A pesar de todas aquellas vidas que destruía día a día con su espada, en lo único que yo podía pensar era en la manera en la que sus manos creaban las esculturas más hermosas y sensibles que había visto jamás. La manera en la que su cincel acariciaba la piedra de la misma forma en la que sus manos tocaban mi cuerpo era capaz de borrar todos los horrores que había presenciado por culpa de la guerra. Primero luchó por todo aquello que iba contra mí, pero luego me salvó la vida cuando decidió luchar por mí, y por mi reinado. Y por todo el amor que tenía guardado para él y nadie más. Segunda parte de ARGAMASA.