Persona extraviada

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-Me alegra que aceptaras quedarte con nosotros más tiempo del que usualmente estas- dijo Emireth, en lo que llenaba la copa de vino de Satarah.

-A mi también-contesto algo avergonzada, la verdad era que ahora necesitaba a su vieja amiga, o al menos de su presencia, eso le daría fuerza suficiente para dar el siguiente paso.

-Espero no haya resentimientos-dijo Emma.

-Para nada, no hubieras adivinado quien era yo, cuando te conocí aun estabas dentro del vientre de Em- gestiono una leve sonrisa.

-Extraño- hablo por lo bajo Emma.

-¡Emma!- reprocho Emireth a su hija.

-Dime Satarah, como conociste a nuestra familia, es un secreto del cual nadie en esta casa me quiere compartir-fulmino con la mirada a su madre.

Satarah se rio un poco más fuerte y comenzó su relato –Creo que debió haber sido hace como ochenta años, quizá, disculpa si soy mala con las fechas, vivir tanto tiempo hace que pierdas la noción del tiempo, conocí a lo que habría sido tu tatarabuelo…si…creo que sí, el joven Eleazar Maeegard –su recuerdo la consolaba, en su vida nunca había conocido a alguien tan sincero como él, sus ojos por un breve instante brillaron por el agua que se empezaba a acumularse, carraspeó un poco -lo conocí en las calles de esta misma ciudad, cuando apenas era un pequeño pueblo con un par de edificios, le salve la vida de un coche, solo pocos gozaban de esos modelos que apenas lanzaban al mercado, pero el conductor por alguna razón venia ebrio, Eleazar no se dio cuenta y estuvo a punto de ser atropellado, por suerte había un ser inmortal a su lado-

-Después de que lo salve, no dejo de molestarme con que debía de regresarme algo a cambio, me invitó a comer y platicamos, me agrado tanto que seguí mi amistad con él, le conté lo que era y se me ocurrió que podría confiar en él y su descendencia para cuidar mi fortuna- finalizó.

-¿Y eso es todo?- reclamo Emma. –Nada de misticismo, acción, suspenso, mi tatarabuelo no era alguna clase de mago-

-¡Emma!-

Satarah se empezó a reír, imaginar a Eleazar de esa forma –para empezar los magos no existen, es el termino común que le dan los hechiceros y brujos a los humanos que realizan trucos de ilusionismo confundiéndolo con magia-

-Ah- Emma se decepcionó un poco y mejor enfoco toda su atención en el plato de comida que tenía en frente.

La verdad era que detrás de Eleazar había una magia mucho más grande que ningún inmortal ni mortal poseía, algo que lo convertía en alguien puro de corazón, mucho más noble que cualquier persona; es por esta razón que la que termino prendada de él fue Satarah, el primer mortal del que se había enamorado, más allá del pequeño relato que confesó, existía un trasfondo, es cierto que le salvo la vida pero ella sintió que fue todo lo contrario, después del incidente con Sèfora; vago por el mundo tratando de curarse de aquel trauma y fue entonces cuando se topó con Eleazar, un joven risueño que en esa época compartía su misma edad, poco a poco esa amistad se fue convirtiendo en algo más, pero fue hasta cierto punto que ambos sabían que no podía continuar así que pactaron en secreto que si él le ayudaba a ella a cuidar de sus tesoros, ella le prometía a cambio protección a su familia, de esta forma nunca se olvidarían y Satarah siempre tendría un lugar al cual regresar y llamar hogar.

Ya había pasado medio mes, desde que se encontraba hospedada con los Maeegard, sabía que era tiempo de poner las cartas sobre la mesa, agarro unos jeans de mezclilla negros, una playera del mismo color, las botas más cómodas que pudo comprarse y una cazadora con capucha que le quedaba lo suficientemente larga para estar a la altura de sus muslos.

El juego de los inmortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora