Capítulo 8

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Emily

Por la mañana, sobre las 8:00, decidimos desayunar algo rápido, así que Dimitry se centró en unas tostadas con queso y tomate y un café. Claramente tuve que hacerlo yo ya que el gran jefe no cocinaba. Me gustaba llamarlo "Jefe", siempre y cuando fuese de coña, sino se le subiría mucho a la cabeza. Yo llevaba puesto un pantalón corto de deporte ajustado y una camisa ancha probablemente de Dimitry, ya que no me gustaba mucho la ropa ajustada en sí. Él se encontraba en el sofá viendo la televisión, aún con un semblante de preocupación. Decidí atreverme a preguntar, pues estaba confusa por la noche anterior.

— ¿Puedes decirme por qué estás tan callado? —Pregunté finalmente.

— No, estoy normal. Solo que no me gustan mucho los ambientes de fiesta. —Mentía, además se le notaba en la mirada, porque bajaba la cabeza.

— Vale, y ahora dime en serio qué ocurre. —Alcé una ceja.

— Los italianos saben dónde estamos, y encima te han visto a ti. Anoche ese hombre que nos paró era un capo italiano. —Suspiró.

— Hmm, no pasa nada. —Me rasqué la nuca, podría decirse que estaba preocupado por mí—. No quiero que pienses que quiero morir ni nada de eso... ahm, pero... sinceramente me da igual que vengan a por mí. Dime, ¿qué tengo? Estoy secuestrada, no tengo dinero ni estudios. Soy una más de la sociedad. —Le dejé las tostadas sobre la mesa, junto al café.

—Negó con la cabeza—. Si eres alguien, mi cocinera. —Dijo agarrando una tostada con una sonrisa, yo le devolví la sonrisa.

— Gracias, me encanta saber que puedo al menos ser tuya. —Dije bromeando, para levantarme de la mesa.

De repente sentí que una fuerza tiraba de mi, era Dimitry, agarrándome del brazo, me tiró sobre su regazo para dejarme ahí sentada, comiéndose su tostada de manera tranquila

— No es que puedas escaparte ni nada, por eso eres mía. Hasta que sepa qué hacer contigo, Emily Malone. —Dió su último mordisco a la tostada.

— Ya, claro, pues lo siento mucho si te decepciono, Dimitry Polorok, pero yo soy mía y de más nadie. —Le respondí desafiante, ahora colocándome cara a cara, encima de su regazo.

— No creo que sepas lo que estás haciendo, Emily. Dijimos que no volvería a pasar y te juro por Dios, que estoy aguantándome las ganas. —Me retó con la mirada tan dominante que tenía, acompañada de su acento ruso.

— Shhhh. A callar. —Dije con seguridad, para besar sus labios de manera lenta pero sensual, él fue un poco más salvaje.

Casi me levanta la camisa, pero apareció alguien. Era Ivanov mirando la escena desde la puerta que acababa de abrir, con una tostada de las mías en mano. No gesticuló sorpresa.

— Mierda... —Suspiró Dimitry, un tanto molesto por haber sido interrumpido—. ¿Qué quieres?

— Uh, no, nada, solo era para decirte que los italianos están en camino pero esta bien si te quieres liar con tu rehén, eh. —Comentó sarcástico, ya se lo olía desde antes.

— ¿Su rehén? es cierto, Dimitry, que eres mi secuestrador. —Gritaba de manera burlona, pero el rostro de ambos era de preocupación.

— Emily quiero que te escondas en la habitación de invitados, ¿vale? Nada de ruidos. —Dijo levantándome de su regazo, para buscar alguna camisa que ponerse.

— Hermano, puede que sean más de 40 hombres. —Dijo Ivanov, que le daba un arma a Dimitry.

—¿Cua-Cuarenta? —Pregunté ahora miedosa.

Encadenada a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora