Capítulo Once.

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Me sentía débil. Cansada. No podía moverme, tenía la vista borrosa. Me sentía bien y al siguiente momento, desfallecía. Había alguien muy en frente de mi rostro gritando mi nombre, y por más que quería contestarle, no salía ninguna palabra de mi boca. Cada vez era más difícil mantener mis ojos abiertos, y mis pensamientos coherentes. Sentía que alguien estaba jalando mi camilla, más sin embargo, no pude concluir nada. Sentía lágrimas caer de mis ojos continuamente. No sabía porqué me encontraba llorando, aunque quizá era porque todo mi cuerpo dolía. Lo único, y lo más cercano a mí que podía escuchar, eran los latidos de mi corazón en el aparato junto a mi camilla que hacía bip, bip, bip.

Las voces de mi alrededor comenzaban a ser más fuertes para mis oídos. Comencé a cerrar los ojos, y el bip del aparato comenzó a tener pausas más largas, hasta que cerré mis ojos por completo.

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—Es que, despertó, y parecía que estaba bien, pero después...—su voz se cortó, y comenzó a hablar en sollozos— pero después ella comenzó a lucir muy pálida, llamé a los doctores, y al verla, comenzaron a tratar de hacer muchas cosas...—sollozó— nadie me decía que pasaba, yo sólo la veía ahí acostada, volteando hacia todas partes con lágrimas en los ojos. Le grité, traté de hablarle, incluso los doctores pero ella no respondía. Hasta que... cerró sus ojos, y, y ella...

La madre de Annie era una mujer estricta, pero cuando se trataba de su familia, era completamente diferente. Siempre fue muy honesta, sincera, sonriente y entregada a su hogar. Simplemente tenía días que no paraba de llorar, no había comido ni dormido nada. Se negaba a salir del hospital sin su pequeña. 

—Mira, trata de tranquilizarte. Todo estará bien. En la tarde tomaré un avión para ir a verte, ¿sí?—contestó la persona al otro lado de la línea— descansa, come algo y yo te marco cuando esté por ahí, ¿vale?

La madre de Annie, la señora Amber, se encontraba llena de lágrimas mientras hablaba por teléfono.

—Está bien, lo haré.

Tras colgar el teléfono, subió a tomar una ducha. Nadie sabe por lo qué está pasando. El padre de Annie se encuentra en el trabajo, aunque está quizá peor que la señora Amber. La noticia de que Annie se encontraba en coma, a nadie le cayó bien. 

Después de ducharse, se dirigió al frigorífico, y sonrió tristemente al ver el envase de nutella a medio comer. A su hija le gusta muchísimo, y es de las pocas cosas que come a veces. Amber, tomó el envase, un paquete de galletas oreo y se dirigió a la sala de su casa.

Tomaba una galleta, la separaba y sobre la cremita blanca, embarraba un poco de nutella, tal y como lo hacía Annie. Por supuesto que después de llorar y de no haber dormido nada los últimos cuatro días, el sueño logró vencerla y Amber cayó dormida muy profundamente.

Al despertar, fijó sus ojos en el reloj de la sala, y notó que eran más de las 8:00 pm. Se levantó rápidamente, comenzó a buscar las llaves de su auto cuando notó que no era la única que estaba en casa.

—¡Amber! Hija, lo siento tanto...—salió su madre de la cocina para darle un abrazo—el avión llegó hace unas horas, llegué a tu casa y como estabas tan dormida, decidí no molestarte. Han llamado del hospital, y...

La señora Amber abrió los ojos como platos, procesando todo aquello que le acababan de decir.

—¿Qué dijeron los del hospital, mamá?—preguntó, mientras lágrimas salían de nuevo de sus ojos.

La madre de Amber colocó un gesto mucho más serio, y tartamudeando, logró decir:

—Que te presentaras lo más pronto posible en el hospital.

Insomnios sin ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora