13. La carta

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Capítulo 13

Emily

Vamos llegando tarde porque estaba esperando a mi madre, le dije que no hacía falta arreglarse tanto, igual es hermosa y ella lo sabe muy bien, pero de todas formas quería verse bien.

– Mamá... vamos a un velorio – recalco mirando a mi madre a través del espejo.

– Lo sé Emi, justo por eso debo verme elegante – habla mi madre recogiéndose el pelo en un moño bien peinado y yo aquí con una simple coleta.

Había elegido un simple vestido negro, no tenía muchas ganas de arreglarme, soy totalmente lo opuesto a ella, lo sé.

Por fin nos encontramos saliendo, creí que íbamos llegar cuando todos ya se hubieran ido.

Al llegar, nos adentramos y el padre ha comenzado a hablar.

Mi madre se acerca a unas conocidas y yo quedo parada atrás, Derek y los demás se encuentran a unos pasos mío, no sé cuál es la razón de quedarme apartados de ellos, no quiero sentirme incomoda, no es un buen momento y las cosas con Sandy nunca están bien. No digo que sea culpa mía, pero si puedo evitar, lo haría.

El padre termina con su discurso que ni siquiera escuche gracias a usted y su manía de arreglarse Señora Stephany.

Observo que Luca es la última persona en arrojar la flor blanca que la mayoría llevaban en sus manos. Yo había comprado afuera del cementerio un ramo de flores blancas y amarillas.

Derek se acerca a él, toca su hombro y Luca voltea dándole un abrazo, se quedan así un buen rato. Siempre he creído que un abrazo puede expresar mucho más, cuando sabemos que las palabras no son suficientes.

Mi madre se acerca a Luca y lo abraza, hablan un par de minutos, hasta que ella se dirige en dónde me había quedado.

– Debo irme – anuncia dándome un beso en la mejilla.

– Nos vemos en casa – hablo dándole una media sonrisa, ella se marcha, perdiéndose entre la multitud que van saliendo del lugar.

Las personas se dispersan dejando vacío el lugar que hace apenas unos minutos estaba lleno, los chicos también se van a despedir de Luca y se retiran del lugar.

Solo quedan los encargados del cementerio, son dos hombres adultos con notables canas, que se alejan un poco del sitio al ver que Luca seguía inmóvil.

En un pequeño banco cerca del lugar en donde iban a enterrar a Meli estaba el saco de Luca, si había venido bien presentable ahora ya no queda nada de ese traje, observo que habla haciendo señas con las manos y se rasca la nuca.

Creo que se estará despidiendo, cuando veo que se dirige al banco, avanzo lentamente hasta llegar al ataúd que está decorado con muchas flores blancas esparcidas cubriéndolo por completo.

Luca nota mi presencia, pero sigue inmóvil. Esta vez está sentado, arrojo el ramo que llevaba en mis manos diciendo unas cuantas palabras.

– Y aunque no estés, te llevaré siempre en mi corazón querida Melissa – termino con mi breve discurso, limpiando las lágrimas que se han escapado por mi mejilla.

Veo que Luca se ha parado nuevamente acercándose a mí, sus ojos se ven muy rojos y no es para menos.

– Emily... – habla con la voz entre cortada. Rompo la distancia y lo abrazo, esa imagen suya realmente me duele, siento la presión que hace al abrazarme y no hace falta decir ni una sola palabra en estos momentos, todo lo que él necesita ahora es apoyo y mucha fortaleza para afrontar todo esto.

Nos separamos luego de unos minutos y nos sentamos en el banco.

– A ella no le hubiera gustado verte así – trato de reconfortarlo. Luca solo me mira sin decir nada.

Y justo ahí lo recuerdo.

¡La carta!

Busco en mi bolso y gracias a Dios no lo había sacado de ahí.

– Esto me entregaron en el hospital – hablo pasándole el sobre. Él lo mira por un segundo y lo toma, una triste sonrisa se dibuja en su rostro.

– Que manera más cursi de despedirse... – hace una pausa antes de continuar. – Dejando una carta – termina de hablar haciendo un gesto divertido.

– No le gustaba las despedidas – digo con el semblante triste al igual que él.

Luego de unos segundos de silencio, Luca coloca su cabeza sobre mi hombro. – Gracias – pronuncia en un susurro.

– Esta bien – exclamo recostando mi cabeza por la suya.

Ambos quedamos recostados el uno al otro viendo como poco a poco iba despareciendo el ataúd, quedando una elegante corona en enfrente de la lápida.

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