Obito es tan frágil y callado, e Itachi sólo suele mirarlo, lo mira cuando se esconde el sol, cuando surgen las estrellas. Desde la lejanía lo abraza, y desde la distancia le limpia las lágrimas. Obito es tan dulce que a las hormigas les gusta su piel, Itachi simplemente se sienta en la rama de un árbol y observa En silencio, simplemente en silencio.
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