G || I know that you're scared because hearts get broken.
En donde Emma ama a Gilbert con todo su corazón y él no tiene la más pálida idea.
" No entiendo qué me pasa, creí que podía manejarlo pero... no puedo. Solo el hecho de e...
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Capítulo diez: Ambiciones.
Los libros sobre mi cabeza parecían volverse más pesados mientras los minutos avanzaban. Caminaba aburrida por la habitación, esquivando ágilmente los sillones de la sala de estar bajo la atenta mirada de mi madre y Maryann.
—Deja de llevar tus hombros hacia adelante— me corrigió mi hermana.
Susan indicó que me aceracara a la mesa ratonera, tomé asiento en el sofá desocupado.
—¿Le gustaría un poco de té, señorita?— preguntó.
—Lo apreciaría, madame— contesté con la voz más empalagosa que puedan imaginar. Llevo la pequeña taza a mis labios con mi dedo meñique en punta y la espalda recta, sin dejar caer los objetos sobre mi cabeza. Reprimí la cara de disgusto que el sabor a té me dio, probablemente Maryann lo ha hecho, porque está insulso y amargo.
—Bien, siguiente lección: música. ¡Hannah!
El ama de llaves apareció por la puerta de la sala sosteniendo mi amado violín en su caja. Sonreí.
—Mamá, no he tocado esa cosa en años.
—No seas exagerada. Fue solo uno— ella le restó importancia—. Ahora vamos, vamos.
Saqué el instrumento de la caja, tomándolo suavemente para ponerme en posición. Tomé, luego, el arco con mi mano libre. Inhalé profundo, concentrándome en todo lo que sabía y comencé a tocar.
El arco y mis dedos se movían por las cuerdas sin esfuerzo. Me sentí orgullosa de mi, ya que no parecía estar fuera de práctica. Las notas de la pieza fluían, llenando la habitación, misentras las dos mujeres hablaban tranquilamente.
—Fue hermoso— aplaudió mi hermana cuando terminé.
—Muy bien, Emma. ¿Quisieras tocar la me me gusta tanto?
Asentí con una pequeña sonrisa, ya que también era mi pieza favorita. Era la canción con la que mi madre y mi padre tuvieron su primer baile en su boda.
Me coloqué nuevamente en posición, pero un estruendoso golpe de la puerta abriéndose nos alarmó a las tres, a este le siguieron agitados pasos acercándose, levanté en alto el violín como arma. Rodé los ojos, casi divertida, cuando mi padre y mis hermanos aparecieron en nuestra vista, estaban agitados y aún así, eufóricos.
—¡Hay oro en Avonlea!
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