Capítulo 20 - Sangre llama sangre

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Row quedó inmóvil, en shock

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Row quedó inmóvil, en shock. Sus ojos viajaban de Wendigo a Nalzheehí y de regreso. La bestia astada gruñía con sospecha mientras el hombre se mantenía de rodillas, suplicándole que se detuviera.

—Por fin estaremos satisfechos y el vínculo se romperá —dijo Naz con voz temblorosa—. No hace falta que nadie más muera.

Wendigo bufó y soltó la pierna de Row. Tuvo que tensar al máximo la mandíbula para no gritar después de que las garras salieran de las heridas.

—Golden... Gate —dijo el monstruo. Naz asintió mientras se ponía de pie, logró ver la mirada de desprecio proveniente de Row.

—No quise que terminara así.

—¿¡Y cómo querías que terminara!? —gritó ella con furia—. ¡Son tus sobrinos! ¡Bastardo!

—No entiendes lo que sucede —contestó Naz en camino hacia Wendigo.

El monstruo se irguió en sus patas traseras. Row escuchó huesos rompiéndose, costillas en movimiento. La caja torácica de Wendigo se abrió por la mitad, las costillas se separaban como patas de araña y su carne se rasgaba por voluntad propia. Su cuello, brazos y piernas se abrían como la boca de una criatura que solo se veía en pesadillas.

Row lo vio con claridad. No había nada dentro de la criatura. Era un cascaron incompleto, una parte del todo.

Naz se deshizo de las pieles que lo vestían, le dio la espalda a Wendigo y comenzó a retroceder. En el momento que se acercó lo suficiente, la carne y piel del monstruo lo aceptó, cubriéndolo como si esa fuera su verdadera piel. Poco a poco se cerró, y a medida que lo hacía, la musculatura del monstruo crecía. Abandonaba su apariencia famélica, sus astas, al igual que sus garras, perdían las partes podridas y eran sustituidas por nuevas, más fuertes, sin embargo, su olor no desaparecía.

Cuando ambos se volvieron uno, Wendigo soltó un rugido que hizo temblar el lugar. Volvió a dirigir su vista a Rowina. Ella intentó levantarse, pero el dolor en su pierna apenas la dejaba pensar, de inmediato llevó la mano a su oído.

—¡Kai! —fue lo único que logró gritar cuando Wendigo la azotó con el dorso de su garra, haciéndola rodar en el suelo y que perdiera su comunicador en el proceso.

Aún aturdida, intentó arrastrarse para escapar de aquel monstruo. Se negaba a dejarse devorar por esa cosa. Sintió como la sujetaba de su cabellera y era levantada del suelo, Naz la llevó al nivel de su cráneo.

—Tranquila, no morirás —prometió. Esa vez no arrastraba las palabras ni sonaba como si le costara decirlas, pero aún se escuchaba el siniestro tono demoniaco—. Si te hace sentir mejor, haré que sufran lo menos posible... —comentó antes de soltarla.

—¿Por qué? —preguntó ella al recuperar el aliento,

—¿En serio quieres saber? —Row podía sentir la respiración de Wendigo en su espalda, como un depredador que mantenía a su presa sometida—. La historia que le conté a Nakai... sigue siendo la misma —afirmó al voltear a Row con facilidad, obligándola a verlo directo a sus cuencas—. Sin embargo... El Wendigo no llegó de la nada... —dijo mientras el cráneo se acercaba a su oído—. Yo lo invoqué.

Renegado: Clan de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora