Capítulo Ocho.

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UN PAR DE DÍAS DESPUÉS.

-¿Señorita Dawson?- preguntó mi profesora de historia- ¿podría repetirme lo que dijo su compañera?

La miré un poco desconcertada, ni si quiera me había dado cuenta de que la maestra había entrado al salón.

-¿Dawson?- repitió. Esta maestra me odia, tiene un aspecto muy formal y diplomático.

-No lo sé.- encogí los hombros. Algunos amigos me han dicho que les gusta mi actitud porque no me importa nada, algo que algunos llaman «valemadrismo».

-Le voy a volver a preguntar, y si no sabe responderme, la mandaré a subdirección, señorita.- gritó. Yo sólo dirigí la mirada al libro, y traté de concentrarme un poco.

-¡Hey, Annie!- volteé, era mi mejor amiga, Aileen. De hecho, la única.

-¿Mande?

-¿Qué tienes? Me has ignorado todo el día, y oye, te pasaste con la maestra. Jajaja fue muy divertido, honestamente.

-¿Pues qué? No sabía, no estaba poniendo atención.

La jornada de clases por fin había terminado, y Aileen y yo solíamos ir a comprar un helado diario después de la escuela.

-Alein- la llamé. Odia que le diga así, porque así le decía el maestro de matemáticas cuando estábamos en primer grado.- Hoy no tomaré nada, estoy enferma. Pide el tuyo, aquí te espero.

Me senté a pensar de nuevo, y es que lo hago ahora, o ya nunca. No me gusta complicarme la vida, así que me doy un tiempo determinado para perder el tiempo. Me propuse pensar en Eduardo sólo antes de llegar a casa. Llegando a casa me olvidaré del tema y ocuparé mi mente en cosas más productivas; quizá leer, o escribir, o como última opción, hacer la tarea. Me parece una buena estrategia, hace poco, estaba un poco triste y le conté a mi mejor amigo, Mateo, y él sólo me dijo... "te dejo llorar hoy si me prometes que sonreirás mañana". ¿De dónde sacó la frase? Ni idea. Pero me subió mucho los ánimos, y hasta hoy en día lo tengo en cuenta.

Levanté la mirada, Aileen se estaba tardando mucho. Miré por la ventana, me distraje mirando los autos y viendo a una pareja que estaba sentada en una jardinera. Quién como ellos, se pueden tener.

-¿Darlene?- mis ojos se abrieron como platos, hace mucho nadie me llamaba así. Volteé, y me encontré con un chico, alto, ojos color avellana y cabello negro, peinado hacia arriba. No lo reconocí.

-¿Sí?- seguía sin reconocerlo, pero sí que era bastante guapo.

-¡Sabía que eras tú! Te vi desde que entraste, ¿cómo estás?- yo aún no le reconocía. Y no respondí.- ¡Oye, soy yo, Alex! ¿No me recuerdas?

Ohhh, ese Alex. Oh-oh, mi novio de chocolate.

-¡Hey, hola! Has cambiado mucho, no te reconocí, pues bien, gracias, ¿y tú?

-Muy bien, y más ahora, Darlene. ¿Vienes sola?- Dios, ¿eso fue una insinuación?

-Ehh, no. Vengo con una amiga, pero ya tardó mucho. ¿Y tú?

-No, vine con unos amigos, pero los tontos me dejaron solo. ¿Te molesta si me siento?- me preguntó, mientras recorría la silla sobrante- Así podemos hablar y no te quedas solita.

-Sí, pero Aileen ya no ha de tardar, Alex.- respondí, marcando distancia, estaba muy cerca de mí.

-Está bien, y cuéntame, ¿tienes novio?- wow, directo al grano- apuesto a que sí, ¿verdad?

-Pues de hecho, sí. Se llama Eduardo.

-¿Eduardo qué?- desapareció su sonrisa.

-No creo que...

-¿Annie? Uff, el tipo ese no me atendía. Te traje unas galletas, y...-se acercó a mi oído para susurrar algo-¿me voy cinco minutos y ya estás ligando?

Sonreí.

-Oye, que no fueron cinco minutos, tardaste mucho. Aileen, él es Alex, un viejo compañero. Alex, ella es Aileen, mi mejor amiga.

-Mucho gusto.- lo dijeron al mismo tiempo.

-Bueno, Darlene- Aileen rió muy disimuladamente, pero si me di cuenta- tengo que irme, pero te dejo mi número, hay que salir algún día, ¿aún frecuentas aquel cine?

Aquel cine, donde el tonto me robó mi primer beso.

-No, ya no.- le dije, un poco más seria.

-Hay que ir, recuerda que el asesino siempre vuelve a la escena del crimen.- guiñó un ojo- Ahh sí, casi lo olvido. Fue un placer, Aileen.

Se ha puesto muy guapo, y al parecer aún le intereso. Bueno, quizá nunca dejé de interesarle, él era un psicópata, pero bueno. Quizá cambió, en ese entonces éramos unas crías de 11 y 12 años.

-Darlene esto, Darlene aquello, Darleeeeeene- se burló Aileen.

-Jajajaja, babosa, en la primaria me llamaban así.

-Eso no importa, ese chico estaba guapísimo. Deberías de vez en cuando dejar algo para mí, además tú tienes novio... ¿cómo haces para conseguir tantos chicos?

-Sólo fue uno, y sólo es mi amigo. ¿Te parece si nos vamos?

-Vale, pero prométeme que le hablarás bien de mí, quizá se de algo, ¿no crees?- tenía una pequeña chispa de entusiasmo en sus ojos. No hace falta hablar bien de ella, ella lo hace por sí misma, sus cabellos son dorados, es hermosa.

-Ten.- le lancé la servilleta donde Alex había anotado su número- podrías marcarle algún día, con el pretexto de que te dije que era el número de mi casa, o no sé.

-Te amo Annie, gracias.

-De nada, ya me voy. Gracias por las galletas, niña fea.

Ambas reímos. En realidad es mi mejor amiga.

Iba por la acera caminando hacia mi casa, cuando fui cegada por algo muy negro. Y es lo último que recuerdo...

Insomnios sin ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora