Despues de que Sèfora dejara el recinto de Abdiel, este lanzò la copa de vino que todavia tenia en la mano con la fuerza suficiente para hacerla pedazos y a su paso herir a un hada que estaba semidesnuda recostada en una enorme alfombra persa, como si ella fuera màs que simple decoraciòn.
Abdiel estaba tan enojado por el insipiente acercamiento que habia tenido Sèfora para con el, un insulto que le habria costado la vida a no ser por el papel que llevaba en su bolsillo frontal, que le quemaba el pecho con tal intensidad que queria arrancarselo, pero esa foto, debia ser ella, la que llevaba mas de una eternidad buscando. No iba a sacarlo de su escondite como si nada, no en frente de toda su colecciòn de chicas, que ahora le parecian insulsas y feas.
Calmate Abdiel, tu nunca pierdes la compostura, era lo que se repetìa en la mente, se paro de su trono y se acomodo las mangas de su camisa, se cerro el saco e inmeditamente salio de esa habitaciòn. Las hadas gemelas que lo abanicaban pararon de inmediato y lo siguieron, pero el con un ademan les dio a entender que queria estar solo.
El caminò a la habitaciòn contigua, la cual contenia una gran cama king size en medio con cuatro postes de madera de los que colgaban cortinas de seda transparente color blanca, por supuesto en la cama estaban acostadas cuatro mujeres solamente con ropa interior de encaje, todas ellas vampiras de larga cabellera negra, labios rojos y piel de marfil. Por un instante se habia olvidado que para apreciar su colecciòn completa de mujeres, Abdiel las habia colocado en diferentes zonas de su mansiòn, con distintos vestuarios y en diversas situaciones.
-Afuera, ¡Ahora!- Abdiel gruñò. Las mujeres no sabian que hacer, el nunca habia tenido ese cambio repentino de actitud, por lo regular con ellas se dormia en sus brazos, mientras que otras le daban de comer o le hacian masajes; pero vieron la furia en sus ojos que ahora eran de color rubi y salieron de inmediato.
Abdiel cerro la puerta con magia, cambiando sus ojos a esmeralda y torcio unas cuantas raices a la cerradura de la puerta, necesitaba toda la privacidad que se podia crear y la màs nula intervenciòn. Se sentò en un inmenso escritorio de roble negro que se hallaba en una esquina de su habitaciòn, en la que tambien se encontraban inmensos libreros todos llenos de viejas ediciones de libros de hechiceria y literatura en general.
Las manos le temblaban, como era posible que despues de años de busqueda apareciera de la nada, y si era una trampa de Sèfora, ella era conocida por todo el bajo mundo de los hechiceros por su doble cara, no habia sido la misma desde aquel incidente; no, no era momento de ponerse a desconfiar, una parte dentro de Abdiel sabia que ella le estaba diciendo la verdad, el contaba tambien con ese sexto sentido de saber si las personas mentian o no.
Con una mano buscò la foto en su bolsillo, mientras la ponia ante sus ojos y con la otra encendia una flama parecida a la de una vela que le permitia ver a todo detalle la imagen, era una foto que a juzgar por la vestimenta de la mujer y el color amarillo del fondo parecia de principios del siglo XIX, era una joven de unos veinte años, con el cabello lacio y que terminaba en onda ligeras, su cara era bonita pero no de una belleza extraordinaria, sus ojos parecian claros y en esa foto tenia una sonrisa que Abdiel nunca habia visto en ninguna otra persona, menos en sus mas de quinientos años de vida, era como si toda ella fuera magia.
Al acercar màs la luz a la foto, noto que el brazo de un hombre pasaba por sobre el hombro de aquella singular chica, pero era hasta ahì que se veia, porque fue cortada de tajo sin ningun miramiento, algo que de seguro era trabajo de Sèfora.
Abdiel se empezò a reir e instantaneamente quemò la foto aproposito dejando caer las cenizas en un cenicero, no sabia ni si quiera el mismo porque el se reia, toda su colecciòn incompleta pero ahora la ultima pieza que le daria fin a su mas grande pasatiempo estaba tan cerca de el, un mes, no podia esperar tanto, pero lo penso mejor, tenia mucho que hacer, tantos preparativos que comenzar, para cuando conociera a la misteriosa chica no dejaria que nada, ni nadie se interpusiera en su camino, tenia que conquistarla a como diera lugar.
La magia funcionaba de maneras muy extrañas e insolitas, las cadenas magicas que el mismo habia forjado, eran dificiles de conseguir pero con ayuda de un libro que le comprò a un jeque hechicero en marruecos, logro que todas esas excepciones estuvieran a su favor; se invento una regla, una condiciòn por sobre todas las cosas, solo se podian colocar si la persona a la que se queria apresar con ellas se entregaba por sì misma, es decir, si consentia tal acto, pero solo funcionaban de un lado, lo que significaba que Abdiel no podia enamorarse de su presa.
Una regla muy facil de cumplir, porque el sabia lo apuesto que era y con las palabras adecuadas podia enamorar a cualquiera, y fue una de las razones por las cuales comenzò con su propio juego, y ahora estaba la parte màs dificil de todas, conquistarla. -y la de enmedio no ama a nadie mas que a ella misma- lo ultimo lo dijo como si estuviera rezando.
Pronto. Se recordò a si mismo, estaba tan extaciado por su imagen que pronto cedio a sus emociones y bajo a la fiesta a celebrar lo que sin duda seria el mejor juego de su vida.
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El juego de los inmortales
FantasiSi fueras inmortal ¿Como pasarías el tiempo? Las reglas son simples, cinco entran al juego, solo uno sale, se lleva más años de vida y las riquezas acumuladas de los perdedores. Así era antes, ahora es un todo o nada. Podrías soportar perder tu inmo...