Satarah no podía creer lo que estaban viendo sus ojos, ahí estaba ella, una especie de ilusión de lo que alguna vez había sido. Iba vestida de un sencillo vestido del siglo XIX de manta y mangas cortas, y su cabello ligero y revuelto parecía estar en una danza sutil entre sus rizos y su mano que no paraba de acomodárselo como si fuera un acto natural con el que hubiera nacido.
No dejaba de sonreír hacia su dirección, como si su pasado notara su presencia, le estaba hablando, pero la verdadera ella no escuchaba ni una palabra de lo que decía su otro yo, se observaba con atención asombrándose de lo hermosa que era, unos inmensos ojos color miel, que ya no eran suyos la miraban. Quería alzar el brazo y tocarse a sí misma, pero no podía, simplemente pareciera estar en el cuerpo de alguien más, ¿Qué era aquel recuerdo?, inmediatamente sintió una fuerte opresión en el pecho y la imagen desapareció, dando paso a una intensa oscuridad que lo devoraba todo.
Trato de parpadear, y cuando por fin logro abrir los ojos, otro panorama la esperaba, ahora su copia parecía llevar un vestido de terciopelo verde, de fiesta de la misma época pero con mangas largas y un inmenso cuello que destacaba su escote.
Analizó aquel extraño lugar que parecía la terraza de algún antiguo castillo, era de noche pero la luz de la luna llenaba aquel espacio de un misticismo cálido, como si su manto cubriera el ambiente con una fina capa de luz mortecina. De nuevo, sucedió lo mismo, su clon parecía reír con una sonrisa genuina que iluminaba todo a su paso, iba maquillada y se enmarcaban más sus pómulos, no recordaba otra vez, haber estado igual de bonita o quizás era el sencillo recogido que le había hecho a su cabello, caía en caireles y tenía pequeñas rosas blancas adornándolo en diferentes puntos estratégicos que parecían sostener aquel peinado.
Bailaba, sin parar, extendiendo los brazos y luego apoyándolos en el barandal de piedra, tenía la vista fija en el cielo, Satarah volvió a intentar alzar su brazo, esta vez sí lo logro, pero inmediatamente sintió un frio miedo recorrerla, vislumbró la mano de un hombre, trato de bajarla de golpe pero aquello fue inútil, su mente y cuerpo eran dos cosas distintas, no le respondían, su clon de igual forma, alargo su mano hasta tocar la que no era suya sino prestada. Paso. Instantáneamente aquella colisión apago la luna de súbito y volvió a sumergirse en la negrura.
¿Qué estaba pasando?, distintos recuerdos le vinieron de golpe y lo único que podía sentir era un dolor intenso en el pecho que le quemaba hasta desfallecer.
El siguiente panorama se abrió de golpe como si hubiera estado todo este tiempo caminando por un túnel oscuro y vislumbrara una pequeña luz que conforme avanzaba se hacia más grande. Ahora, se tenía a ella misma en sus brazos, nunca se había visto tan mal, toda la energía que ella irradiaba había desaparecido. La Satarah que tenía en frente estaba apagada, la piel blanca y con moratones, sus ojeras estaban enmarcadas por grandes agujeros negros. Tenía hilillos de sangre por la boca, la nariz, los oídos y hasta en sus ojos, que parecían caer como lagrimas. Nada de eso parecía real, pero muy dentro de ella sentía que eso en realidad había sucedido.
Se asombró de nuevo al ver que los brazos con los que estaba abrazándose así misma eran de nuevo los de aquel hombre; ¿Quién era?, el pecho le comenzó a arder de nuevo, la presión era demasiado fuerte, sentía que la estuvieran ahorcando y se quedaba sin respiración. De momento, ya no pudo más, se despertó, asustada tanteo su cuello como si esperara encontrar las manos del delito.
Satarah se hallaba en la habitación de huéspedes de la mansión de los Maegard, su familia de acogida. Sintió la boca seca, las pupilas dilatadas y un fuerte dolor de cabeza. Justo con su primer respiro susurro aquellas palabras que por tantos años había estado ocultando.
-Seth...- se llevo las manos a la boca, intentando devolverlas de nuevo en su lugar.
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El juego de los inmortales
FantasySi fueras inmortal ¿Como pasarías el tiempo? Las reglas son simples, cinco entran al juego, solo uno sale, se lleva más años de vida y las riquezas acumuladas de los perdedores. Así era antes, ahora es un todo o nada. Podrías soportar perder tu inmo...