11. Mi Niño No Es Un Monstruo

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Diario de Leo de La iglesia

Yakov estaba gritando bajo la escalera. Pese a que se encontraban cerradas todas las puertas y ventanas de su despacho, era capaz de escucharlo. De hecho, todo el instituto podía hacerlo. No importara en que habitación te encontraras, Yakov estaba tan molesto, que sus gritos penetraban las paredes.

Sara me tomó de la mano: era la primera vez que veía miedo en su mirada. No sabía que hacer. Pensé en Mila, seguro ella sabría como arreglar las cosas. Cerré los ojos, y abracé a la Crispino.

Habíamos salido de la casa a comprar la despensa faltante para preparar adecuadamente la cena. Habían sido tan solo unos minutos, pero aún así fue suficiente para que Nikiforov organizara un completo desastre.

Maldita sea Victor. No tengo idea de que hayas hecho. Pero que te perdonen los dioses, porque yo no puedo.




Diario de Yakov Feltsman.

1 Marzo 1941.

Hoy fue un mal día, en todo el sentido de la palabra.

Primero las flores, luego Nikiforov, y ahora esto. No. Nadie se mete con mis niños.

Hoy era Sábado, día de despensa. Leo vino conmigo y aprovechó a comprar lo que necesitaba. Lila me mandó una lista con los ingredientes faltantes para el pastel de Yuri. Sabíamos que no sería capaz de comerlo, pero aún así lo prepararía, como hacía cada año, en el cumpleaños de su niño favorito. Era más una forma de conmemorarlo que otra cosa, pero la idea parecía subirle un poco el animo a Otabek, así que no quedaba de otra. Después de todo, se había vuelto tradición cocinar el platillo favorito de cada alumno el día de su cumpleaños.

El problema comenzó cuando volvimos del pueblo a la casa. Algo estaba mal. Podía sentirlo.

Para cuando llegamos, Lila ya nos esperaba apurada en la entrada principal. Por su expresión de angustia supe que tenía que ver con Yuri Plisetsky.

Encerré a Victor en su habitación tras lo sucedido.
Gritó, pateó, y amenazó con romper la puerta en 2. Quebró un par de jarrones de cristal, tal vez un espejo, pero no atravesó la puerta. Yo me encargué personalmente de eso. 

Ya estaba muy grandecito para esa clase de comportamiento; no podía seguir haciendo berrinches. Necesitaba que pasara un tiempo a solas, pensando en lo que había hecho, y una vez estuviera más calmado y tranquilo, hablaríamos en mi oficina de su verdadero castigo. Por ahora, debía dejar enfriar las cosas.

Cuando pasé por la habitación de Plisetsky en mi camino a la escalera, la puerta aún permanecía abierta. Daba tanta tristeza el mirarlo. El corazón se me oprimió al ver a Otabek consolando al pobre niño, lo aferraba contra su cuerpo, como si su vida dependiera de eso, y lo mecía lentamente, mientras secaba sus lagrimas con la manga de su camiseta. Mila también estaba ahí, a su lado, le tomaba la mano en silencio.

Ya luego hablaría con ellos.

Lila esperaba con el resto de los estudiantes debajo de la escalera. Leo y los Mellizos se ocultaban tras ella, Nekola le tomaba a J.J. la mano con fuerza, pero nadie se atrevía a preguntar que es lo que había sucedido.

Creí que lo peor había pasado, que lo más difícil sería explicarle a los niños, o calmar a Yuri, pero estaba equivocado. 

De repente todas las piezas hicieron click, y como si ese ultimo detalle hubiese sido el seguro de una granada siendo removido, la bomba explotó en mi cabeza.

пробуждение [Otayuri] -WW2-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora