SoyEldenBlake

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SoyCatGrant

Pero miren quién es, el periodista más competente de metropolis. Claramente después de mi, bienvenido, Elden.

SoyCatGrant

—Su mirada no se apartó ni un instante de la suya mientras él la movía, mientras el mundo se reducía al escritorio, a sus manos y a esa verdad abrasadora que ahora los envolvía. El sonido de los objetos cayendo al suelo fue un eco lejano, sin importancia. Lo único real era la presión de sus dedos en su cintura, la exigencia de su cuerpo contra el suyo. Un gemido ronco escapó de sus labios cuando se arqueó hacia él, una entrega total y consciente— Así… — suspiró, la voz algo áspera — Así es como debió ser siempre —El recorrido de su boca por su cuello fue una tortura exquisita. Cada mordisco, cada caricia húmeda, era una confesión tallada en su piel. Sus uñas se clavaron en sus hombros, buscando estabilidad mientras una oleada de calor la inundaba — ¿Ves? 
            — logró articular entre jadeos — Todo ese silencio… solo hacía que las ganas empeoraran — Cuando sus manos la posicionaron, abriéndola a su voluntad, un escalofrío de pura anticipación la recorrió. No hubo resistencia, solo un temblor de placer al sentirse tan expuesta. El beso que siguió no fue un beso común, fue algo salvaje. Devoró su boca con una urgencia igual a la suya, saboreando cada centímetro de esta a hasta quedar sin aire. Pero cuando sus dedos presionaron la parte interna de su muslo, con esa lentitud demandante, su respiración se detuvo. La mordida en su labio inferior le arrancó un gemido agudo, un sonido crudo que resonó en la oficina silenciosa. Sus manos, que recorrían su cuerpo con un ritmo posesivo, la llevaban al borde del delirio — Dime qué harás conmigo ahora que ya no hay reglas
            — Sus propias manos bajaron desesperadas por la tela que lo separaba de ella. Los dedos encontraron el cinturón de este, trabajando con una torpeza deliberada que era otra forma de tortura— 
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SoyCatGrant

—El cambio en él fue eléctrico, una rendición que se transformó en asalto, y Cat sintió una descarga de puro placer recorrerle la columna. Su mordisco, ese primer toque de dientes que era tanto una promesa como un castigo, le arrancó un jadeo bajo y genuino. Su sonrisa se desdibujó por un instante, solo para reformarse más lenta, más peligrosa—
            Ah… —suspiró casi en gemido contenido cuando su mano ascendió con esa seguridad que la encendió por completo— Mírate, estás aprendiendo —Se dejó atraer contra él, sin resistencia, saboreando la urgencia de su tirón. Su cuerpo se arqueó instintivamente hacia el suyo, buscando contacto, presión, más— “Sigo siendo tuyo.” —repitió sus palabras, susurrándolas contra su boca mientras sus propias manos descendían por su espalda, clavando las uñas ligeramente a través de la tela— Lo sé, eso es lo divertido — Su promesa de hacerla perder la cabeza la hizo reír, una risa baja y vibrante que se convirtió en un gemido ahogado cuando por fin logró quitarle la camisa. La segunda mordida, más lenta, más tirante, hizo que sus ojos se cerraran un instante, entregándose a la sensación— Quieres que te diga… —musitó, abriendo los ojos para mirarlo con una intensidad que lo abarcaba todo—. Está bien...Quiero que me digas, sin palabras, que esto no es un juego de oficina. Haz todos esos años de miradas discretas y reuniones de prensa válidos
            —Se enderezó, sus ojos recorriendo su rostro con una adoración que no había mostrado en años — tienes todo mi consentimiento.
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SoyCatGrant

—Lo sintió temblar bajo su toque, escuchó la ruptura en su voz, y una oscura y triunfante satisfacción anidó en su pecho. Su mano en su cabello se tensó, no con dureza, sino con una posesión firme que lo mantenía justo donde ella quería: expuesto, entregado, esperando su palabra— ¿Qué somos ahora? —repitió su pregunta con una lentitud deliberada, mientras su otra mano abandonaba su corazón para deslizarse por los botones de su camisa, abriéndolos uno a uno con una calma exasperante— No lo sé, ¿Amantes? ¿Novios? ¿Dos personas lo suficientemente torpes que se han amado demasiado por años pero que tuvieron mucho orgullo y timidez para decirlo? 
            — Ella ladeó su cabeza un poco sin dejar de quitar los botones — la última es muy larga, las primeras dos están bien
            —Su voz era un susurro aterciopelado y cargado de intención, cada palabra caliente contra su piel. La confesión derrotada de él, esa reverencia en su toque, avivó una llama más intensa en su interior. No retrocedió cuando él cerró la distancia con esa desesperación peligrosa, Al contrario, devoró su beso con una ferocidad igual, permitiendo que el escritorio cediera un poco bajo su peso combinado— No te detengas —ordenó entre sus bocas, las palabras entrecortadas pero llenas de autoridad— Muéstrame toda esa devoción que juraste tener.
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