nueve

355 88 8
                                    


Quizá a otra persona se le hubiera ocurrido pensar que él, la estaba espiando, pero Merodi sería la última persona en los doce universos, en suponer tal cosa. Ella era consciente de que su relevancia para ese sujeto era insignificante.

La respuesta de Whis fue que no tenía intención de importunarla y que sólo había ido hasta ahí, porque había recordado una forma de resolver su problema. Le dijo que en un planeta lejano, existían otras esferas del dragón. Que si él, iba hasta ahí podía pedir como deseo que ella recuperara su cuerpo femenino, terminando asi con aquel predicamento.

- ¿Esta de acuerdo con lo que le acabó de plantear?

Merodi lo miró a los ojos tanto tiempo, que logro incomodar a Whis, quien terminó por apartar la mirada fingiendo toser. La muchacha en cambio se giró hacia el barandal, metió sus piernas entre los barrotes y se quedó ahí, como un pájaro alicaido en su jaula. Whis no le dijo que se tomará un tiempo para pensar, pero ella se lo dio de todos modos.

Hace unos días atrás hubiera aceptado sin dudarlo un instante, no había duda de eso. Merodi miro sus manos a través de esas barras de metal y observó cada falange, cual si en ellas sostuviera sus pensamientos para poder organizarlos. Ella era una mujer con demasiadas trabas, con demasiadas responsabilidades y ambas cosas se las había lanzado a cuestas ella  misma. Nunca se dió tiempo para  construir algo para ella. La verdad es que ni siquiera tenía un sueño que quisiera cumplir. Eso de que al terminar su hermano de estudiar lo haría ella, era una cómoda mentira. Su vida era un montón de ruinas de una construcción de material ligero, pero Haru no. Haru estaba en blanco. No tenía pasado, su presente era moldeable y su futuro absolutamente impredecible ¿Por qué no probar a ser Haru? ¿Qué tanto podía cambiar si se entregaba a su nuevo cuerpo? Al fin y al cabo seguía siendo ella nada más y lo relevante continuaría intacto ¿No? La parte del ser que no se altera ni con la más terrible de las experiencias, el pilar fundamental que cada quien trae consigo desde el nacimiento, perduraba en ella. El problema fue que Merodi no dimensionó, en ese momento, un pequeño detalle. Claro que entonces no era nada consciente de aquello.

-¿Puedo pensarlo?-le preguntó sin mirarlo.

Whis no esperó esa respuesta.

-¿Qué es lo que necesita considerar?-le preguntó sin quitarle los ojos de encima.

Merodi no volteo a verlo, sus ojos estaban muy lejos de allí.

-Muchas cosas- contestó después de un rato- ¿Puedo preguntar algo?

-Sí,por supuesto.

-¿Por qué vino a hablarme de esto, a esta hora de la noche? No sé cómo funcionan las cosas entre ángeles y dioses, pero los humanos no nos tomamos muy bien las visitas nocturnas. Menos  en nuestros balcones.

Whis no iba a responder honestamente a eso.

-¿Estaba aburrido?-le preguntó Merodi.

-¿Aburrido?

-Bueno. Imagino que, allá arriba, todo debe ser muy calmo y silencioso. Que la vida en el universo es apenas un murmullo y que, los dioses y ángeles, han visto tanto, que poco debe ser digno de su interés.

La muchacha apoyo las manos en los barrotes y la frente en uno de ellos, para decir, con un aire de reflexión muy extraño en ella:

-No imagino lo solitario que tiene que ser.

-No creo que comprenda...

-No, supongo que no-lo interrumpió Merodi- Somos muy diferente. Algo así como los humanos y los insectos.

Whis flotó del otro lado del balcón y se quedó ahí,esperando a que ella continuará. Pero verlo levitar a seis metros del suelo fue como un pellizco para Merodi.  

Lo que yo queríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora