Intercambio

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Satarah corroboro la dirección que le había dado Lainer, mil veces, volteo aquel papel para ver si no era ninguna clase de broma, pero ella lo sentía así, como un hechicero de gran poder como Reth, podía vivir en un vecindario tan común y peor aun en una casa tan humilde como en la que ella estaba parada.

Ya eran como las nueve de la noche y la única luminaria de la calle que servía era la que estaba en frente de esa casa, por lo que ese escenario se veía más que tétrico, respiro profundo y se encamino al pórtico de aquella casa, si así se podría llamar.

Toco el timbre, el cual hizo sonar un pitido más que chillante, nadie contestaba; se dispuso a volver a ver el papel con la dirección, este estaba más que arrugado, en ese breve instante se abrió lo que parecía un mosquitero y posteriormente una puerta de madera apostillada, aquel personaje se encontraba sentado de espaldas a la puerta en una silla de madera, no había iluminación en el interior solo una lámpara que estaba cerca de él, al parecer se encontraba leyendo un libro, pero con esa oscuridad, se interrogo Satarah.

-Esto…¿Eres Reth?, Lainer me dio tu dirección- hablo prácticamente tartamudeando, esa aura que desprendía era demasiado insoportable, no sabía si era odio o tristeza lo que emanaba aquel hechicero, pero en definitiva la empujaba sin necesidad de la fuerza física.

-Sientate- se escucho una voz profunda, Satarah habría jurado que le sonaba, o al menos que antes ya la había escuchado, pero luego de meditar se dijo a si misma que eso seria imposible.

-¿A que vienes?- prosiguió.

-He venido a pedirte algo, me he enterado que eres un hechicero con grandes poderes, y que eres capaz de hacer cumplir cualquier deseo- su tono era apacible.

-Y ¿Cuál es tu deseo?-

-¿Cuál es tu precio?-respondió Satarah.

-Ya veo que sabes a lo que te enfrentas, eres una joven con los pies en la Tierra, me agrada- seguía sin cambiar de posición, Satarah sentía una gran curiosidad por saber quién era el. –Pero dime ¿Qué deseas?, así es más fácil para mí ponerle precio a las cosas-.

-Quiero el poder para enfrentar a un hechicero de fuego- dijo sin un ápice de duda –Se que de todos los elementos ese es el más poderoso entre todos, pero deseo tener un poder aun mayor-

-No te preguntare tus razones pero todo apunta a que buscas algún tipo de revancha…o quizás venganza, el poder de matar a alguien te costara algo caro, pero debido a tu tenacidad podría pedirte algo insignificante a cambio- Reth se levanto pero una gran capa con una enorme capucha, escondían tanto su cuerpo como su cara, se acerco a Satarah y parecía que la miraba fijamente, o al menos ella sintió que sus ojos le escrutaban la cara, ¿Se habrán conocido antes?, imposible, se volvió a repetir ella misma.

Alargo su mano, le rozo la mejilla hasta agarrar su quijada y hacer que la mirara de frente. –Tus ojos, los quiero a cambio- Satarah trago saliva, sin duda que era un precio muy alto.

-No te los puedo dar, los necesito, pídeme otra cosa, ¿Dinero tal vez?- Reth se alejo y busco el libro que había dejado en la mesa a lado de la lámpara –Es más bien un intercambio, tus ojos por los míos-.

-Oh ya veo, pero de qué manera tus ojos me ayudaran contra un hechicero de fuego-

-Mi elemento es el agua-

-Todos saben que ni un hechicero de agua podría hacerle frente a uno de fuego, los elementos mágicos funcionan de otra forma, no es como en la vida normal que el agua apaga al fuego-

-No tengo cualquier clase de ojos, te ayudaran, eso te lo aseguro, ¿confías en mi?- esa frase, le rememoraba a él, nunca la había vuelto a escuchar desde el incidente, no, no podía ser el.

-Pero ¿Para qué quieres mis ojos?, tú los viste no soy ninguna clase de hechicera, ni siquiera yo se que tipo de inmortal soy, no tengo magia que te sirva-

-Me gustaron tus ojos, tómalo o déjalo- Satarah no sabía qué hacer, confiaría en una persona que en su vida había visto, solo algo sentía seguro, que él no mentía.

-¿Qué tengo que hacer?-

Reth, bajo la sombra de su capa, gestiono una leve sonrisa –Es algo fácil, simplemente estrecha mi mano y el intercambio estará hecho-

-Solo te diré que debes estar totalmente segura, si flaqueas al menos un instante el pacto que realicemos se disipara y el hechizo se romperá en breve, no durara mucho así que no tienes de que preocuparte-

-Está bien- ella se paro y se coloco en frente de el, alargo su mano y el hizo lo mismo.

En el momento en que ambos tenían las manos juntas, ella se sintió de cierto modo confortable, algo cálido le recorría el cuerpo, cerro sus ojos y la magia empezó a fluir hacia estos, sintió como grandes olas de agua calida la inundaban, se sentía como un arroyo que corre ligero y con movimiento constante, le pareció todo demasiado apasible, y de súbito Reth le quito su mano y todos esos sentimientos desaparecieron.

-Eso será más que suficiente-

-¿Eso es todo?- pregunto Satarah, casi estaría dispuesta a pedirle de nuevo que la hiciera  sentir de esa forma.

-Si, eso es todo- Reth se volvió a sentar donde estaba desde el comienzo.

-Yo no veo ningún cambio, ni siento alguna clase de poder fuera de lo ordinario-

-Cuando llegues a tu casa, mirate al espejo, solo asi notaras el cambio.-

-No me daras alguna clase de instructivo, quiero decir, son tus poderes asi que eres el único que sabe como usarlos-

-Descuida, esos ojos te guiaran-

-Bueno…¿Gracias?, al menos me dejaras verte el rostro-

-De nada, y me temo que no, como veras cumplir deseos te hace de enemigos, es para proteger mi identidad-

-Oh creo que lo entiendo, bueno gracias de nuevo… y nos vemos- Satarah se fue pero justo cuando pasaba por el marco de la puerta tuvo la certeza de haber escuchado decir de Reth –Es una lástima que perdieras yo apostaba por ti-, las dos puertas se cerraron y la única luminaria en funcionamiento se apago, dejando el vecindario sumido en la oscuridad.

El juego de los inmortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora