XVII. ESTÚPIDO MUÉRDAGO

184 21 6
                                    

Capítulo dieciséis:Estúpido muérdago

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo dieciséis:
Estúpido muérdago.


La imagen que me devuelve el espejo me hace sintir satisfecha.

Vestí un precioso vestido azul celeste, con simples mangas, algo infladas pero sin llegar a ser excesivamente grandes. Llegaba hasta un poco más abajo de las rodillas, una cinta de un tonalidad azul adornaba mi cintura y se ataba en un pequeño moño en mi espalda y desde los hombros hasta el centro del pecho, detalles de encaje blanco terminaban de embellecer la prenda.

Tres golpes en la puerta y luego la cabeza de Hannah asomándose por esta con su bolso bastaron para llamar mi atención.

—Los invitados han llegado.

Yo asentí con la cabeza:— Ya bajo. Que pases una bella noche, Hannah.

—Igualmente, querida.

Até una cinta, también celeste, a mi cabello y bajé las escaleras. Seguí las voces hasta la sala, encontrándome a mi familia, Bash y Gilbert sentados cómodamente en los sofás, charlando.

—Hola a todos— dije con un movimiento de mano.

—Oh, Emma, que bueno que bajaste— exclamó mi padre con una sonrisa, los demás voltearon a verme—. Supongo que ya podremos ir a cenar.

—Todo huele muy bien— añadió Bash, levantándose.

—Bueno... Hannah es una cocinera ejemplar— contestó mamá orgullosa, dirigiendo a todos al comedor—. Emma, apaga las velas del árbol, por favor.

El árbol de navidad se encontaba firme al lado de la ventana, a una prudente distancia para que las cortinas no se quemen y adornado con adornos (valga la redundancia) rojos, dorados y plateados, cintas blancas, las mencionadas velas y, por supuesto, una estrella dorada en lo alto.

—¿Emma?— la voz de Gilbert llegó a mis oídos como una dulce melodía, volteé a verlo—. Tengo algo para ti.

Tenía sus manos juntas detrás de su espalda, sosteniendo un paquete que reveló a mis ojos cuando desarmó su postura. El solo hecho de que me obsequie un presente me hizo sonreír.

—Vaya, Gil... gracias— le dije mirandolo a él y loego al paquete, ahora entre mis manos, como si fuera un pequeño tesoro—. No tenías que hacerlo...

—Oh, no, no, no me vengas con eso, cada año te obsequio algo, ¿por qué este sería diferente?

Reí entre dientes, más para llenar el silencio que por otra cosa. Entre los dos, apagamos todas las velas y antes de salir de la sala, lo detuve.

—También tengo algo para ti— lo dejé allí esperando y busqué detrás de un mueble el regalo, lo dejé allí ayer por la noche

Era un cuaderno para escribir nuevo, de tapa verde oscuro con dibujos de hojas doradas. En la primera de sus páginas había escrito:

golden°• gilbert blytheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora