3. Encuentro

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Han llegó a un pequeño pueblito, y mientras caminaba rumbo a la casa donde nacería el niño, notó que el lugar parecía ser muy tranquilo y acogedor, estaba atardeciendo ya, y los colores morados, rosados y azules del cielo embellecían aun más el paisaje.

Tan pronto como llegó al lugar se escuchó el lloriqueo de un recién nacido que invadió todo el lugar. Como era costumbre, el ángel comenzó a inspeccionar al pequeño bulto rosa que era limpiado con sumo cuidado por una mujer que cargaba sobre sus hombros el peso de los años; se encargo de revisar cada parte del bebé para ver si había llegado sano y así fue, el niño no parecía tener ningún tipo de problema, lo cual tranquilizó mucho al joven que se encargaría de protegerlo; una vez que terminó de revisarlo, Han se paró al lado de la mujer que ahora sostenía entre sus brazos al pequeño y se detuvo a mirarlo, se veía tan indefenso y frágil pero fuerte y valiente a la vez, le sorprendió como un bebé podía lucir de esa manera, de repente su corazón dio un fuerte latido he inconscientemente esbozó una pequeña sonrisa, un sentimiento extrañó recorrió su cuerpo en un segundo, ¿qué acababa de ocurrir? ¿qué era aquel sentimiento que invadió su pecho?, se cuestionó, sin embargo decidió no darle demasiada importancia. Luego de varios minutos admirando al pequeño que yacía en el regazo de su madre, Han susurró para si mismo

- Te prometo que cuidaré de ti hasta el día de tu muerte-.

🌙

Había pasado ya una semana desde la llegada de Luca al mundo y aunque transcurrieron siente días desde su nacimiento, el bebé aun no abría los ojitos, pero fuera de eso todo estaba bien, pues era en realidad un bebé muy tranquilo, pasaba la mayoría del día durmiendo y no lloraba demasiado, solo lo hacía cuando necesitaba ser alimentado o sus pañales estaban sucios.


El día era muy lindo afuera, el otoño se presentaba en el color de las hojas de los árboles que eran golpeadas por pequeños vientos que provocaban la caída de algunas de ellas, pero nada llamaba tanto la atención del alado como lo hacía el niño; el ángel se encontraba parado al lado de la hermosa cuna de madera, donde yacía el pequeño tomando una de sus largas sientas, no se cansaba de mirar las pequeñas facciones del mencionado, entonces pasó por su mente tocar una de las mejillas del pequeño Luca aun sabiendo que entre varias de las reglas secundarias que había para cuidar de un humano, estaba incluida que los ángeles no tenían permitido tocar a la persona que estaba bajo su cuidado, pues si lo hacían estos tendrían la capacidad de verlos, y aunque había casos en la que los niños podían hacerlo incluso sin ser tocados, esto sólo era por un momento y sólo durante la infancia, lo cual no era malo, sin embargo, si un humano fuera capaz de ver a su ángel de la guarda, seguro traería problemas.

Luego de varios minutos reflexionando sobre la situación y las posibles consecuencia, Han decidió acercar  su mano al pequeño rostro para poder tocarlo, no podía controlar del todo su nerviosismo, e incluso la mano le temblaba un poco, y cuando estaba a escasos centímetros de el, Luca comenzó a hacer unas muecas indicando que estaba despertado, rápidamente el chico alejo su mano y se limitó a mirar, los gestos que este hacía inundaban a Han en un mar de ternura, pero sabía que pronto el pequeño comenzaría a llorar pidiendo atención de su madre, sin embargo esto no fue así.

Luca detuvo los movimientos de su rostro, permaneció unos segundos inmóvil hasta que de repente, sus diminutos ojos se abrieron; estos eran de un hermoso color miel que eran capaces de transmitir una ola de tranquilidad a quién los viera, eran bellos de verdad, y dejaron al alado encantado cuando sus miradas se cruzaron, el chico se sorprendió un poco por aquello, pero recordó que era normal en ocasiones, así que le resto importancia.

El castigo de DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora