Sin Gravedad

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Una vez que Glinda se calmó y bajó del borde la torre, Elphaba tuvo que admitir que ella estaba mucho más tranquila también. Nada como un poco de adrenalina para esconder todos sus miedos acerca de conocer al Mago. ¿Glinda sabría eso? ¿O había actuado por pura inercia como siempre?

"Deberíamos brindar" le había dicho Glinda entonces. Debajo de ellas, la ciudad comenzaba a apagarse lentamente. Poco a poco, solo los faroles verdes de las avenidas iluminaban las calles.

"Champaña" dijo Glinda al aire, agitando su varita mágica. Pero de la punta, sólo había salido una especie de neblina rosa, que se había desvanecido en el aire en unos segundos.

"Déjame hacerlo a mí", le dijo ella, arremangandose su túnica. "Champaña" dijo mientras hacía una invocación silenciosa. Después de todo, le gustaba impresionar a Glinda. Entonces, dos copas se materializaron en las manos de su amiga.

"Claro, pude haberlo hecho yo también"

"Estoy segura de que sí," le dijo sonriendo, y se sentó de espaldas a la Ciudad Esmeralda, "puedo enseñarte."

Glinda sonrío de vuelta y le entregó su copa de champaña. Después, se sentó con mucho cuidado de no aplastar demasiado su vestido. "No puedo creer que voy a arruinar un original de Cavalish"

"Tienes que admitir que tomar champaña en Ciudad Esmeralda vale la pena, aún con el original de... ehm..."

"Cavalish"

"Ajá, con el original de Cavalish arruinado"

"Bueno, tal vez." Glinda se acercó a ella, y por un segundo, Elphaba no supo si seguía de pie en el borde la torre o si simplemente el vértigo había tardado en desaparecer.

"Brindemos por..."

"El Mago"la interrumpió Glinda.

"No, no, tengo algo mejor."

"¿Algo mejor que El Mago?"

"Sí. Nosotras. Aquí y ahora." Estaba segura de que Glinda se había ruborizado. ¿Por ella y no por Fiyero? Sus copas chocaron con un tintineo y ambas dieron un pequeño sorbo. Entonces Glinda se recostó en su hombro.

"Deberíamos quedarnos aquí por siempre."

"Ya volveremos, y esta ciudad no sabrá qué fue lo que la arrasó."

Glinda se río, con su risa tintineante como una copa de champaña. Elphaba cerró los ojos y sintió la brisa sacudir su cabello. Era como si estuvieran completamente solas en el mundo. Fuera de Oz. Escuchaba la respiración de Glinda muy cerca de su rostro, y antes de que abriera los ojos, sintió algo más. Los labios de Glinda cerrándose sobre los suyos. Elphaba se sacudió por completo. Ahora ella era quien estaba a punto de caer. Así se sentían los labios de Glinda en los suyos, como si estuviera cayendo de esa torre, desafiando a la gravedad.

No podía detenerse. Quería más de Glinda, más de sus labios, de su respiración sobre la suya. Rodeó a Glinda con sus brazos y la jaló hacia ella, las manos de Glinda, pequeñas, delicadas, habían comenzado a perderse debajo de su túnica.

"¿Qué están haciendo aquí?" Una voz que ninguna de las dos conocía las hizo saltar y separarse. Un hombre, un guardia de Ciudad Esmeralda, las observaba mientras las iluminaba con una linterna. "No es seguro aquí arriba a esta hora. Deben bajar."

Glinda tomó su mano y murmuró una disculpa, para después jalar a Elphaba y correr a toda velocidad de vuelta a su hotel.

Lo último que Elphaba pensó antes de dormir esa noche es que todo estaba saliendo de maravilla. Glinda. El Mago. Todo. 

Memorias de dos brujas malasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora