Primer movimiento

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Sèphora era una mujer impecable, en cada epoca en la que vivia no dejaba que ni un pelo de su hermosa cabellera peliroja estuviera fuera de su lugar, inclusive tratandose de la ropa, no consentia el hecho de no ir bien combinada y que algun hilo andara suelto; no era propio de ella.

Esa noche escogio un vestido negro totalmente entallado que encajaba a la perfecciòn con su piel palida y que de algun modo u otro resaltaba de la mejor forma las pecas de sus brazos al descubierto.

Ella sabia contonear su cuerpo inclusive si las zapatillas eran demasiado altas; muy en el fondo le encantaba llamar la atenciòn de todos a su alrededor, no soportaba que alguien màs la opacara. En ese breve instante se acordo de Satarah, y una mueca de desprecio curvo sus carnosos labios pintados de un rojo tan intenso que parecia que habia drenado el color de las rosas y se lo habia colocado tal cual.

No se acordaba que una zona tan lujosa de la ciudad hubiera estado asi de calmada; a no ser si te fijabas bien detras de toda esa magia que emanaba un lugar en particular; aquella mansiòn en lo alto de la colina, negra como la noche y que ocupaba practicamente una hectarea completa. Por un instante penso en regresarse por su auto, en vez de subirlo a pie, pero eso solo haria sospechar a los demas a su alrededor y a ella le gustaba que las cosas se hicieran a su manera y de la forma mas sigilosa posible.

Continuo el trayecto y poco a poco, fue escuchando el intenso ruido de la musica que provenia de tal mansiòn, ahora sabia que tocar la puerta no iba a tener sentido alguno y si queria hablar con el anfitrion de la fiesta en privado iba a resultar un tanto dificil, pero ya habia llegado muy lejos en su busqueda y ella no estaba dispuesta a retroceder.

Abrio la puerta del enorme complejo, y entro sin que su presencia fuera detectada, sabia que habia hecho la elecciòn correcta de vestuario, el vestibulo era impresionante, un candelabro hacia caer luces de color rojo, al parecer estaba encantado para que cayeran en forma de luciernagas que se posaban en tu hombro, habia una infinidad de sillones clasicos, de diferentes modelos, todos tapizados de color negro, aunque la mejor parte eran los invitados, hechiceros y hechiceras de todos los tipos.

Para saber que magia controlaba un hechicero bastaba con ver sus ojos, estos tenian el color del elemento que controlaban, azules para el agua, rojos para el fuego, ambar para la tierra, verdes para las plantas, grises para el viento, y la lista podia continuar. Al parecer todos estaban tan cerca unos de otros, besandose y acariciandose sin ningun miramiento; tenia que encontrarlo a como diera lugar aunque eso significara irrumpir en un momento incomodo.

-Al parecer un lindo petirrojo entro a la fiesta sin ser invitado, porque no vienes conmigo y nos divertimos un poco.- dijo un hombre de cabellera blanca, unos ojos grises que hacian juego y un cuerpo de impacto que encajaba en un impoluto smocking negro.

Movio sus brazos y como si un leve viento la empujara, su cuerpo quedo pegado a el. -Ni en tus sueños- Sèfora lo empujo y siguio su camino, pero el le agarro la mano tan fuerte que por un instante flaqueo. Sèfora siempre se habia encontrado con esta clase de idiotas, y ya sabia como manejar aquella situaciòn. Se acerco de una forma tan seductora al tiempo que el se sorprendio del repentino cambio de actitud. -Me encantan los hombres que tienen el control de la situaciòn- le susurro al oido; y en ese instante lo beso de una manera tan apasionada que unos amantes tendrian envidia de la lujuria que ella desbordada, los brazos del extraño hechicero se colocaron fuertemente en la cintura de ella.

Y como si una extraña fuerza absorviera su vida, las venas del hechicero se empezaron a notar con tal intensidad en su cuello que sus ojos se pusieron en blanco.

-Sefòra, que agradable sorpresa, te agradeceria que no intentaras matar a mis invitados- sonrio el extraño hechicero de los ojos cambiantes.

Sefòra se desprendio de aquel hombre y este se desmayo al instante, al parecer nadie notaba el hecho de que su cuerpo estuviera inerte en el suelo, ella siguio a su nuevo objetivo, mientras este la guiaba a las habitaciones de arriba, cada vez que pasaban un cuarto la puerta estaba abierta de par en par con parejas pasandola mas que bien.

El juego de los inmortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora