4. Confesión

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Era medio día, el viento afuera acariciaba todo a su paso, el sol calentaba cada rincón que sus rayos tocaban y la calle estaba casi vacía al igual que aquel café, pero el grupo de chicos que se encontraba en una de las mesas dentro del lugar hacía el ruidoso suficiente para que el silencio se fuera de ahí lo más rápido posible;  era el cumpleaños número 22 de Luca y sus amigos de la universidad lo habían invitado a celebrar en un pequeño bar de la ciudad al salir de clases, era viernes y no habría que preocuparse por la escuela.

-Por favor Luca- rogaba uno de los chicos- nunca te pedimos nada hermano, solo es esta vez, desde que te conocemos no nos has dejado celebrar tu cumpleaños, siempre estas ocupado con la escuela, el entrenamiento y con tu trabajo de medio tiempo, así que ya es momento de que descanses un poco y salgas a divertirte en tu día-.

-Nico tiene razón bro, siempre estas ocupado, déjate consentir aunque sea un poco por nosotros tus amigos- comenzó a hacer un leve puchero mientras le daba pequeños golpes con el codo- incluso  me hicieron  coquetearle a tu jefa para que te diera el día libre  así que acepta ya por favor-.

-Si Luca acepta, aunque sea por lastima al pobre de Manu que hizo un esfuerzo sobrehumano al coquetear con la dueña del restaurante, además- acercó su rostro al del chico ojimiel para poder susurrarle- te tenemos una sorpresa que seguro te gustará- dijo guiñándole el ojo varias veces-.  

 Luego de mucha, pero en verdad mucha insistencia de parte de los chicos el joven aceptó; tomó las clases que le faltaban, fue a la práctica de baloncesto y regresó a su pequeño apartamento a arreglarse para ir al bar que sus amigos le habían mencionado.

-Me alegra mucho que hayas hecho amigos aquí en la ciudad- dijo el ángel mientras esperaba que el chico saliera de ducharse- sabía que todo saldría bien una vez que aprobaste el examen, y no me equivoque, ahora te preparas para salir a celebrar tu cumpleaños número 22 con los chicos- un pequeño suspiro salió de su boca mientras miraba el techo- quien lo diría, el tiempo pasa volando, ¿no es así?-.

El tiempo había pasado como como agua entre los dedos, y cuando Han se dio cuenta, el niño pequeño que se encargaba de corretearlo por el campo y el adolescente con el que mantenían pequeñas discusiones sobre si debería subir o no al árbol de encino otra vez, ya no estaban más, ahora se encontraba cuidando a un joven alto, un poco más que él; de cuerpo bien formado, pues le encantaba hacer deporte y ejercitarse; y muy apuesto, la adolescencia se había encargado de hacer un trabajo impecable; además, se encontraba lejos de aquel pequeño pueblo que vio nacer al chico y ahora todo a su alrededor eran grandes edificios, ya que Luca, con muchos esfuerzos, había logrado pasar el examen, conseguir una beca y entrar a la universidad. Lo único que se mantenía igual eran los hermosos y encantadores ojos de Luca que aun tenían el mismo poder sobre el ángel cuando lo miraba.

De pronto el ruido del cancel del baño abriéndose sacó a Han de sus pensamientos, la mano de Luca se asomó para tomar la toalla y un momento después salió con ella enredada en la cintura; su pelo aun estaba un poco mojado por lo cual pequeñas gotas caían de el para recorrer el pecho de joven; aquello era todo un espectáculo para el alado, toda su atención estaba puesta en seguir el rastro de las traviesas gotas de agua; ¿por qué no podía separar la mirada de ellas? no era la primera vez viendo al chico semi desnudo, eso estaba claro, pero ahora era diferente, en esos momentos él solo quería un cosa, no pedía demasiado, solo quería ser, aunque sea por un momento, esa gota de agua clara que acababa de caer en la frente del castaño, ser la misma gota que bajaba lentamente hacia sus labios mientras los acariciaba delicadamente, para luego caer por su barbilla directo a su pecho y recorrer todo este hasta llegar al límite que marcaba la toalla de entre lo que podía y lo que no ver. ¿Qué estoy pensando? se preguntaba Han, él nunca quiso nada antes, todo estaba bien, hasta aquel momento había estado satisfecho con ser un ángel guardián, pero de repente quería ser ¿una gota?; su mente era todo un lío, no había nada de bueno o interesante en ser una gota de agua, pero él deseo por un instante serlo, ¿para qué?, de repente algo conectó dentro de su mente, Han no quería ser una gota de agua clara, lo que en realidad anhelaba era poder tocar las partes del cuerpo de Luca donde la gota había pasado libremente, y que este le diera la misma libertad sin reprocharle nada; al darse cuenta de sus verdaderas intenciones, el ángel abrió de par en par sus ojos y comenzó a recriminarse en sus adentros; cómo era posible que tuviera esos pensamientos tan impuros acerca de la persona que debía cuidar, eso no era propio de él, en que momento se le ocurrió pensar en eso, estaba mal, qué iba a pensar el chico si se llegaba a enterar de aquellos pensamientos, seguro lo odiaria y le pediría que le cambiarán de ángel; ideas como la anterior lo inundaron en cuestión de segundos hasta que un dolor en la espalda lo atacó bruscamente, su cara empalideció llamando la atención de Luca, quien desde hace rato se encontraba hablando solo.

El castigo de DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora