Extraño invitado

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Llevaba unos pantalones negros de vestir ajustados, una playera de manga larga y una capa de seda brillante color vino, se coloco la capucha a la cabeza y se dispuso a entrar tratando de que con ese atuendo no mostrara el rostro. Ese lugar nunca le pareció agradable, era demasiado ostentoso para su gusto, pero solo una quinta parte le pertenecía, por lo que ir en contra de los otros cuatro era una pelea que sabía que no iba a ganar.

Todos en el salón se quedaron observando al misterioso invitado Sèfora que se encontraba de pie se acercó y con una cara que expresaba admiración dijo –Me alegra que llegaras temía que los lobos del bosque hubiesen desecho tu cadáver antes de tu renacimiento-

-No te preocupes, mi cuerpo solo se topo con una zorra- enfatizó- que no dejo más que simples magulladuras-. Por más que deseaba no hacerlo, el corazón de Satarah intentaba buscar algún indicio de Sebastián, y cuando por fin sus ojos lo alcanzaron simplemente lo fulmino con la mirada todavía cubierta. Este por su parte no pareció inmutarse ante su presencia, ¿Acaso no la reconocía?, ¿Era de la clase de chico que tira y olvida?, pero ella por dentro no iba a dejar que sucediera lo último

Sebastián estaba decidido a permanecer con la mente en blanco, dispuesto a no dejar que hubiese una intrusión que no necesitase mientras que el hechicero Abdiel, lo único que quería era revelar la cara de ella, que a juzgar por su silueta sabia muy en el fondo que se trataba de la chica que buscaba. Empuño con ambas manos el diamante de su bastón, no podía ocultar su impaciencia debido a que este empezó a emitir múltiples colores que imitaban los cambios de color constantes de sus ojos, solo significaba la desesperación que este sentía por poseerla.

En un breve instante de control logro cambiarlos a voluntad a un rosa pálido y se transporto rápidamente reapareciendo en frente de Satarah, con su bastón en una mano y su sombrero de copa en la otra, se inclino dando una breve reverencia; carraspeó la garganta y con un tono neutro preguntó -¿Alguien tendría el placer de presentarme ante el nuevo invitado?- era una indirecta hacia Sèfora.

Satarah se bajo la capa y dejo ver su rostro, de pronto se escucho el estruendo de una silla golpeando fuertemente el suelo, -¿Qué has hecho?- Sebastian dijo con una expresión de miedo y muy por el fondo de sufrimiento -¿De dónde sacaste esos ojos?-. Abdiel miro fijamente su rostro, profería maldiciones en su mente, sus ojos se tornaron a un rojo escarlata demasiado oscuro e intenso, nunca en sus cientos de años de vida se había enojado de esa manera más que una que otra vez –Sèfora necesito hablar contigo, ¡A solas!- con el grito del hechicero esta logro salir de su ensoñación, ¿Qué diablos estaba pensando Satarah?, no hacia más que cambiarle el juego constantemente, Sèfora nunca se imagino que llegaría a tales extremos, tenía que cambiar sus planes si quería llegar a destruirla.

Sèfora y Abdiel salieron juntos a una habitación contigua, dejando a los demás en el salón principal igual de pasmados que ellos. Lastimosamente ella no podía contradecir sus ordenes, ni siquiera Sèfora tenía el poder para enfrentarlo era demasiado poderoso. –¡Mierda! Sèfora, porque no me dijiste que alguien más le había robado el corazón, teníamos un trato, esto no formaba parte del plan- su voz hizo eco en la habitación pero no se debía a la mala acústica, era él, estaba fuera de sus casillas. Rápidamente coloco su mano en el cuello de Sèfora, dejando el peso de todo su cuerpo pegado a ella contra la pared, se sentía tan traicionado –O me dices algo que no me haga matarte en este instante o profieres tus últimas palabras-. Ella no sabia que decir, solo le quedaba la verdad y rezar que a su paso dijera algo sumamente inteligente para apaciguar la ira de Abdiel –Yo no…sabia- tartamudeaba- te lo juro, cuando la mate aun tenia sus ojos color miel, como los que te mostré en la foto- empezó a agarrar fuerza, apartando de poco en poco al hechicero –no sé a quien le cambio sus ojos, pero te aseguro que lo encontrare y podrás revertirlo, ¿o acaso no eres tu el màs grande hechicero del mundo?- estaba empezando a tomar la confianza de la que siempre había gozado.

Abdiel se calmó, era cierto, solo hacía falta un nombre e inmediatamente sabría que hacer con el maldito hechicero que había frustrado sus planes, un intercambio de poderes lo podía hacer hasta un novato, relajo sus ojos cambiándolos a un purpura y simplemente reparo en que solo ponía más interesante el juego. Necesitaba relajarse, volvió a agarrar a Sèfora contra la pared, pero esta vez con una mano agarró sus brazos y los coloco encima de ella, y con la otra mano agarró con fuerza su muslo subiendo lentamente hasta su cintura en lo que la besaba apasionadamente, la dejo hasta saciar su furia. Se acomodo las mangas, se abotono su frac e hizo aparecer su sombrero colocándoselo en la cabeza. –Necesito el nombre, y quiero que entre al juego para enseñarle una lección, por cierto, mucho me temo que ese beso será el único que recibirás de mí, por el momento me la cobrare así contigo- le pestañeo un ojo de la forma más sexy posible en lo que se pasaba sus dedos en los labios y posteriormente salía de la habitación.

Sèfora se quedo sola y sin aliento, nunca nadie la había tratado con esa furia pasional, y el que lo intentaba no hacia más que matarlo pero él era diferente los poderes de ella no funcionaban en el, por muy extraño que pareciera se quedo deseando más. Serénate, se repetía, por el momento debía pensar en qué hacer con los nuevos poderes de Satarah, se  bajo el vestido que se le había subido o que se lo había subido, solo recordarlo hizo que se le sonrojaran las mejillas, maldito Abdiel, su magia encantadora estaba haciendo estragos con su mente, ahora se daba cuenta del porque su colección de chicas era tan inmensa, negó con la cabeza y se golpeo los cachetes para luego entrar al salón principal.

La escena era la siguiente, Abdiel agarró la mano de Satarah y le dio un ligero beso, -Me presento, el gran hechicero Abdiel a tus servicios encanto- al contacto con él, ella sintió una ligera chispa de electricidad, nunca antes había sentido eso por alguien y menos con un inmortal, el no es de fiar, pensó. –Creo que alguien debería enseñarte que estamos en pleno siglo XXI, la época victoriana terminó hace mucho tiempo- lo decía en lo que le quitaba ferozmente su mano. Mizuki se rio por lo bajo.

-Vaya un encanto, y además con un sentido del humor clásico, me agrada- le espeto una sonrisa gatuna.

-¿Quién lo invito a participar?, dejame adivinar, es otro de tus trucos sucios o me equivoco Sèfora-

-Me alagas de cierta forma, si lo invite a participar, pero te equivocas en lo que yo puedo controlar lo que el haga, y eso incluye tenderte alguna clase de trampa- dirigió su vista a Sebastián.

-No te preocupes corazón, solo se me extendió una invitación a participar, en mi vida me liaría con alguien como ella- eso golpeo por algún motivo en las entrañas de Sèfora, ¿Qué hacia tan especial a Satarah?, que con su sola presencia el hechicero casanova por excelencia solo tenía sus ojos puestos en ella.

-¡Aléjate de ella!- espeto Sebastian, impactado el mismo por dejar que esa frase se le saliera sin siquiera pensarlo.

-Vaya pero si que tendremos un juego interesante este año- declaro Mizuki, rompiendo aquella terrible atmosfera que se estaba proyectando.

-Disculpa y tu ¿Quién eres?- dijo Abdiel con un tono algo apático.

-Perdone usted que un novato hechicero de fuego como yo, no se haya presentado ante el gran hechicero Abdiel, conocido por todo el bajo mundo-  lo dijo con sumo sarcasmo e inclinándose en una torpe reverencia –Sebastian-.

-Sebastian…ya veo…tienes unos ojos interesantes, ni yo podría copiarlos- contesto con absoluta honestidad –Pero se puede saber porque tanto alboroto con esta bella inmortal- lo decía en lo que trataba de agarrar de nuevo la mano de Satarah.

Sebastian la cogió del brazo antes de que Abdiel tuviera si quiera la oportunidad de hacerlo, pero de pronto su mano se incendio con algún tipo de fuego azul que lo quemaba por dentro, sintió un dolor tan inmenso y agudo que si no hubiera soltado a Satarah a tiempo ahora estaría inerte en el piso. -¿Pero qué diablos?- Susurro.

-¿Qué interesante?, nunca había visto que la magia de agua hiriera a un hechicero de fuego- empezaba a hacer sus cavilaciones en la mente, de alguien que hubiera obtenido ese poder, eso lo ayudaría a encontrar los ojos de ella.

-No vuelvas a tocarme- lo dijo con una mirada de odio y desprecio.

-Creo que ya es suficiente de presentaciones, tomemos asiento y prosigamos con las reglas de la nueva partida- exclamo Sèfora, harta ya de que todo se centrara en Satarah.

Todos tomaron asiento, como siempre el caballeroso de Abdiel le acomodo la silla a Satarah pero ella se sentó en otro lugar, dejando al hechicero con la mano extendida y a Sebastián con una leve sonrisa.

El juego de los inmortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora