shen!

-Oye no te enojes conmigo. Sólo estoy tratando de ponerte en situación. Sólo imagina que llegas a eso y no sabes que hacer. Es que...

-¡¡Cállate!!-le grito Haru, que ya era imposible alcanzará otro tono de rojo.

Pero Shen no se calló y al final terminaron discutiendo. En el fondo Haru, sabía que ese incómodo escenario podía ser tal y como su hermano lo describía. Que podía suceder con Whis o con alguien más, si se quedaba así. Dando la discusión por terminada, después de aplicarle una llave a Shen y obligarlo a decir que se rendía, Haru se vistió y salió a andar por las calles para despejar la cabeza.

Su corazón era un torbellino de emociones y su cabeza un mar de dudas. Mientras andaba por ahí, las personas lo llamaban jóven o muchacho, porque ese era su aspecto. Independiente de como llegará a comportarse, se veía como un hombre. Ahora que él también actuaba como uno casi por completo; pero allá abajo, en el fondo de su ser, quedaban vestigios de la mujer que fue. Una mujer tan poco entrañable que ni sus amigos la buscaban. Cuando dijo que se iba, todos le desearon suerte, pero no volvieron a comunicarse con ella. Su propio hermano dejo de llamarlo Merodi. Parecía como si nunca hubiera existido, como si Haru siempre hubiera estado ahí. Su presencia si quedaba en la retina de las personas.

Merodi no era o fue más que una sombra en este mundo y la razón era muy sencilla, ella jamás existió. Merodi era el cuerpo equivocado. Él siempre fue Haru y no era que no le gustará ser confundido con su hermano, sucedía que era un constante recordatorio de lo que él, no era. Porque desde pequeño se sintió fuera de lugar de una forma tan difícil de describir, que de contárselo a alguien, con toda certeza, esa persona se reiria. 

Merodi se sentía como un hombre en el cuerpo de una mujer, pero un hombre al que le interesaban otros hombres. Que estupidez. Decirlo era imaginarse a la gente haciendo chistes o comentarios ridículos. Tanto así que Merodi, reprimió durante toda su vida quien era realmente. De no ser por ese arrebato que le causó el rechazo de Whis, nunca hubiera podido encontrar una salida de esa coraza de mentira que se construyó. Pero incluso en ese momento que estaba en medio de la situación más favorable para él, no terminaba de aceptarse.

Era tan difícil de explicar lo que sentía a otros como también lo era para él mismo. Merodi moría, pero era una muerte placentera que se desarrollaba de tal manera, que ni siquiera sentía su agonía. El shock, de la mañana, se debió más a descubrir la intensidad de lo que Whis lo hacía sentir, que a la reacción de su cuerpo. Era la primera vez que daba rienda suelta a sus deseos honestos y no los sentía fuera de lugar. Ahora que el sentimiento que los acompañaba, aún era algo por dilucidar.

Caminando llegó hasta una playa y ahí se quedó, viendo el océano con plenitud. Los cálidos colores del ocaso le acariciaron el rostro y la brisa marina le refresco. Saco sus manos de sus bolsillos y las miro un momento. Se quitó los zapatos y la chaqueta para ir a meterse al vasto océano, que lo cubrió de espuma antes de sumergirlo en sus entrañas.

Allá abajo, Haru adoptó una posición fetal y cerro los ojos para contener la respiración, tanto como pudiera. Se sintió acunado como en el vientre de una madre colosal, que era el mundo. Repasó toda la vida de Merodi, desde su primer recuerdo de infancia hasta el momento en que pidió ser atractiva para Whis. Cuando broto del mar ya era de noche y sentado en la playa se encontró con Whis junto a sus ropas.

Se miraron por un momento bastante largo, en el que el sonido de las olas devoró cualquier otro ruido. Tras Haru estaba la luna llena, que con su pálida luz bañaba el cuerpo del muchacho, brindándole, al agua que escurría de él, un resplandor de plata que le daba sombras dramáticas. El ángel en cambió era cubierto por la sombra de Haru, lo que le daba un toque oscuro y misterioso. Parecían dos figuras que se desvanecian, como lo son las visiones de los sueños al resistirnos a despertar.

-No lo hice por tí- le dijo Haru subitamente- Aunque al principio, asi lo creí.

-Eso es un poco decepcionante-comentó Whis, sin quitarle los ojos de encima.

-Pero si quiero que me vieras a mí-continuo Haru- Siempre ha sido tan difícil de explicar, esto que soy.

-Algunas cosas pueden ser incomprensibles, para quienes no las están viviendo.

-Sí...

-¿Por qué escogió un nombre como Haru?-le preguntó el ángel, quien había estado observándolo por un tiempo.

-Haru es primavera y la primavera es renacimiento. Por eso escogí este nombre.

Whis se quedó callado, mirando el rostro empapado de aquel muchacho. Por su barbilla escurría el agua salada y las gotas se perdían en la arena, que brillaba como salpicada de fragmentos de luz sideral. La camisa de Haru estaba pegada a su torso y por el agua quedó un poco transparente. Los ojos de Whis fueron algo indiscretos al posarse allí, pero Haru no pareció molestarse por eso. Con un ánimo de explorador, se inclinó un poco hacia él y sin ceremonias lo beso. Claro está que aquello no hubiera pasado si el ángel, no se lo hubiera permitido. Pero eso no resto la osadía a Haru.

La playa desierta y arriba la pálida luna,muda como todas las estrellas que titilaban esa noche.

Lo que yo queríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora