—Agápi, si pudieras inventar algo, ¿qué sería?
—Una máquina que me permitiera besarte eternamente.
El sonrojo se hizo presente en las mejillas del humano, y Joshua sonrió, aprovechando el momento para abrazarlo e ir dejando besos en su rostro a medida que hablaba.
—¿Te imaginas? Podría besarte así durante todo un día... —susurró, bajando a su cuello con besos delicados—. Cuando sienta que mis labios caerán, puedo recargarlos con mi invento y puedo besarte de nuevo. Y el día se convertiría en un mes, y el mes en un año, y así... hasta alcanzar la eternidad.
—Me vas a poner shy, agápi...
—Me encanta ponerte shy —murmuró el vampiro, siendo seguido por el teléfono.
—Debo contestar —dijo entre besos Zeth.
—Déjalo sonar... —suplicó Joshua, sin dejar de marcar la piel de su musa con los labios.
—Puede ser So...
Joshua empleó su velocidad vampírica para correr hacia la habitación matrimonial. Sacó el cupón de besos infinitos, volvió cual bólido a la sala y encontró a su esposo al teléfono. Con un mohín gigantesco en los labios, Joshua le entregó el cupón.
—Quiero mis besos. Ahora —demandó berrinchudo y a la vez muerto de vergüenza.
¿Qué iba a pensar su cuñada?
—SoRa, te devuelvo la llamada luego. Debo atender a my baby Joshuatito —dijo Zeth al teléfono, altamente divertido.
Para fortuna de Joshua, su esposo también estaba enternecido, así que mil besos dulces le fueron entregados. Y fue feliz, porque si besaba a su musa la Eternidad misma estaba en sus manos.
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Cupones de Amor
General FictionPara mi monito kanji y la familia que siempre soñamos.