Capítulo 22

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El celular sonó con un chirrido que me perforó el tímpano.
Se suponía que la alarma sonaba a las 7 de la mañana, pero alguien estaba llamando a las 6.

- ¿H-Hola? -

- Hana.. Es Souske ¿estabas durmiendo? perdón -

- No entrenador.. No estaba durmiendo.. - respondí sarcástica.

- Bueno aún así lo siento. Bueno, vamos al punto.. Te estaba llamando por varias razones, la primera es que hoy se posponen los partidos de Teiko por el problema de Daisuke.. -

- ¿Y a quién buscaremos? ¡No tenemos a nadie! -

- Hana.. Necesitamos a Midorima urgente, ahora mismo lo llamaré, esto es de urgencia, es el único que puede en estos momentos -

- ¡Pero si ahora está en Alemania! -

- No me importa. Tu sigue durmiendo, yo te llamaré. Se pospone el torneo - colgó sin darme tiempo de contestar.

¿Pero qué se creía? Claro que me encantaría que Midorima volviera pero no lo puede llamar así por así. Está loco.
Me desperté sin darle vueltas al asunto, Midorima no volvería por eso.
Eran las 6 de la mañana, lo sé, bastante temprano, pero si me despertaban no me dormía con facilidad a pesar del cansancio.
Encendí la tele y vi un un documental sobre las enfermedades de transmisión sexual.
Después de dicho aburrido documental fui a la cocina y me preparé una tostada. Papá seguía dormido como siempre en la mañana, como era de esperarse.
Salí de casa rumbo a no sé donde porque no conocía mucho el lugar.
Las costumbres japonesas eran muy distintas a las americanas. Hay muchos obesos, pero sé la razón. ¿Por qué no disfrutar de un buen ramen o una ensalada de espinacas con tomate y champiñones que de una hamburguesa con un millón de calorías y carne con extra grasa y aceite viejo?
Saben ricas, como amante de la comida lo sé, pero no comerlo como costumbre diaria.
Aún así la raza, hay miles de personas distintas, asiáticos, latinos, blancos, negros, me gustaba mucho el cruce de culturas. Observé una pareja besarse en la misma acera. Eso no se veía mucho en Japón. Extrañamente me acordó a Midorima, el último beso que recibí no fue suyo.. Sino de Daisuke, si el lo llegara a saber me mataría, también estaba Murasakibara que me había llegado a besar dos veces, no sé, pero a pesar de todo yo lo apreciaba bastante.
Y después estaba Momoi, probablemente necesitaría ir a terapias o un psicólogo. Un abuso no se borra de la mente, al contrario se queda para siempre, y tu única opción es superarlo, no hay de otra. Pero en Estados Unidos no me esperaba nada de esto.
Marqué el número de Momoi, que después de mil timbres lo contestó.

- ¿H-Han? - su voz sonaba apagada y decaída, como si se estuviera muriendo.

- ¿Momoi? Sí, soy yo ¿cómo estás? -

- ... - no respondió.

- ¿Momoi? -

- Hana, agradezco que te quieras preocupar pero no quiero ver a nadie ahora - dijo y colgó.
Vaya.. Nunca había visto a Momoi así.
Me sentía mal por mi amiga, pero no podía hacer nada, ni siquiera sabía donde se hospedaba. Que cruel perder tu virginidad por unos malditos sin vida que sólo se dedican a violar jovencitas.
Empecé a caminar sin rumbo prácticamente todo el día y me di cuenta de que no sabía dónde estaba.
Era un parque pero no sé que en diaches estaba pensando para no acordarme de como llegué aquí.
Al otro lado habían unos muchachos más o menos de mi edad jugando basket callejero.
Me les acerqué y contemplé sus rostros, lucían algo extraños.

- Hey ¿puedo jugar? - pregunté.
Para mi suerte sabían japonés.

- Una chica.. ¿Sabes jugar? - un ojiazul de cabellos negros preguntó mirándome de arriba a abajo. Pude sentir que se imaginaba cosas no aptas para menores, que en estos tiempos son inevitables de imaginar en casi todos los individuos.

- Sí - respondí.

- Bueno entonces vamos a ver que tal juegas - respondió un peliverde oscuro con ojos ámbar.

Me les uní jugando en un dos contra dos.
Me la pasé jugando un buen rato, y me di cuenta de que se hizo de noche y estaba oscuro, y aún seguía perdida.
Esos tipos me daban mala espina así que salí rápidamente de ahí sin rumbo.
Caminé por un parque que daba hacia una calle un poco oscura. Decidí devolverme, e irme de ahí, tenía hambre y estaba algo asustada.
Pero ahora estaba en otro lugar que no conocía ¡demonios! ¿Y si me mataban?
Corrí y me dirigí hacia la cancha, por lo menos estaba un poco iluminada, aunque no era mucha la diferencia.
Revisé el celular, 7:26pm.
Los chicos raros aún permanecían ahí.
Decidí irme pero era muy tarde, habían notado mi presencia, además uno tenía una sonrisa maliciosa que me daba más miedo que la película El Exorcista.

- Oh vaya, pero si es la chica que estaba antes - se dirigió el ojiazul azabache más sus dos amigos.

- Que quieres - dije nerviosa.

De repente mi celular empezó a sonar, vi la gran foto de Momoi que enfatizó mi celular. Estaba apunto de contestar pero el azabache me interrumpió.

- Ah ¿así que conoces la pelirrosa que vimos el otro día? Era irresistible.. - dijo acercándose a mi mientras miraba mi teléfono.
Retrocedí 3 pasos pero ya me encontraba enjaulada contra la verja.
¿Aquellos tipos fueron los que tocaron a Momoi? No.. no puede ser, pero ellos la conocían y dijeron que era irresistible. Oh cielos, no, por el amor de Dios no.

- Quiero ver que tan irresistible eres - dijo el ojiazul acercando su mano hacia mi pecho.
Le di una abofeteada y salí corriendo lo más rápido que mis piernas me permitían, pero fue completamente inútil, aquellos tipos me tenían rodeada.
Intenté defenderme pero era una sola, mis puñetazos no eran suficientes.
Yo iba a ser la siguiente violada.
Me tumbaron en el piso y el ojiazul me quitó la blusa. Empecé a llorar y a golpearlo lo más que pude, pero fue en vano.
Me dieron un manotazo en una pierna lo que provocó que me doliera la pierna más que nunca y que se formara un moretón.
Entre los tres sacaron mi pantalón, intenté recuperarlo pero ellos lo tiraron lejos y yo no podía caminar.

- ¡AUXIL... - pero el peliverde me tapó la boca.
Sentí las frías manos del azabache recorrer mi abdomen cerca de mis bragas. Este era mi fin, intenté golpearlo pero otro me tenía agarrada.
Que forma tan horripilante de perder la virginidad. Quería terminar mi universidad y casarme antes, pero al parecer eso no iba a ser posible.
Noté que mi vista se nublaba pero no podía enjuagar mis lágrimas.
Maldito día en que llegué aquí, no han parado de pasar desgracias.
No podía ver bien, y paré de buscar una salvación, todas mis esperanzas se habían esfumado.

- Oye, tocar a las jovencitas sin su consentimiento es un delito grave - alcé la mirada, conocía esa voz, aquella grave voz que tanto me encantaba aparte de la de Midorima, era familiar.
Aquella voz la reconocía en todos lados.
¿Aomine? Imaginar que me estaba viendo casi desnuda hizo que me sonrojara.
Agité la cabeza y conseguí ver un poco mejor.
Eran varios chicos.
Pude notar una cabellera.. ¿Azul oscura? seguida de una rubia, una morada, dos rojas, una marrón, una azul cielo, y una.. ¿verde?

Rebote [Kuroko no basket: Midorima] {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora