Hacia Ciudad Esmeralda

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Tantas cosas estaban pasando tan rápido que Elphaba no tenía tiempo de procesarlas. ¿Cómo diablos hacía Galinda para ir por el mundo sin pensar en nada? Estos últimos días, a Elphaba le habría encantado tener esa habilidad.

Todo había empezado con Dr. Dillamond. No, en realidad todo había empezado con ese baile. Elphaba terminó de empacar sus maletas y bajó las escaleras, intentando no pensar más en ello. En Galinda, en Dr. Dillamond, debería estar pensando en el Mago, y en cómo todos sus sueños parecían estar a punto de convertirse en una realidad. No podía detenerse. Galinda, Nessa y Boq ya la esperaban en la entrada, para despedirse por supuesto. Elphaba bajo las escaleras lentamente, recordando nuevamente cómo Galinda había bailando con ella. Su primera fiesta, ¿su primera amiga? Sin duda le había ayudado en más de una ocasión a partir de ese entonces. La había hecho sentirse como una más del grupo, algo que Elphaba definitivamente nunca había sentido antes. Eso era todo, quería a Galinda como una buena amiga. Aún con lo distintas que eran. No era importante que se ruborizaba cuando recordaba esa primera fiesta, o cómo Galinda había actuado después de ella. Como había tocado su mejilla.

Cuando llegó al final de las escaleras, Nessa la abrazó, le deseó buena suerte, y rápidamente había desaparecido con Boq. Elphaba tenía demasiado en mente como para también preocuparse por su hermana. Diablos. Se regañó a sí misma, ¿desde cuándo es que no le preocupaba su hermana? Fiyero tenía razón, había sido Galindificada. Quizá un poco de egoísmo no estaba mal. Como ahora mismo, le encantaría hablar de algo más con Galinda, hablar de ellas, de sus sueños y de cómo podrían lograrlos juntas. Habían pasado más de una noche hablando de ello. De cómo una vez que conocieran al Mago empezarían sus vidas, serían las personas que querían ser. Juntas. Pero ahora, Galinda sólo podía hablar acerca de Fiyero.

Fiyero. Fiyero. Fiyero.

Y ella estaba tan triste. No le gustaba verla así. Quería tomarla en sus brazos y decirle que todo iba a estar bien. Que de cualquier modo Fiyero no era tan atractivo. Hacía unas noches, Elphaba los había visto juntos. Le había quedado claro que Fiyero estaba enamorado de Galinda, y que ella simplemente estaba fuera de la ecuación. Eso no era importante. Ahora iba a conocer al Mago. Tampoco sabía por qué le importaba que Fiyero estuviera enamorado de Galinda. Eran el uno para el otro después de todo. Elphaba solo estaba en el camino. Aún así, a veces, cuando Galinda la miraba, le daba la impresión de que quizá no lo amaba tanto, que quizá si solo pudieran...

"Ven conmigo" lo dijo sin pensarlo.

"¿Ir contigo?" contestó Glinda.

"A Ciudad Esmeralda. Podemos pasear...

"¿Ir de compras?" la interrumpió.

"Sí, claro, ir de compras y a los museos y...

"Conocer al Mago" dijeron en unísono.

"Y no volver a hablar de Fiyero" dijo Elphaba para sus adentros. 

Memorias de dos brujas malasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora