14. PROBLEMAS

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Había pasado un mes. Ante las insistencias de Tony, Peter había acabado haciendo las maletas y mudándose a su apartamento.

El chico seguía trabajando en el club, y no tenía pensado dejarlo a menos que encontrase una vacante en alguna empresa donde le dieran un sueldo digno.

Tony, que odiaba verle irse cuatro noches a la semana a dejar que abusaran de su cuerpo, intentó por todos los medios convencer a su jefe de que sería un buen fichaje para la empresa, aun a sabiendas de que Peter le había dejado claro que no quería su ayuda para salir de su bache particular.

—El chico tiene muchas cualidades —le insistía, esta vez al jefe científico, viendo que Green no daba su brazo a torcer—. Estuvo trabajando para mí, en Industrias Stark, y tengo buenas referencias de primerísima mano.

La famosa beca Stark. Tony mentía, puesto que Peter jamás había trabajado para él, salvo su única misión como Spider-Man cuando fueron en busca de Steve y el Soldado de Invierno.

Sin embargo, era consciente de los sobresalientes y matrículas de honor que había acumulado el muchacho durante su vida estudiantil, y no dudaba en absoluto de sus capacidades

—¿Dónde tienes la prueba de que trabajó para ti, Stark? —le dijo el jefe—. Tu empresa ya no existe, y no conozco de nada a ese Peter Parker. No es que no me fíe de ti, pero andamos cortos de presupuesto últimamente. El proyecto del embrión está consumiendo nuestros fondos. No podemos contratar a nadie más por el momento.

Stark regresó a su puesto de trabajo, abatido, donde su compañero biólogo estaba tomando notas sobre la gestación.

Se acercó al vidrio que simulaba un vientre materno. Deberían cambiarle a otro recipiente más grande en cuanto creciera lo suficiente. Por el momento, tan sólo medía tres centímetros, y se asemejaba más a una habichuela que a un ser humano.

¿Serían capaces de llevar la gestación hasta el final?


○ ○ ○


Acudió aquella noche al local. Cuanto más unido se sentía a Peter, más le costaba aceptar que siguiera dedicándose al trabajo sexual, donde todo tipo de hombres pagaban por acostarse con él.

Llegó justo para ver cómo un señor mayor palmeaba la nalga desnuda de Peter, que quedaba libre debido al tanga, y contempló cómo ambos se alejaban en dirección a las habitaciones.

—¿Te pongo algo de beber, Robert?

Ni siquiera se había dado cuenta de que se había sentado en la barra, tan ensimismado que estaba en gestionar que Peter fuera a tener sexo con un señor que bien podría ser su abuelo.

Miranda le pasó las manos por delante del rostro, sonriendo.

—¡Robert! ¿Estás con nosotros?

El hombre volvió en sí y observó a la camarera, a quien ya conocía por acudir al local.

—Un tequila a secas, por favor.

—Marchando, guapetón.

Apoyó los codos sobre la barra y ocultó el rostro en sus manos, centrándose en escuchar la música. Sonaba una versión chill out de Umbrella, por lo que se perdió en ella para intentar dejarse llevar por los malos pensamientos.

Sin resultado. La cantante tenía una voz melodiosa y dulce, pero no sirvió para impedir que siguiera dándole vueltas al coco.

Peter no quería dejar el trabajo. Había tenido esa conversación con él una y mil veces en el último mes, pero estaba empeñado en intentar encontrar, por su cuenta, alguna vacante donde las condiciones fueran justas y el sueldo estuviese a la altura de las competencias que pedían.

El chico del antifaz (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora