Capitulo 38

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MATEO:

Noa observa la pantalla del teléfono con incomodidad. Se levanta colocando su ropa y yo hago lo mismo dejando que la llamada suene.

—Creo que me iré yendo...— espeta con total seriedad acercándose hacia la puerta. Asiento y esta sale del despacho.

¿Se habrá molestado? 

Agarro el teléfono antes de que pueda parar de sonar y lo coloco en mi oreja.

—¿Ciao?— pregunto acomodando mi cabello.

—Miei cari Palacios— expresa esa dulce voz femenina. —Per quanto...— detona con vacilón.

Ruedo mis ojos.

—¿Qué quieres, Bianca?— denoto con seriedad.

Ríe— Nada lindo, solo avisaba que Ernesto te quiere a ti y a tu querida dama aquí...— hace notar el sarcasmo.

—Está bien, ciao...— cuelgo el teléfono antes de que pueda contestar.

Resoplo frustrado. ¿Quién es Bianca? 

Bianca es prima de Ernesto, a la cuál conocí en uno de mis primeros encuentros de negocios con Ernesto. A partir de ese día, Bianca y yo comenzamos a tener encuentros un tanto amorosos y comprometedores.

Bianca siempre fue aquella mujer perfecta para cualquier hombre, bella, inteligente y astuta.

Pero nunca quise algo más íntimo lo cuál compartir junto a ella. Y menos cuando conocí a Noa.

Bianca era hermosa e inteligente pero Noa me deslumbró con una belleza exótica que en ninguna mujer había logrado ver, y eso me volvía loco en ella. La inocencia que destilaban sus ojos o la forma de enojarse hechando frente a algo. Su forma de caminar e incluso la poca vergüenza que a veces lograba hacerme enfurecer.

Después de un tiempo no volví a hablar con Bianca, aunque aún así, de vez en cuando me solía escribir por mensajes. A lo que no prestaba atención.

Mi atención tan solo había recaído en Noa.

Y la obsesión que tenía sobre ella, nadie iba a poder deshacerla. Esa obsesión la reclamaba a ella como mía.

(...)

Acomodo mi camisa mientras me observo en el espejo.

—Joven, ¿cuál le gusta más la negra o la roja?— me pregunta sosteniendo las dos corbatas.

— Me pondré la negra— la mujer se encarga de colocármela, mientras miro la hora en mi reloj. —Valentina, ¿Noa ya está preparada?— la señora se hace ver en la puerta.

—Joven, volvemos a tener problemas con ella...— juega con sus dedos. Ruedo mis ojos dejando que la joven termine de colocar mi corbata para dirigirme a su habitación.

Toco su puerta varias veces.

—¡Noa, debemos irnos!— grito al otro lado de la puerta. Se escucha el ruido de un celular.

—¡Que tal si te vas con esa tal Bianca!— espeta con molestia.

No puede ser.

— No quiero problemas ahora Noa, no tenemos suficiente tiempo— no se escucha nada y decido a abrir la puerta encontrándomela semi desnuda. — Vístete...— le ordeno.

Niega.— No—.

Me acerco a ella lo más rápido posible y la cargo hacia la cama tumbándola sobre ella, se retuerce intentando salir.

— Piensa en tus padres...— le espeto apretando sus muñecas mientras con mi mano busco el vestido.

—¡Idiota!— me golpea, pero yo ignoro sus golpes colocando entre la criada y yo su vestido.

—¡Una niña pequeña pareces!— termino de colocarle el vestido. —Ya me agradecerás todo esto...— la criada se encarga de colocar sus tacones.

Suelto sus manos y esta masajea sus muñecas dedicándome una mirada de desaprobación.

—Vamos, que llegamos bastante tarde...— me dirijo a la puerta de su habitación saliendo por ella para acercarme hacia la limusina.

Noa sale a paso perezoso con sus brazos cruzados. Yo me siento en mi puesto observando todo el armamento.

Pistolas, navajas, escopetas.

Nadie sabe que es capaz de ocurrir.

Noa termina de subirse al auto y le indico al chófer que emprenda camino.

—Vamos a encontrarnos con Ernesto, te pido por favor, que te comportes— le pido y esta no me dirige ni palabra.—¿ A caso estás celosa?— pregunto dejando mi mano sobre su muslo. Ella la aparta con brusquedad.

—¿Yo? Para nada, antes muerta que celosa...— asegura.

—Pues ya estás en la tumba, mamita— carcajeo.

Esta rueda sus ojos mirando la ventana. Después de casi una hora de viaje, llegamos a nuestro destino. Una gran mansión, repleta de carros y escoltas. Le ofrezco mi mano a Noa, y esta con molestia la toma.

Llevo dos pistolas en la parte trasera de mi pantalón. Espero que no sea necesario utilizarlas.

— Vamos...— le indico a Noa.

Ambos caminamos hacia la entrada de la casa. Toco el timbre acomodando mi ropa y después de varios minutos una señora mayor nos recibe.

—¡oh, signore Palacios!— me señala el interior de la casa y el brazo de Noa se junta con el mío, dándonos paso dentro de la gran mansión. — Llamaré al señor Ernesto, discúlpeme unos minutos...— la señora desaparece en uno de los grandes pasillos.

Unos aplausos se escuchan en el fondo del pasillo y Ernesto se deja ver con una sonrisa brillante.

—¡Vaya, vaya, pero miren a quién tenemos aquí!— se acerca a mi, palmeando mi hombro. —Señorita...— toma la mano de Noa para besarla. —Síganme, que tenemos bastante de que hablar...— nos dirige hacia un amplio patio donde se encuentran bastante personas comiendo y charlando entre ellas.

—No te despegues de mi...— susurro en el oído de Noa cuando cruzamos entre toda la cantidad de gente.

Hombres, mujeres y hasta niños correteaban, hablaban y se divertían en las piscinas y barbacoas. Todos vestían con elegancia, Ernesto era bastante bueno escogiendo sus invitados.

—Permíteme presentarte a mi querida prima...— toma la mano de Bianca. La cuál aparece entre la gente.— Mateo ya la conoce, en cambio tú no, seguro tienen demasiado de que hablar, ¿cierto?— Noa me mira y Bianca se acerca a ella dejando dos besos en sus mejillas.

—Claro primo, será un placer...— espeta con su mirada sobre mi. —Cuidaré de ella, Mateo—.

Maldita falsa.

Bianca me arranca de los brazos a Noa y antes de que pueda irse la agarro de su mano.

—Si tienes algún problema, no dudes en llamarme...— esta asiente indiferente y me pierdo entre la gente.






Son las 2 am y estoy caga' de sueño así que a mimir.

Nay🦋







𝐂𝐡𝐨𝐫𝐫𝐨-ᴛʀᴜᴇɴᴏ[✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora