Después de la extraña e incómoda reunión que tuvo Abdiel, que simplemente termino en un extremo cambio de reglas, la renuncia de un inquietante hombre lobo nórdico y una vampiresa con exceso de maquillaje. El seguía sin creer hasta donde sería capaz de llegar para conquistar el corazón de Satarah y poder así completar su colección, las reglas que había impuesto Sèfora eran realmente absurdas, se reunirían nuevamente en un mes, con nuevos jugadores y las propuestas de los distintos juegos que formarían parte importante del más grande reto entre inmortales del que se haya hablado.
Toda esa presión tenía a Abdiel en un silencio absorto en sus pensamientos, la pregunta que él se hacía constantemente era ¿Cómo haría para formar pareja con Satarah?, en todo el tiempo que estuvo con ella, no hacia más que alejarlo y burlarse de él. No había conocido a ninguna chica que al principio rehuyera a sus encantos físicos y a su suave voz. Sin duda ella era especial.
Al abrir la puerta de su dormitorio, inmediatamente se despojo de su sombrero entregándoselo a una mujer lobo de cabello plateado y con una figura llena de curvas que iba vestida con un vestido de seda negra entallado al cuerpo, de igual forma se despojo de su moño y su frac dándoselo esta vez a unas hadas gemelas de tez blanca y cabello castaño claro, cuyas siluetas eran más delgadas y delicadas.
-Llamen a Alissa, esta noche quiero dormir con ella- estaba demasiado cansado para compartir la cama con más de una de sus trofeos; Alissa era un hada de la tierra cuyos cabellos dorados caían hasta sus pies, su piel era tan suave y tersa, sus ojos como dos gotas de agua que guardaran al verlos los secretos del Universo y su voz era como el cantico de un ángel, incluso Abdiel al encontrarla en una reserva ecológica en Europa llego a pensar que su canto se trataba del de una sirena. Se impresionó demasiado al verla, es sin duda una de las inmortales que le ha tomado más tiempo en conquistar; pero finalmente y después de meses lo logró, se sintió tan engreído, y esto solo le dio la pauta que necesitaba para buscar añadir a más inmortales a su repertorio.
A Alissa la hacía vestirse siempre de blanco, esta vez llevaba un camisón de encaje color hueso, iba descalza, se acerco a Abdiel lentamente y le comenzó a quitar su camisa blanca, botón por botón dando suaves caricias en esos abdominales tan bien marcados. El hechicero la agarro con sus dos manos para que dejara de hacerlo.
-Hoy solo quiero que me cantes- lo dijo en un tono serio.
Alissa se sorprendió al escuchar tan sencilla petición, las ganas de tocarlo y besarlo cuando él estaba tan cerca la hacían estremecerse. Pero sabía que si llevaba esas cadenas invisibles no podía hacer nada más lo que el ordenara.
-Una vez que me haya quedado dormido, debes de irte- lo decía en lo que se acomodaba en su cama; el hada empezó a tararear una canción en francés que sonaba como un leve arrullo. Instantáneamente, el sueño consumió de golpe al hechicero y lo hizo dormir muy fácil. Alissa al verlo ya en las profundidades de su mente, intento acercarse para darle un beso suave y casto de buenas noches pero su cuerpo solo respondió a la última orden que le encomendó.
De eso se trata el amor, pensó ella, hacer lo que la otra persona te pida anteponiendo tus propios intereses, así funcionaban esas cadenas un mecanismo que en el mundo llevaba siglos en existir, unas ligeras lagrimas cayeron de sus ojos en lo que salía de la habitación.
Los sueños empezaban a aparecer en su mente, antes de hacerse de reputación se había tomado el tiempo para viajar por el mundo, pero fue en un lugar en especifico donde la encontró. Le habían hablado de una fiesta anual que realizaban los mejores hechiceros de su tiempo; él era un joven introvertido pero la simple idea de compartir con los demás de su clase sus propias experiencias era algo que le parecía interesante.
Entonces la vio, fue amor a primera vista, ella le sonreía desde la otra esquina, unos ojos color menta que lo miraban como si lo supieran todo de él, tuvo el valor para acercársele y cuando la observo fijamente se dio cuenta. Ella llevaba una especie de cadena en los pies, invisible al ojo humano y el brillo de sus ojos no se debía a la magia que cualquier hechicero poseía sino al amor que le hizo ver a Abdiel lo que él quería que fuera real.
-Ayúdame- le susurro ella a él. Un susurro que en su mente se escucho como un grito imponente de desesperación. Era una humana. ¿Qué hacia ahí?, se preguntaba. Antes había escuchado el uso de sacrificios humanos por parte de los brujos pero los hechiceros no los necesitaban, poseían sus propios poderes.
-Veo que te interesa mi humana- le dijo un hechicero de ojos negros. –La mejor calidad- lo decía en lo que extendía su brazo por la espalda descubierta de la mujer-.
Abdiel sintió una gran repulsión ante ese hechicero, sabia de quien se trataba, único en su especie. El que controla las sombras. Astaroth.
-Sueltala...- hablo en voz baja, no sabía lo que decía.
-¿Qué dijiste?- entorno su oído cerca de él, haciendo como que no lo escuchaba.
-Te he dicho que la sueltes- Abdiel sintió como los ojos se le salían de las orbitas, sintió una ira crecer dentro. ¿Todo por una humana de ojos bonitos?
-¿A quién?, te refieres a esta cosa- la jalo del pelo. La multitud de hechiceros se comenzaba a congregar alrededor de ellos, las apuestas iban para Astaroth el más grande de su tiempo. Este de inmediato agarro las sombras de todos los presentes y como un tipo de latigo negro amarro a Abdiel, este no podía moverse simplemente sentía como lo apretaba cada vez más, hasta dejarlo caer de cuclillas.
Algo cambio repentinamente en sus ojos, lo sentía, sus ojos cafés cambiaron a azules, verdes, pasaron a negros hasta quedar en amarillos como el color del girasol, pudo controlar las luces del lugar y disipar las sombras como el flash instantáneo de una cámara fotográfica.
Absolutamente todos quedaron asombrados, el hechicero Astaroth trato de defenderse pero ante Abdiel no pudo hacer nada, inmediatamente como si siempre supiera que hacer cambio sus ojos a un azul celeste y saco una especie de estalactita congelada de su mano y de un golpe seco corto las cadenas que ataban a aquella humana. De un momento a otro ya estaban fuera de aquel barbullo.
La chica que parecía muñeca de porcelana le agradeció infinitamente su rescate y de ahí en adelante jamás se pudo separar de ella, como si desde el principio ambos hubieran estado destinados el uno al otro. Se enamoraron, viajaron, lo compartieron todo, se casaron. Hasta el fatídico día en que la muerte los separo. Abdiel no pudo hacer nada contra su acérrimo enemigo, y de pronto se quedo más solo que desde el principio. Se quedo con el corazón roto y vacio, mientras cada día se repetía lo mismo. Los humanos son tan débiles.
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El juego de los inmortales
FantasySi fueras inmortal ¿Como pasarías el tiempo? Las reglas son simples, cinco entran al juego, solo uno sale, se lleva más años de vida y las riquezas acumuladas de los perdedores. Así era antes, ahora es un todo o nada. Podrías soportar perder tu inmo...