Cuando James Potter le dijo en tono burlón que no pasaría ni día y medio hasta que volviese a fumarse un cigarrillo, le brillaron los ojos y se le extendió una sonrisa pícara en la cara al aceptar de buen grado el nuevo desafío. Potter perdería y así podría pasar tres benditas semanas sin escucharle hablar del mismo tema irritante una vez tras otra. Pero él no sabía ni tenia previsto que Remus Lupin trataría de hacerle la vida imposible en el proceso
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