Abigail Emilia siempre había soñado con convertirse en veterinaria, era su mayor pasión y el deseo más profundo de su corazón. Después de la muerte de su querida madre, quien había sido su mayor apoyo, Abigail sabía que tenía que cumplir su último deseo: estudiar en la prestigiosa universidad de Canadá para honrar su memoria. Pero el camino hacia su sueño no sería fácil. Abigail también había sufrido la traición de sus mejores amigas, aquellas en quienes confiaba ciegamente y quienes habían sido como hermanas para ella. La dolorosa traición y el sentimiento de abandono aún la atormentaban en sus noches solitarias, recordándole que a veces las personas más cercanas pueden ser las que más daño nos hacen. Y no podía olvidar el amor que todavía sentía por Alexander Macqueen, su ex pareja que le había ocultado la dolorosa verdad sobre el embarazo que había perdido. A pesar del dolor y la decepción, no podía negar que su corazón seguía latiendo por él, añorando lo que una vez compartieron y temiendo el vacío que dejó su ausencia. Abigail no se detuvo. Con determinación y valentía, emprendió su viaje a Canadá para cumplir su sueño y encontrar una nueva razón para sonreír. En cada clase, en cada paciente que atendía, Abigail encontraba un destello de esperanza y la fuerza para seguir adelante, recordándose a sí misma que merecía ser feliz y que su pasado no definiría su futuro. Tres años después, cuando el hogar llamó a su puerta con la promesa de reconciliación y paz interior, Abigail regresó a Londres con un corazón sanado y una determinación inquebrantable. Había aprendido a perdonar, a dejar ir el pasado y a mirar hacia adelante con esperanza en sus ojos cansados pero resistentes. Porque aunque el amor y la amistad habían sido terrenos minados en su historia, Abigail había descubierto en su viaje que la verdadera valentía residía en la capacidad de seguir adelante, incluso cuando el miedo y la duda intenta
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