Una historia escrita con sangre. Una nueva era bélica. Y un héroe en busca de redención.
***
Nakai Robbins, mejor conocido como Renegado, terror del bajo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Krimson Hill.
La oficina estaba impecable. El senador y miembro del parlamento, Norman Hoyle, firmaba una serie de molestos documentos. La condenada invasión había causado estragos en todo el mundo y su ciudad no era la excepción. Ayuda humanitaria, reconstruir viviendas, rescates, todo el dinero del gobierno terminaba en manos de los malvivientes de la ciudad, mientras él tenía que soportar molestos discursos de cómo "se esforzarían" para que Krimson Hill volviera a una antigua e inexistente gloria.
—¿Señor? —escuchó la voz de su secretaria por el comunicador.
—Estoy ocupado, Janice —respondió sin siquiera molestarse a mover la mirada de los papeles enfrente de él.
—Señor, aquí hay un hombre que quiere verlo, viene acompañado —insistió con voz temblorosa.
—¡Si alguien quiere verme debe solicitar una cita previa! ¡Así que déjame y haz tu traba...!
Hoyle fue interrumpido por la apertura de par en par de las puertas de su oficina. El causante era un hombre con una máscara de calavera que cubría su boca y nariz, su cabeza rapada y ojos de diferente color le daban una apariencia amenazante que obligó a que Norman se enterrara en su silla. Vestía una chaqueta negra y pantalones militares, su falta de zapatos dejaba a la vista sus pies robóticos, tubos salían y entraban a su cuerpo.
—¿¡Quién eres!? ¿¡Qué quieres!? —preguntó Hoyle sin obtener respuesta.
N.O.S. simplemente entró a la oficina en silencio, sentándose en una de las sillas frente al escritorio del político.
—Nada como una entrada dramática —escuchó desde la puerta. Detrás del chico con apariencia robótica, entró un hombre de traje lujoso, Nour sonreía mientras observaba el rostro aterrorizado del hombre tras el escritorio—. Senador Hoyle, es un placer poder hablar con usted. —Nour extendió su mano, su gesto no fue correspondido.
—¿Quién demonios eres? —preguntó.
—Maldición, ¿dónde están mis modales? —dijo con sarcasmo—. ¿Su secretaria no avisó nuestra llegada? Creo que por aquí debo tener el recordatorio de nuestra cita —hablaba mientras palpaba su traje—. Aunque no la encuentro, Marco, ¿acaso la tienes tú?
En el momento que dijo eso, N.O.S. buscó con su mano robótica debajo de su chaqueta, para después sacar una pistola, colocándola en su pierna con el cañón apuntando al senador.
—Ahí está —dijo Nour con una macabra sonrisa. El hombre frunció el ceño.
—¿Quién demonios te crees que eres? —preguntó, azotando su mano sobre el escritorio—. ¿¡Tienes una maldita idea de con quién te estás metiendo!? ¿¡Sabes quién controla esta ciudad!? —gritó, escupiendo saliva en los lentes de Nour.
Con absoluta calma, Nour tomó un pañuelo del bolsillo de su traje y limpió los cristales de sus anteojos.
—Le aseguro que no soy una amenaza para los negocios del señor Orburne... ¿o prefiere el nombre Cronos? —preguntó Nour, sin respuesta—. La propuesta que traigo es para usted nada más.