Capítulo 3

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Emily

Al llegar, observe un viejo almacén, no parecía gran cosa hasta que entraron todos. Dimitry salió del coche, y ordenó a Ivanov que me vigilara. Me quedé quieta mirando el almacén, sabía que algo no iba bien. Vi como entraba, me fijé en su trasero. Dios, Emily, para de mirarlo.

— Me hacen niñero mientras ellos van a matar gente. —comentó el rubio, jugueteando con su arma.

— Pues ve. —Le contesté atrevida, pero cabizbaja.

— ¿Acaso me has contestado? —preguntó irónicamente con una sonrisa, me mostraba su arma—. Puede que no lo sepas, pero esto es una glock 17. Si te disparo, mueres.

— ¿No es como todas las armas? —pregunté ahora yo, levantando la cabeza.

— Si quieres lo comprobamos, nena. —Rió con su acento ruso, escondiendo el arma—. Te mataría pero el jefe no me deja.

— ¿Por qué quiere mantenerme viva? —volví a preguntar escuchando disparos que venían del interior del almacén.

— No lo sé. Supongo que para que trabajes con nosotros, aunque... no te veo siendo una de las "Leonas de Oro".

— ¿Una qué?

— Leona de Oro. Así llamamos a las mujeres que trabajan en nuestra mafia. Nos hemos instalado aquí unos días, pero siempre estamos de viaje. —Me contestó, yo asentí.

— Húm... ¿y si no quiero ser una de vuestras chicas? —alcé la ceja.

— Pues entonces morirás. O ya se verá que hace el jefe contigo. —Dijo Ivanov.

Mientras salían los hombres del almacén, algunos llenos de sangre, Dimitry en concreto tenía el esmoquin de sangre. Si no fuera por la situación, diría que había tenido una conversación agradable con Ivanov. O así lo llaman, en realidad no lo sé. Se montaron en el coche, el "jefe" a mi lado, intentando limpiarse el esmoquin de sangre.

— No se va así de fácil, lo empeoras si lo restriegas. —Le dije, mientras observaba cabizbaja su blusa, se quedó callado y serio ante mi comentario, proseguí hablando—. Es mejor con detergente.

— ¿Y tú sabes esto por...? —me preguntó irónico.

— Por las palizas que me daba Alexander...

— ¿Alexander se llama? ¿tu exnovio?

— Sí... pero ya da igual.

Observé cómo Dimitry se quitaba la camisa, mostrando sus abdominales marcados, al igual que su cuello y brazos, con bastantes venas sobresaliendo. También pude fijarme en las cicatrices de su cuerpo, estaba lleno de ellas.

— Toma. —me tiró la camisa de mala manera, yo fruncí el ceño—. Ya puedes lavármela cuando lleguemos a mi casa. —Ordenó que el coche se moviera, así fue.

Me quedé callada, todos rieron ante el acto de Dimitry. Suspiré mirando por la ventana para evitar ver el torso desnudo de este. Cuando llegamos, bajé del coche y acabé rodeada por sus hombres, continuamos hacia un edificio moderno y grande, muy caro para mi posición social. Al subir el ascensor ahí estaba, una ático con vistas a la ciudad de Londres, se veía el Big Ben, es tan grande en persona y tan dorado. Mucho mejor que las fotos, y... estaba el London Eye. Es enorme.

— ¿Te gustan las vistas? -preguntó riéndose, mientras observaba mi fascinación por la ventana.

— Sí. —le respondí sincera.

— Vaya, para ser una camarera supongo que no está nada mal, ¿no?

— Tú cómo sabes qué...

— Mientras dormías en el avión pedí a unos que te investigaran.

Encadenada a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora